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Pare de Gitana |
María Dolore no paraba de contarme cosas, me revelaba datos sobre la Gitana que me derretían al
espiedo, que me iban aflojando el enojo que tenía encima. Locuras que hacía cuando era chiquita, los líos en los que se metía, era una varonera zaparrastrosa igual que yo. Me mostró un montón de fotos, una vez trajo tres gatitos, me explicaba mientras mirábamos el álbum, fue para una navidad, los encontró en un bosquecillo de por aquí, eran recién nacidos, se suponía que los iba a tener hasta que crecieran y luego volvían al bosque, pero pasó que los mininos crecieron y nunca se fueron, y anda, guapa, que luego ma traío perrillo, pajarillo, cotorrilla, que me ha vito tú cara de reserva o qué… Yo reía apenas junto a su mare, a Ella ni se me ocurría mirarla, seguía consternada por mis celos pero no quería que se diera cuenta porque los celos lo único que hacen es espantar al ser amado, demostrarle cuán idiota e insegura es una, y luego todo lo que el otro haga no tendrá valor alguno, aunque nos baje la luna, lo habrá hecho porque le hicimos el escándalo, para que nos dejemos de joder, no porque realmente nos quería bajar la luna. En eso se nos acercó el perro, el perro de Ella, se llama Dalí y es un malcriado, duerme a los pies de su María Dolores. Mientras su mamá hablaba la Gitana hundió el dedo índice en su puré de papa y le ofreció al perrote que gustoso se lo lamió todo, tenía la astucia de hacerlo sin que su mare la viera, era un espectáculo verla asintiendo a lo que María Dolores contaba al tiempo que el perro le babeaba la mano atrás de la silla. Qué bellecitud de mujer mi Gitana, ¿no?
Me arrancó una sonrisa la Rubia, y eso que estaba enojadísima yo, pero me miró con cara de pícara, mordiéndose el labio, con el pelo hecho un lío… Me di cuenta de que ya se había dado cuenta de todo, de mi encule, del porqué de mi encule, de que se me estaba pasando, de las ganas que tenía de llevármela de nuevo a la cama y despeinarle todo ese pelo rubio liado mirándola a lo ojo, se me había hecho vicio esto que Ella me enseñó de mirar a lo ojo en
ese momento, porque a Él también le hice lo mismo en el hotel. ¿Pero entendés que no tenía nada que reclamarles? Podía hacerlo si quería, podía abrir la puerta de la habitación del nene, irrumpir en medio de la fogosa sesión de sexo, hacer un escándalo, gritar como loca, tirarle cosas a él por la cabeza porque Ella no sabía lo del desliz de Ubrique, así que el guión lo hubiera soportado. Ella no lo sabía, pero yo si.
(SIGUE y me cago en Él)
Continuará...
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