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lunes, 3 de diciembre de 2018

Capítulo 415 "A capa y espada"

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Del miedo a que me invadan al temor a que no me quieran por mi miedo a que me invadan. Porque al final tanto miedo, mira, que me busco a otra y vete con tu desconfianza al cuerno, tía. Eso sentí al otro día, la certeza de que la imperfecta era yo, no ella, la seguridad de que no iba a llamarme nunca más porque era una pérdida de tiempo, cuando me levanté lo sentí, me levanté y encontré la puerta abierta. Marina la desconfiada no había recordado cerrar la puerta luego de dejar a la caótica muchacha en el taxi. Me quedé perpleja. ¿Cómo no me había acordado de cerrar la puerta al entrar? Yo, que soy tan meticulosa con eso. Primero pensé que había vuelto, ella, que había entrado a la casa mientras yo dormía pero no, claramente me había olvidado de cerrarla. Recorrí el departamento con la mirada, la ventana también había quedado abierta de par en par, la cortina se movía con el viento. Eran alrededor de las nueve de la mañana, tenía que conectarme al whatsapp porque mi madre iba a hacerse el análisis y había prometido estar, aunque sea vía telefónica. Sentí el cuerpo como si hubiera luchado a capa y espada contra un batallón de comunistas sulfurados porque privados de su propiedad privada. Entonces la loca fui yo, pensé. La maría también me había hecho efecto a mi y la pobre chica se había asustado de eso, de mi cambio de comportamiento tan abrupto, porque si había dejado la puerta abierta quiere decir que yo no estaba del todo en mi. ¿O si?

Fui hasta ella y la cerré, después de mirar a un lado y al otro por el pasillo, completamente consciente de que el blog se estaba convirtiendo en una suerte de thriller pabloescobariano. No me disgustaba del todo. Fui al teléfono que había quedado conectado al enchufe, cargándose la batería. Escuché las conversaciones que había tenido luego de dejar a la chica, una con mi Amiga Milagrosa, otra con un amigo periodista, justo me había escrito un mensaje por otra cosa y yo, alterada como estaba, le conté todo. Y no, la verdad es que no parecía fuera de mi, le conté la película entera con lujo de detalles, a mi amiga también, ella incluso me preguntó si no estaría yo algo boleada, tanto que exageraba la cosa. ¿Te parezco algo boleda?, respondí, de lo más lúcida. Así que no, no había sido yo la descolocada, claramente había actuado con sentido común frente a semejante situación


Sin embargo me sentía en falta, sentía que no me había animado a vivir, como ella me había repetido y repetido toda la noche. Y me sentí mal por no poder ser lo que ella esperaba de mi, que vaya a saber qué era. Eso siento siempre, que no me van a querer cuando descubran lo miedosa que soy, lo melindrosa, lo vueltera, porque claramente asustarse de alguien a quien no conocés en absoluto que viene a tu casa y se pone chiflada con la marihuana es ser una vueltera. Me recordé recordando lo de la abogada, porque si no lo recuerdo el capítulo anterior queda inconcluso, recordé lo de su amiga, la abogada fraudulenta, mientras manejaba, me lo había contado cuando nos fuimos a cenar después de la conferencia de Escohotado. Me angustié mientras me recordaba recordándolo porque { (Sigue)

To be continued... (i hope)




domingo, 2 de diciembre de 2018

Capítulo 414 "Fraudulencia en la autovía"

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Por un momento tuve ganas de abrir la puerta del auto y empujarla en medio de la autovía, terminar con eso así  de golpe, porque no la soportaba más, pero no soy una asesina, lamentablemente, así que no pude, ella no paraba de agraviar, de agredir, me echaba la culpa de lo que pasaba constantemente, me remarcaba una y otra vez que yo era un desastre, una fóbica que no se animaba a vivir, que la estaba tratando mal porque la tomaba por una delincuente, una ocupa. ¡Y si no te querías ir!, pensé yo, no se lo dije porque si ya con mi silencio me lanzaba un borbotón de nunca acabar, si respondía… ¿Cómo fue que aquello, un encuentro tan ameno, se había convertido en eso? ¿Por qué carajo era que tenía que atravesarlo? ¿Cómo era que cada vez que intentaba abrirme a los demás me daba de jeta con la miseria humana, que tanto miedo me da? Preguntas que iban a tenerme en vilo durante las dos siguientes semanas, preguntas a las que no encontré respuesta, todavía.

Y luego chateaba. Y luego arremetía de nuevo con que me iba a extrañar si no nos veíamos más, que yo no podía ser así con la gente, que ella quería volverme a verme, y que fuera a visitarla a su pueblo, tienes que conocer mi lugar, guapa, lo decía apenada y sufriente. Pasaba de indignada/enojada a apenada/sufriente como yo de tercera a cuarta. Tienes que cambiar, Marina. Bueno, respondí, y empecé a tratarla como a los locos, a darle la razón en todo, a intentar desviar hacia lugares comunes. ¡Qué linda noche, no! ¡Creo que esta curva es algo peligrosa! ¡Oh, como es que la carretera está en tan mal estado! Pero ella seguía en el carril del agravio, no había manera. Entonces trataba de concentrarme en el camino, no sabía a dónde íbamos, me había pasado algunas coordenadas pero de tanto nervio se me habían olvidado, sé que era a Málaga, dos calles que no conocía, supuestamente era lo de su tía, o su prima. Ya hacía unos diez minutos que había agarrado la A-357, había muy poco auto acompañando la escena, me sentí en la boca del lobo. La miré de reojo. Chateaba, como si estuviera en otro mundo y cada tanto conectaba con este. ¿No hablarás más? ¡Insistes con eso! Y ahí miré su teléfono, sin disimulo, total no se daba cuenta de nada en el estado en que estaba. Creo. Otra vez chateaba con el móvil que supuestamente usaba fuera del país, el súperiphone, me había dicho que era muy básica, que necesitaba poco y nada para vivir, y entre esas básicas cosas tenía un súperiphone de treinta mil pesos mínimo, bastante más de lo que yo gano con un mes de trabajo. Miré la pantalla y vi que mandaba un corazón, enorme el corazón, creo que mi precario Samsung no tiene esos emoticones de alta gama. Estaba jugando conmigo. Tenía una novia y se estaban divirtiendo. Y ahí sentí el retorcijón en la panza. Me acordé lo que me contó de su amiga, la fraudulenta abogada. (Sigue)

Continuará...




sábado, 1 de diciembre de 2018

Capítulo 413 "Seria de pronto"

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El vecino miró el teléfono, dos o tres veces. Luego me miró a mi, creo que por un segundo se imaginó fiesteando con las dos, por un segundo o menos. ¿Y qué le ha ocurrido a la tía?, volvió a preguntar, algo distraído. Volví a explicarle la situación, ya repuesta del bajón de presión, con una vergüenza espantosa porque seguro que yo también olía a marihuana, que qué carajo hacía si no quería salir, le dije, y agregué que parecía algo fuera de sí, que no sabía bien qué le pasaba, que no se quería ir, se había puesto rara de pronto, pero ella me decía que la rara era yo. Vecino me miró un segundo, de arriba a abajo, estaría chequeando si era o no la rara, pensó dos segundos más y me devolvió el teléfono, salió del departamento con decisión y yo lo seguí, entonces la vimos, ahí estaba ella, la Escohotadiana, parada frente al ascensor, con su mochila al hombro y la campera puesta, como una Lady, con cara de acá no ha pasado nada, se había olvidado por completo del extraviado carnet, nos miraba desde sus enormes anteojos de aumento, había recogido todo rapidísimo, su frasco gigante lleno de flores, sus cigarritos, los que supuestamente me iba a dejar con tanto cariño, no los dejó nada, ni media evidencia dejó de su estancia en mi hogar dulce hogar, salvo la desazón de lo que podría haber sido un lindo momento, salvo el desconcierto, la amargura, que se quedó a vivir unos cuantos días en mi pecho estropeado. La sensación de haber sido estafada en lo más profundo de mi confianza. Tan desconfiada que soy, abro un milímetro la puerta, espío, decido confiar, invitar a mi mundo a alguien que parece buena gente y así me paga la vida, con una patada en el culo, con un momento de mierda, espantoso momento, del que no quedé entera del todo. Espero recuperarme algún día, supongo que no todos los humanos son así, atropelladores de confianza, espero…

Llamó al ascensor bajo la mirada de Vecino que preguntó si estaba todo bien. Ella no respondió. Yo tenía también mi campera puesta, las llaves del auto encima, había salido con todo para irnos cuanto antes. Me despedí del vecino y entramos al ascensor, ahí arremetió de nuevo, no paraba, salvo bajo la mirada de alguien más, me taladraba el cerebro con su desmesura. ¿Eso significa que no estaba del todo boleada? ¿Estaba fingiendo? ¿O el efecto de la maría es así, intermitente y, según quien observe, más o menos controlable? Llegamos al auto y ahí salió con un nuevo martes trece: no quería subir. Estaba indignadísima, ella, ahora porque había ido a llamar al vecino, que la había dejado como a una delincuente, que quien creía yo que era ella, que no iba a subirse al auto de alguien así, que yo le daba miedo. En un momento, fingido o no, corrió unos cuantos metros hasta la puerta de entrada de los apartamentos, me miró desde ahí, no voy a subir, repitió, que me das miedo, me iré andando. Perfecto. Me dije. Me vuelvo al departamento y que se arregle, ya estoy podrida. Y ahí se subió, como si me hubiera leído la mente. Cerró la puerta en un estruendo y se puso de nuevo a chatear, frenéticamente. Yo encendí el auto y arranqué. ¡Me llevas a lo de mi tía!, me ordenó entonces, bastante enojada. (Sigue)

Continuará...




martes, 27 de noviembre de 2018

Capítulo 412 "La Guardia del Fuego"

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Y jamás pensé que un vecino en calzones podía llegar a ser querido por mí tanto como lo fue este. Creo que la felicidad igualó a aquél día, cuando terminamos trabajando con Jesús, caminando en silencio bajo la lluvia, compartiendo entrevistas, confesiones y tortitas en el bar de la calle Conteros. Lo extraño al Perro Andalú, casi pongo “mí Perro Andalú”, pero sé que no lo es, ni mío ni de nadie, lo extraño y también lo sigo detestando, un poco, un poco como demasiao, porque claramente es el dueño de Su Corazón Gitano. Me mandó hace pocos días la foto de Él en la fundación de Antonio, por eso sé que siguen juntos, Ella y Él, chocolate por la notica... No sé para qué, en lugar de preguntarme algo, de contarme sobre Ella me manda la foto del Otro, del Onubense Chiflado. Antonio fue el gran ausente, no quiso ni asomar la nariz a su propio homenaje, la semana de Antonio Gala, le pusieron al evento, por eso es el Muso de Brazatortas, por eso lo quiero tanto, váyanse con sus alabanzas a otra parte, y déjenme seguir con mi vida en paz. (Olé).

Muso de Brazatortas y alumno.
Escuché el pestillo de la puerta y acto seguido la puerta abriéndose. Estaba en remera y calzones, el vecino, tenía el pelo despatarrado, panza incipiente, el sonido de la tele llegaba desde el interior del departamento, le había interrumpido una noche plácida de película. Marina y su película interrumpían la otra, la de Filmin. Corrí a él como si fuera mi ángel de la guarda, el libertador general San Martín, Ulises Butron y La Guardia del Fuego, con el alivio en el pecho galopante. Pasé directamente y le mostré mi teléfono, la foto de ella con el frasco gigante lleno de marijuana, los cigarritos armados a su lado, ella con uno en la mano, terminándolo artesanalmente, la Escohotadiana no se dio cuenta de que se la saqué, tanto amor que le ponía a la tarea del armado porril ni escuchó el sonido del teléfono cuando la retraté. Le mostré la foto al tipo y trataba de explicarle pero me trastabillaba, por lo nerviosa que estaba, no daba pie con pelota. 


Él entrecerró la puerta y miró el teléfono con gesto grave, ¿quién es este tío?, preguntó, mientras trataba de calmarme, de entender qué carajo me pasaba, porque era cierto, ella en la foto parecía él, no me había dado cuenta hasta entonces. Sentí que me bajaba la presión, que se me ponía la cara fría y supongo que blanca también. Como pude le expliqué que la de la foto era ella y estaba en mi departamento, que había fumado mucho y se había puesto rara, como paranoica, y que no quería irse, que la conocía hacía nada, le confesé que la había conocido por internet, en un sitio de citas, no en la conferencia de Escohotado, tan asustada estaba que no me quedó otra, le dije la verdad, y que me echaran, que me echaran al carajo del departamento pero en ese momento no me salió otra cosa. (Sigue)

Continuará...




domingo, 25 de noviembre de 2018

Capítulo 411 "En calzones"

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La cuasi/demente en El Portil, la noche del ritual Dragoniano
Así que una parte mía, supongo que la sanita, la del instinto de supervivencia, esa a la que no
se le cae una letra de la pluma me decía que no me convenía involucrarme con ella, si lo que quería era continuar con una vida más o menos intranquila pero conocida, claro, más la otra, la parte curiosa, la que gusta de meterse en líos, la impulsiva, la que se tienta con los persona/jes tridimensionales cuando se los cruza, esa que no puede resistirse a vivir/escribir cuando ve que en la pileta hay agua, la Marina cuasi demente del sinsentido común, esa pelotuda parte me pedía a gritos que fuera por más:

Golpeé la puerta vecina y como nadie atendía golpeé la del apartamento de al lado. Ella volvió a gritar algo, creo que mi amor de nuevo, y si no fue mi amor fue Marina. Regresé sobre mis pasos hasta la puerta y me asomé, seguía ahí, arrodillada sobre las mantas de Shiatsu, con todo lo que tenía dentro de su mochila desparramado, se la veía ahora muy angustiada, no tengo mi carné, lamentaba, parecía una nena desprotegida, asustada, pidiendo ayuda desesperadamente. Alguien de basta experiencia en estos asuntos me dijo luego que posiblemente no había fumado sólo marihuana, en un momento se había ido al váter, recordé entonces, me pidió permiso y fue, todavía no había entrado en este estado de paranoia esquizoide, tenía sus bellos ojitos brillosos pero podíamos conversar y cantar, no sé exactamente cuánto había demorado porque yo también había recibido el “humo colateral” de los cigarritos, así que no confío en mi percepción del paso del tiempo en aquella escena pintoresca.

No sabía si dejarme llevar por la misericordia que sentía y acercarme a ayudarla a buscar su carné o si estaba haciéndome una escena, para ganar tiempo, para no irse, o no sé para qué, a esa altura ya no entendía mucho. Me sentí una imbécil, una fuera de training en estos asuntos psicodélicos, volví a dudar de mis sentidos, posiblemente estaba exagerando, yo, ella debía estar habituada a estos asuntos, esto sería moneda corriente cuando uno fuma un poco como demasiao y yo tendría que saber que no hay nada que temer. Pero la verdad es que seguía temiendo. No me atreví a acercarme, en un momento metió su mano en la mochila y ahí la dejó, me hablaba desde ahí, dijo lo de la policía, que iba a llamar a la policía para que la viniera a buscar. Portar marihuana es ilegal en España, creo, con el frasco que había traído terminábamos las dos con Toledo en el talego. No entendía a dónde carajo pretendía llegar, si es que algo pretendía y no era todo producto de las sustancias que había fumado, y posiblemente tomado. Entonces alguien abrió atrás mío la puerta de su apartamento, un vecino en calzones. (Sigue)

Continuará...



sábado, 24 de noviembre de 2018

Capítulo 410 "Agua de estanque"

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El psicoloco.
Ella es exactamente igual a tu madre. Su manejo, su manipulación, su ego, nada le importa más que ella misma. ¿Qué? ¿Mi madre? ¿Qué tiene que ver mi madre con una muchacha que viene a casa, se fuma un par de porros y se pone paranoica? Todo. Piénsalo, Marina, ella es IGUAL a tu madre. Me quedé en silencio, recostada en el diván, tratando de unir a la malagueña y a mi madre, porque el puto psicólogo me salia con esta buena nueva que me sonaba harto descabellada. Y la has sacado de tu casa porque ya estás más que acostumbrada a esas escenas, Marina, tu madre hizo eso siempre, pensar en ella y no en los demás, llamar la atención desde su enfermedad, ¿no me has dicho que se tiraba al suelo en cualquier parte? Eso no es depresión, Marina, eso es histeria, tu madre es una histérica y tú te buscas ese tipo de personas, hombre o mujer, te enganchas con ellos, gente que nunca está en paz, insatisfecha eterna. ¡Pero ella no es así! Mi madre era así todo el tiempo, esta chica se puso así cuando fumó, ella no-- ¡Esa es ella, Marina! Fumar deja salir al verdaderos ser, ¿me comprendes?

El tipo siguió hablando pero yo dejé de escucharlo. Era más bien contradictorio lo que me decía porque si mi madre había sido así y era un calvario yo debería buscar gente opuesta a eso, la malagueña lo era, aparentemente, parecía una chica muy tranquila, centrada, cero neurosis, en paz con su vida y su ser… Eso me había atraído de ella, su energía “agua de estanque”. ¿Para qué iba a buscarme a alguien igual a mi madre? ¿Para seguir volviéndome loca (más)? Me parecía un boludo el psicólogo de Málaga pero en algo sí acertó, en el enganche, en el imán que soy para este tipo de personas, debe haber en el mundo mucha, muchísima gente que es tranquila y equilibrada, sosa, en una palabra, pero yo termino enganchada siempre con aquella que no lo es… Me lo estaba demostrando de nuevo, me había enganchado, no podía dejar de pensar en ella, casi obsesivamente, desconozco la línea que oficializa la obsesión de la no obsesión. Le miré el Facebook dos horas, ella también lo había hecho, me lo confesó, me había mirado todo de pe a pa, pero yo traspasé ese límite, el que no se debe, la chica me inspiraba, había reemplazado a mis musos, de un momento a otro, con todo lo que eso significa, había desterrado de mi cabeza a la Gitana, al Loco, pensé en escribirle y contarle, que iba a volverse personaje de la saga, inevitablemente, que no podía contra ello, pero me iba a decir que no, seguro, como hizo el Poeta en su momento, nos da miedo contar nuestras miserias al mundo, aunque eso sea lo que te hace libre, animarte a gritarlo a los cuatro vientos y que se vayan todos al carajo. Sabía que iba a decirme que no entonces no pude más que pecar, con todas las consecuencias que eso podía acarrearme emocionalmente: la volví personaje, pixelada, pero personaje al fin... (Sigue)

Continuará…


viernes, 23 de noviembre de 2018

Capítulo 409 "La noche de los excesos"

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¿O estaría tan avergonzada que no se animaba a aparecer? ¿Le habría pasado eso? ¿Será que una vez más no pudo no arruinar algo que la hacía sentir feliz? ¿No pudo no espantar a alguien que le gustaba mucho? Ya me he encariñado contigo, lo dijo varias veces, fumada e impotente, cuando empecé a sentirme incómoda, cuando de pronto el encanto desapareció. Casi desesperada preguntaba si la iba a bloquear del whatsapp, si no nos íbamos a volver a ver, aunque sea como amigas, mi amor... En un momento a mi también se me escapó un mi amor, cuando armaba el mate en la mesada de la cocina, me salió, sin ninguna dificultad, con lo que a mi me costaba decir ese tipo de cosas, con ella me había salido... Y fue la telepatía que hizo de las suyas, apenas empecé a sentirme incómoda ella cambió su comportamiento, empezó a ponerse inquieta, acelerada, preguntaba una y otra vez lo mismo. La telepatía es afectividad a distancia, nos pasa con aquellas personas con las que por alguna razón tenemos afinidad, y con ella la había, muchísima afinidad, posiblemente nos asustamos de eso, el amor asusta, al menos a mi, me da más miedo que el odio porque si odiás mandás al carajo y sanseacabó, pero si amás… necesitás, extrañás, temés, llorás…

Perdida en Alhaurin...
Habían pasado tres días desde esa noche ajetreada, entraba la resolana por la ventana, me hacía doler los ojos. Me di cuenta de que yo también me había encariñado, mucho, como ella juraba que le había pasado conmigo. No podía dejar de pensarla, necesitaba horrores verla y aclarar las cosas, razonar con ella qué era lo que había pasado, porqué nos habíamos puesto así, necesitaba volver a ver a la que había conocido en un comienzo, la respetuosa, la simpatiquísima de acento intrigante y ojos intrépidos. Sentía angustia, tenía unas ganas locas de abrazarla, de confesarle que me había asustado pero que igual podíamos intentarlo un poco más, a ver qué pasaba, si podíamos hacer que la cosa se acomodara, nos conocíamos poco y nada, con el tiempo los melones se van acomodando, y con las relaciones es igual, ya no me importaba lo que había pasado, sentía que teníamos que hablar y todo se iba a arreglar, pero no me animaba a escribirle. Y no lo hice. Miré cobardemente en el Facebook a ver si había puesto algo, para ver si estaba bien, y terminé mirando hasta los posteos de sus contactos. Eso que no hago con nadie porque no se me ocurre, con ella lo hice. Así me pasé como dos horas, conociendo su mundo, sus locuras y sus goces, y cuanto más miraba más me atraía, la intrépida malagueña. Me había olvidado por completo de cómo me había sentido aquella casi olvidada noche de los excesos. (Sigue)

Continuará...




jueves, 22 de noviembre de 2018

CApítulo 408 "Nobody is perfect"

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La autora de este blog se suicidó porque para algunos locos escribir es cuestión de vida o uerte.


Continuará... (Sigue)



Capítulo 407 "Moneda corriente"

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El cuadro utópico que me dio el psicólogo/marxista.
Pero no lo hice, me lo reprimí porque no sabía cómo podía reaccionar. Lo de escribirle. Me sentaba en la cama, teléfono en mano, nerviosa, contradictoria, abría el whatsapp, veía su foto, y luego me paraba en seco. NO, me decía, con tono firme anque angustiado, dejaba el teléfono a una lado, y al rato sentía el alivio de no haberlo hecho porque ¿y si era una chiflada jodida? ¿Cómo saberlo? Una parte mía me decía: Marina, una chica así no te conviene, te vas a volver loca con ella (más), si esto que hizo es moneda corriente, que al parecer lo era porque ya le había pasado, alcohol mediante, en alguna otra oportunidad, si esto es moneda corriente y no puede controlarlo... Todavía estás en terapia intensiva por lo de la Gitana, recién aprendiendo a convivir con ese dolor, acostumbrándote a él, no tenés defensas para esta seguidilla de chifladura, le vas a escribir y mirá si después se aparece en la madrugada, medio loca, a los gritos, o irrumpe bajo los efectos del cigarrito non santo y hace un escandalete o algo… Porque si ya habían pasado tres días y no había llamado para disculparse, para decir: ey, mira, me he excedido un poco, no era mi intención, se me ha ido la mano, gracias por no echarme a patadas de tu departamento, lo valoro mucho, y perdón por lo mal que te he hecho quedar con el vecino, por cierto... Si la malagueña no había dicho nada de nada ¿era que no se había dado cuenta de lo pésimo que se comportó? Y si no se había dado cuenta de eso ¿para ella, ya sobria, la culpable del mal momento seguía siendo yo?

Poca gente está preparada para saber, me dijo Escohotado el día que nos vimos en la habitación del hotel. Y creo yo que menos gente aún está preparada para saberse, para leerse, la gente no se sabe a sí misma, no se ve, no se registra, no puede, no quiere, no le importa, no mide las consecuencias de sus actos, de sus decisiones, de sus excesos, cree que el otro responde como responde porque sí, esa es la gente ombligo de la que habla tanto el Gurú. ¡Tú me has hecho tal cosa! ¡Tú me has hecho tal otra! Pero no ven lo que ellos han hecho (o deshecho). Y es un asunto que no tiene solución porque todos creemos que el psicópata de temer es el otro.


Pedir disculpas, aunque cueste un Perú y medio, eso es cosa de almas grandes, de almas dispuestas a crecer, de a poquito, no hay apuro, paso a paso, golpe a golpe, verso a verso. Poner la jeta cuando hay que ponerla; enfrentar para achicar limitaciones del espíritu; hacerte cargo de la trastada que te mandaste, quizás por error, por irresponsabilidad, por necedad, estar abierto a que el otro te mande a la mierda, con razón. Yo me mandé una trastada, sí, después de que todo pasó, lo acepto, intento enmendarlo y pido perdón. ¡Pero pedir perdón no es suficiente porque yo me siento herida! Ya lo sé, por eso se llama error, pifiada, equivocación. Y por eso es que errar es humano y pedir perdón, dificilísimo. Estoy esperando, maja, todavía tus disculpas, que yo me la pasé horrible, y me sentí muy agredida también... (Sigue)

Continuará...




miércoles, 21 de noviembre de 2018

Capítulo 406 "Chiflando el moño"

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La verdad es que quería que se fuera porque estaba aterrada, yo, y creo que ella también, o no, no sé, no estaba segura porque a veces chateaba y se reía, ya lo dije. ¿Alguien drogado/aterrado chatea y se ríe, por momentos? La cosa es que me sentía aterrada, ya panicosa, me dolían las piernas, me costaba respirar y todo, me ardía el pecho pero trataba de disimularlo, no sabía qué cuernos hacer, por eso llamé a la puerta de al lado, tuve miedo de que me atacara o atacase, porque no se levantaba, no me hacía caso, de que ya era mejor que se fuera, incluso pensé que estaba haciendo tiempo y mientras tanto sus cómplices venían para la casa, porque había pasado mi dirección a alguien para lo del Uber, no sé cómplices de qué pero pensaba eso, quizá por la paranoia de la droga. ¿Quieres que telefonee a la poli para que venga a cogerme? Eso me preguntó, literal y literariamente, si quería que llamara a la policía en lugar de a Uber. ¿Es normal que alguien diga eso y ría, neuróticamente, acto seguido? ¡Si yo le estaba diciendo que la llevaba hasta donde necesitara! No sé,  de verdad que no sé, me pongo nerviosa de nuevo al escribirlo, como si lo estuviera viviendo otra vez, fijate, me tiempln las piernas, estaba muy asustada yo, semejante situación tan imprevista...

¡Es que ya no sabía a quien tenía adelante! Supongo que a ella le pasaba lo mismo pero no estoy segura porque se reía… Yo cuando me asusté no me reí más, te lo juro por mi perro Cirilo. ¿Cómo alguien tan respetuoso en su sobriedad podía ser tan irrespetuoso, de pronto? Tras dos o tres cigarritos. ¿Con quién había estado charlando y pasándola tan bien todo este tiempo? Porque además de los regalos trajo dos helados, quedaron en el freezer de la heladerita, me los comí dos o tres días después del despelote, mientras pensaba en ella, en qué carajo era lo que había pasado, todavía pasmada, angustiada, tentada a cada rato de escribirle para ver cómo estaba, si estaba bien. Cuando la dejé en el taxi me quedé horrible, entonces le mandé un mensaje, al volver al departamento, y al rato me respondió, por suerte, supe que había llegado bien, a donde fuera que hubiera llegado, las dos nos sentíamos pésimo pero ella insistía con que la culpa había sido mía, de todo, yo me había puesto rara, yo era la loca, la mala, la cobarde, la cerrada, ella se había portado como una Lady… Me había tratado de fóbica, de incapaz de vivir, de maltratadora, de psicópata… pero la mala gente fui yo…


Así que alejate, Gordo, alejate de mi para siempre porque no se sabe lo que te puedo llegar a hacer, tan mierda soy que puedo insistir con dejarte en un taxi para que no te quedes solo por la noche en medio de un pueblo que no conocés, aunque me estés haciendo pasar un momento fiero, aunque te drogues en mi departamento sabiendo que te vas a poner del moño, porque sabía, lo dijo antes de empezar, con esto termino del moño... Así que soy una turra, la turra Marina soy, porque elijo cuidarte a vos en lugar de a mi e incluso puedo llegar a preocuparme luego de que hayas llegado sano y salvo a tu casa. Perdoname, en serio, que me perdones. (Sigue)

Continuará...



martes, 20 de noviembre de 2018

Capítulo 405 "La verdad se defiende sola"

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Lo singular, lo espeluznante, lo insoportable e insostenible, lo que me sacó de las casillas fue que me decía lo mismo, LO MISMO que le había dicho la médica del Hospital Fernández a Patricia. Si tanto te importa tu madre ¿qué haces aquí? ¿No te das cuenta, Marina? Usas a tu madre de excusa, tienes que despegarte de ella, ya eres una mujer grande, guapa, me espetaba la muy drástica en la cara, la Escohotadiana, la usas para no vivir tu vida, deja ya... Y mientras me daba lecciones de vida neurasténicas iba sacando todo lo que tenía adentro de la mochila, me había contado que tenía un toc, ese toc. Y yo claro, trataba de defenderme, que qué sacaba todo si ya nos íbamos, y qué carajo haría ella si tuviera una madre vieja y dependiente. Dejó de sacar cosas de la mochila y me miró, eso me ponía más nerviosa, que por momentos parecía drogada, perdida por completo, y de pronto volvía, la sobria, la del sermón de la montaña, respondió que en primer lugar su madre no estaría en una residencia porque su hija está viva. ¿Entendés? Me hacía sentir la peor de las hijas del mundo, me daba en la llaga, la conocía hacía cinco minutos y se atrevía a hablarme de esta manera, o no, no daba en la llaga, eso lo pienso ahora, porque hablaba sin saber nada de mi, nada de mi madre, nada de lo que había pasado este último año y medio, nada de nada sabía de mi vida, pero en ese momento yo estaba debilucha, en medio del desconcierto, creo que también algo tocada por la maría, y ella se me imponía, me decía las cosas que me decía con una seguridad y una soltura que yo me quedé parapléjica de seso, de razón, de autoestima, ¿mentendés?

No le pedí que guardara más nada, ni le respondí más, salí del departamento en busca de alguien que me ayudara a sacarla de ahí adentro, caminé por el hall hasta la puerta más cercana y golpeé. Pero, ¿entendés? ¿Se habían puesto de acuerdo estas dos minas? ¿La médica y ella? Porque la del Hospital había dicho lo mismo: ¿Cómo que la señora tiene una hija? ¿Y a dónde está la hija que manda a una acompañante y no viene ella? ¿Y cómo que no le hizo la hija hacer el control del papanicolaou el año pasado? Que acabo de enterarme, porque lo tuve que escribir, que no se escribe papa nicolao, se escribe como lo escribí, enterate, Gordo Pelotas, siempre hay algo nuevo que aprender, por eso vale la pena estar vivo. Enterate y no te vayas ahora porque me aceleré. Las dos al mismo tiempo, dame sidra que tengo la boca peor que seca, las dos me decían la misma mierda al unísono, desde distintos continentes, que yo era una hija de puta porque no me había hecho cargo de la desidia de mi madre, y ella, la Intrépida Escohotadiana, agregaba lo peor, que usaba a mi madre de excusa, porque le pedía que se vaya YA para al día siguiente poder estar despierta a la hora que iban al hospital a sacarle sangre, al menos por whatsapp, quería hacer el apoyo logístico. Pero la verdad es que (Sigue)



lunes, 19 de noviembre de 2018

Capítulo 404 "Despojada salerosa"

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Me había dado lástima. Eso pasó. Esa fue la causa por la que volví a sentarme a su lado y dejé la puerta abierta de par en par. Lástima a pesar de que me estaba haciendo pasar un momento de mierda. Porque me acordé de la bolsita de palo santo que me regaló el primer día que nos vimos, cuando fuimos a cenar, la sacó de la mochila azul y me la ofreció, toda despojada y generosa, malagueña y salerosa. Me quedé pasmada porque me hacía un regalo, nadie nunca hace regalos así como así, al menos a mi no me pasa, pero ella me regalaba la bolsita de palo santo. Encima me encanta a mi el aroma del palo santo. Encendé un poco de palo santo, Mamertón, dale, así me ventilas el olor a pecaíto que te sale de la boca y de los sobacos, se está impregnando toda la cama, hasta las cortinas tienen olor a indigestión, Risita, cerrame la puerta del baño también, y después te tomás el buque, no te quiero ver por un rato más que largo. Ya me volvería a Sevilla yo, te lo juro, el mar me hace acordar a Ella, a que se fue sin decirme, a que no vuelve ni me escribe, ayer miré su whatsapp para ver a qué hora se había conectado y no tenía foto, pensé que me había eliminado, bloqueado, pensé que no me quería más, casi me muero de la tristeza, pero al rato tenía otra foto, una con mariposas, la había cambiado y fue que tardó en aparecer… soy tan boluda a veces… igual es una turra, mi Gitana...

Cándido y Pangloss.
Pero no me regaló solamente el palo santo, vuelvo a la Escohotadiana, también me dio un lápiz mecánico, porque yo había dicho una frase que le gustó, tenemos las misma manías, ir anotando lo que suena lindo e interesante, en una libretita lo anotó, y después me regaló también el lápiz, porque yo hacía mil años que no veía uno, uno mecánico, desde la secundaria, y se lo dije, entonces me lo dio. Y mirá, Gordo, antes de irte mirá, este libro también, me lo trajo especialmente, me lo compró a mi, ella estaba estudiando algo así como filosofía, unas materias que tenía que dar porque quiere estudiar algo de la física, de la biología, ya no me acuerdo, y estaba leyendo este libro porque tenía que estudiarlo para dar la materia, me contaba entusiasmada que era interesantísimo y ahí nos pusimos a charlar de filosofía, como dos horas sin parar, y al otro día me lo compró y me lo dio cuando fuimos a Ronda de picnic. ¿No es rarísimo lo que le pasó después? ¿Lo que nos pasó a la noche en mi departamento? No se quería ir, así nomás, cuando empezó a taladrarme con lo de mi mamá no lo soporté y le dije que saliéramos, y no, no se movía, empezó a vaciar la mochila, sacaba todo de adentro y lo desparramaba sobre las mantas mientras me torturaba con lo de mi mamá, lo particular y casi de película de terror fue q (Sigue)

domingo, 18 de noviembre de 2018

Capítulo 403 "Lúgubre episteme"

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José María Gala en la Fundación el otro día.
Me había puesto muy muy nerviosa. La puerta había quedado entreabierta y si alguno de los mozos se asomaba, mis ya amigos mozos... Porque la puerta estaba abierta por entero, no un poquito, si se asomaba alguien qué iba a pensar, con el olor a marihuana que había, la chica tan lesbiana y alborotada, que yo era una loca iban a pensar, una pervertida, una indigna, una inmoral, así piensa mucha gente de pueblo, por no decir la mayoría: pueblo chico, seso chico; pueblo chico, lúgubre episteme. Y sí, por una lado todavía me importa lo que los demás piensen de mi, porque si son unos cuantos, los que piensan que sos una inmoral, una machinazi, una jodida, se puede poner fulera la cosa, ahora te escrachan en la internet y andá a cantarle a Gardel, mirá lo que les pasó a Cacho Castaña, a Darín. Además no quería que me echaran del Apartamento Sardina, si la voz se corría hasta La Baltasara y se enteraban el Muso de Brazatortas, o Amalia, o José María, el sobrino de Antonio, no pisaba nunca más en la vida yo ahí adentro y, por otro lado, tenía dos noches más que había pagado con la plata de Rocío, la muy divina me había mandado por Paypal, Rocío... la que me quiere en serio, me había girado plata sin que se lo pidiera, porque leyó acá que andaba mal de dineros, y de ánimos, como para no variar… Me dio una vergüenza enorme, saber que me estaba leyendo, todo esto estaba leyendo, mi nuevo fracaso con la Gitana, mi fracaso drogadíctico... Te quiero mucho, Morocha, sabelo. Siempre.


Me pidió que le tocara el pelo, la Escohotadiana, le había vuelto la confianza, a ella, se levantó de golpe y apagó a Pedro Aznar, se puso a bailar el flamenco, me encanta bailar, me contaba, a ella le había vuelto la confianza pero a mi ni a palos, entonces volvió a pararse frente a mi, porque yo no bailaba con ella, en otro intento de “ablandarme” me preguntó si me gustaba cómo le quedaba el nuevo corte, que lo tenía demasiado finito, me contaba, y eso le traía muchas complicaciones en la vida, le había dado la loca ayer y se lo había cortado la prima, o la tía, o la novia de la hermana que era peluquera y también hacía tatuajes, o pintaba uñas, en los dos días que nos habíamos visto me había contado una infinidad de historias y en ellas había infinitos vínculos familiares, amistosos, historias trágicas o desopilantes, lugares en los que paraba cuando se podía. Y yo se lo toqué, metí mis dedos por entre su pelo suave y finito, sentí su cráneo caliente y transpirado. Aparté la mano rápidamente. Y ahí empezó, no con el telefonito, con lo otro, con lo que finalmente fue la gota que rebalsó el vaso. Sigue)

Continuará...




sábado, 17 de noviembre de 2018

Capítulo 402 "Cortala"

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Auto de alquiler
La puerta había quedado abierta, yo la había dejado así, a la puerta del departamento, también de eso me había olvidado. Eran alrededor de las nueve de la noche, eso suponía, entraba un vientito de tormenta, se movían las cortinas de tela de las ventanas, los papeles que habían quedado sobre la mesa, papeles en el viento. Afuera se escuchaba gente que iba y venía, era noche de sábado, de arriba un flamenco improvisado cortaba el clima tenso de la escena. Si nos hubiéramos encontrado ese condimento habría estado muy bien, tormenta y amor, flamenco y besos, pero no, el relato había agarrado para ese otro lado, el más perverso e interesante, paranoico alocado, bien que nos pese.

Tuve miedo de que alguien viera, de que escucharan los mozos, mis vecinos, ella me seguía llamando “mi amor”, medio a los gritos, porque yo no respondía a sus preguntas. ¿No me querrás ver más, Marina?, repetía una y otra vez, que yo ya me he encariñado contigo, guapa. Había vuelto a pararme, esta vez sin la excusa de la guitarra, quería que se fuera cuanto antes, se lo hice saber, amablemente, creo, se puso casi a llorar, muy angustiada, que esperara entonces, exclamó, despechada, que si yo yo yo insistía en ser así, truncadora de Universo, le iba a pedir a su prima que le encargara el Uber. ¿Otra vez con el Uber? ¡Pero yo te llevo! ¡NO!, respondió, ya algo fuera de sí.


Tuve la certeza de que no se quería ir, estaba ganando tiempo, no sé para qué. Sentí terror. Volvió a agarrarse al teléfono, a chatear y a sonreír mientras lo hacía. Me puse muy muy nerviosa. ¿Y porqué no pedís el Uber desde tu súperiphone?, le pregunté, dándome cuenta de que estaba usando el móvil de fuera del país adentro del puto país, sin darse cuenta, sin que la marijuana le permitiera darse cuenta, la marijuana o su neurosis, o quizá ya no le importaba que yo me diera cuenta, no lo sé. (Sigue)

Continuará...




viernes, 16 de noviembre de 2018

Capítulo 401 "A ciegas"

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Su escuela de remo en Triana.
Esa última frase la escribió en su facebook, yo te deseo que salgas, que logres que te sucedan historias, la Escohotadiana la escribió, como a las cuatro de la mañana, mientras bajaba toda la que se había fumado en mi apartamento, después del gran despelote gran del cual todavía no sé cómo salí viva. ¡Porque no estoy yo acostumbrada a estos trotes drogadícticos! Además una cosa es hacerlo con Escohotado, un tipo comedido, experimentado, o con la Gitana, o con Dragún, con ellos no había pasado esto, nadie se había brotado de esta manera tremebunda. Aquella noche, cuando fumamos a la vera del Guadalquivir, terminamos algo mareadas y encendidas, pero acá la cosa se había puesto más que fulera, fulerísima, ella tenía miedo de mi, yo tenía miedo de ella, un horror. La dejé en medio de la calle, sin dudarlo un momento, paré el auto en cuanto vi un taxi estacionado, no sé ni a dónde, era en una plaza, bajé, le abrí la puerta y no le quedó otra que salir, yo como si nada, le hice señas al taxista y ella, mientras tanto, se bajó, mirándome desconcertada, yo no me volví más, me subí al auto y desaparecí, todavía temblando.

Conduje a ciegas como cuarenta minutos, desde Alhaurin hasta Málaga, por la inhóspita y deteriorada A-357; creo que se bajó por la avenida Andalucía, ni ella sabía cómo volver a “lo de su prima”, o “a lo de su tía”, ya no recuerdo a dónde carajo quería que la llevara, quizá no tenía a donde ir, me había dicho que era nómade, tal vez lo que buscaba era un lugar en dónde parar, no lo sé, por suerte tenía el auto de alquiler, yo, no había llegado a tiempo a devolverlo y quedó durmiendo en la parte de atrás del departamento, era la preocupación del día, cuánto me iban a cobrar por la demora, hasta que pasó lo que paso con esta chica, claro, entonces la preocupación se volvió más básica, cómo sobrevivir a la chiflada.

Me había puesto la mano en el pecho mientras me aguantaba el humo adentro lo más que podía, quería que la droga me fulminara la resistencia, quería animarme a vivir, como me reclamaba ella, loca de mierda, yo mantenía los ojos cerrados. Pedro Aznar seguía sonando pero ahora no saturaba, el tiempo es veloz, decía él, pero acá pasaba cada vez más lento, ella había sabido arreglarlo, el parlantito, no se ni cómo. Abrí los ojos. Me estaba mirando. Tiene ese tipo de ojos que tanto me gustan, algo achinados, curiosos, despiertos, intrépidos. ¿Ya no me querrás más?, preguntó, otra vez con gesto demente. Mira que me he encariñado contigo, Marina. ¿No nos veremos más? ¿Ni como amigas? Yo no respondía. ¿Por qué volví a sentarme a su lado? No me acordaba. Mi amor, me dijo, ¿que vas a bloquearme? Sentí un malestar en el pecho, no era ardor, era otra cosa, una sensación fea, cuando respiraba. Tenía ojos intrépidos pero no intentaba nada, como si lo erótico se nos hubiera bloqueado a las dos. La puerta seguía abierta de par en par. (Sigue)

Continuará...



jueves, 15 de noviembre de 2018

Capítulo 400 "Que salgas"

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Ella y Él siguen juntos.
Me dejé abrazar por ella hasta que me soltó. Se había puesto sus lentes porque yo tenía miedo de que los aplastáramos con las rodillas, los había dejado sobre las mantas, y tanto jodí con eso que al final me obedeció y se los puso, cuando todavía no se había puesto rara la cosa. Me tomó la cara con sus dos manos. Te quiero ayudar, Marina, yo te voy a ayudar, me prometía con pasión. Y mientras nos abrazábamos buscaba esa simpatía que había sentido por ella, esa casi atracción, esa empatía. ¿A dónde se había ido en el momento menos indicado? ¿Por qué se había ido? La mina me encandilaba, mucho me encandilaba, cuando nos hablábamos por teléfono, cuando por el whatsapp nos decíamos buen día, buenas tardes, o ¿estás durmiendo? ¿En qué andas? Desde el día de la conferencia no había pasado uno solo sin que conversáramos un rato, había dejado de pensar en la Gitana, el en Hinchapelotas Andalú, en Gala y sus desaconsejables consejos… Incluso me olvidaba de lo de mi madre conversando con ella, de aquél lejano mundo lleno de calamidades. El sonido del teléfono se convirtió en una buena noticia, en sensación agradable, desde hacía año y medio que no sentía eso, el teléfono era sólo augurio de malas nuevas sobre mi madre, sonaba el aparato y yo pegaba un salto de espanto: ¿y ahora qué carajo le pasó? Pero apareció esta piba y la pulsión de muerte se convirtió en otra cosa, en algo atractivo, dionisíaco.

Acá había otra foto de ella, caput.
Me ofreció tirarme el humo en la boca otra vez, en realidad lo hizo, y yo la abrí. ¡Ábrela!, rogaba, y yo respondía que la tenia abierta pero ella insistía con que no. Entonces la abrí todo lo que pude y aspiré. Retuve el humo que me llegó hasta la coronilla. Antes de que me dé el ataque de tos ella agrarró su móvil, contentísima, se puso a mi lado y nos sacó una foto. Acto seguido me la mandó por whatsapp. Estaba hermosa con sus lentes puestos, sonriendo como una niña feliz. Hacía cinco minutos me gritaba como loca y ahora… Largué el humo y empecé a toser como una descosida, no sé qué significa toser como descosida pero me pasó eso. La negación a ser feliz, pensaba, mientras trataba de reponerme, por eso me pasa esto, la negación a dejarme ser y es hereditario, mi padre nunca pudo emborracharse, lo intentó miles de veces, tomaba, también como un descosido, pero nunca pudo perder la conciencia, dejarse ir. Pero a mi no me iba a ganar este miedo, le quité el cigarrito de la mano, que ya lo estaba dejando de nuevo cortito, y le di otra profunda calada, esta vez lo hice bien lento, sintiendo como el humo entraba por la laringe, luego por la traquea, cerré los ojos. Ella puso su mano sobre mi pecho, la palma abierta. Yo te deseo que salgas, que logres que te sucedan historias; que las trabajes, que las riegues con tu sangre, con tus lágrimas y con tu risa hasta que florezcan… (Sigue)

Continuará...




martes, 13 de noviembre de 2018

Capítulo 399 "Un largo minuto"

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Y volvió a mirarme desde las mantas, desde su reposo neurótico drogado, desde su paranoia bipolar a lo Cristina Fernández de Kirchner, qué te ocurre, que me estáis dando miedo, Marina, ¡me quiero ir de aquí! Entonces el celular le volvía a avisar que había entrado un nuevo mensaje. Y sonreía. Y miraba. El celular nuevo miraba, no el roto, y respondía a una velocidad psicótica. ¿Se estaba divirtiendo conmigo? ¿Estaba jugando con su novia lesbiana? ¿Con su prima lunática? ¡No la podré drogar ni robar, maja! ¡Esta tía es más dura de lo que pensaba! Igual... Que me des un rato más, ¿vale? Porque tras cada cosa que pasaba, tras cada reacción que yo tenía, ella escribía, como si le estuviera relatando a alguien lo que pasaba puertas adentro. La miraba parada a un metro de ella, con la campera en la mano, angustiada, paralizada, tratando de no reaccionar, no pudiendo creer en lo que se había convertido este encuentro que iba a ser ameno y feliz, por lo que compatibilizábamos, aparentemente.

Jiu Jitsu Málaga.
Empecé a tener ganas de agarrarla de los pelos y sacarla a patadas, a trompadas, y si se resistía iba a tomarla por el cuello, era flaquita, no más alta que yo, la iba a agarrar del cogote y a sacarla del departamento a la rastra, me sentía furiosa. FURIOSA. Ella había practicado Jiu-Jitsu, sí, quizá un poco de trabajo me daba, es cierto, al hermano esquizofrénico cuando le agarró el brote aquel lo había reducido ella, me lo contó la primera noche, tuvo un brote y se lastimó todo, gritaba y nadie podía controlarlo, rompía lo que tenía delante, vidrios, muebles, todo, entonces ella le hizo una llave de Jiu-Jitsu, lo tomó no sé cómo del cuello, le inmovilizó los dos brazos y logró que no se matara, ese día. Su hermano se suicidó tiempo después, y eso no era mentira mitómana, su mamá en facebook tiene la foto del chico, era más grande que ella, también poeta, como su padre. Había tomado no sé qué jarabe para la tos en combinación con alcohol y había sido un cóctel letal.

Acá había foto de ella pero me amenazó y la hube de sacar...
Dejó de chatear y se puso a armar otro cigarrillo de marihuana, ante mi asombro, mi ira, mi desconcierto, mi mareo incipiente, con el frasco que había traído tenía para toda la noche, para todo el mes. Me dijo que eran para mi, que ya se iba, para que me quedaran a mi. Me dio pena la chica, en ese momento sentí una lástima enorme por ella. ¿O era por mi? La miré armar el cigarrillo, toda abocada, el móvil no le volvió a sonar. Y el miedo me dejó ser de nuevo. Dejé la campera y me senté a su lado otra vez, no me registró enseguida, hasta que terminó el tercer porro, cuidadosamente cerraba el extremo, humedecía el papelito con saliva, entonces me miró con dulzura y me lo dio, como un obsequio, pero yo no lo agarré. Y ahí me abrazó, me estrechó fuerte entre sus brazos fibrosos, un largo minuto, o más. (Sigue)

Continuará...



lunes, 12 de noviembre de 2018

Capítulo 398 "Oportunidades"

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Mi paranoia se quedó dura. No le dije nada pero se ve que sintió la necesidad de explicarme, porque iban y venían, ella y su locura, su locura y ella, que aseguraban que la loca era yo, la cerrada, la miedosa, era como si fueran dos en una, de pronto se reía y tecleaba, como si nada pasara, y de pronto se paranoiqueaba y casi que me gritaba, me dijo que qué la miraba así, que ella no era una delincuente, por suerte no dijo delincuenta, creo que no lo hubiera soportado, me explicó que un móvil lo usaba cuando salía del país y el otro acá, por eso tenía dos. Ah, me dije, después de una pausa, y me la quedé mirando. En ese momento me cerró su excusa, algo adentro mío insistió con que estaba imaginando todo, yo, la loca, la exagerada, que no era la chica una traficante de órganos, o una asesina, o una psicópata, que todo era producto de mis fobias, que tenía razón ella, yo me cerraba, no me permitía vivir, no dejaba que me tocara la varita mágica de la María para así juntas disfrutar del bello psicodélico momento. Me imaginé a mi psicóloga retándome porque no me había animado a fluir, porque me había cerrado, me sentí limitada y miserable… No soy una delincuente, volvió a decirme, y yo logré calmarme un poco, parecía que amainaba algo esa rareza que nos había sorprendido, sobrevenido.

Hoy
Tengo que levantarme temprano, le expliqué de nuevo, le conté lo de mi madre, todavía sentada en la silla, con la voz lo más tranquila que me salía, la mirada apuntando a sus ojos brillosos pero todavía chispeantes, le expliqué eso en un intento de que comprendiera, que no podía estirarlo más, necesitaba que se fuera lo antes posible, eso no se lo dije, pero me seguía sintiendo muy incómoda, la piba era una bomba de tiempo. Le ofrecí acompañarla hasta donde necesitara, me di cuenta de que estaba transpirando. Y ahí la cara le volvió a cambiar. ¿Ya quieres que me vaya?, lamentó, no puede ser que seas así, Marina, y encendiendo el cigarro de nuevo, completamente relajada, empezó a relatarme una historia “de las suyas”. Que había estado en el Gran Cañón del Colorado con un tipo que se cruzó no sé dónde y habían terminado en Texas, recorrieron USA en una Harley Davidson, porque a ella le gustaba vivir, necesitbaa vivir, y entonces no podía estar con alguien como yo porque ella sí se le animaba al mundo, a la aventura, a dejarse llevar, ella no truncaba al Universo que constantemente te pone OPORTUNIDADES delante para sacarles el jugo. Yo era truncadora. Estaba más que claro. Y mientras seguía reprochándome cosas recordé que después de la conferencia de Escohotado había visto por Facebook que coincidíamos en un grupo facebookeano de filosofía. ¡Qué coincidencia!, me había dicho cuando se lo comenté. Me  agarró la paranoia de nuevo. Dios mío. ¿Cuánto hacía que la mina esta sabía de mi? ¿Y si había caído a la conferencia no para ver al Gurú sino porque yo dije en el grupo que iba a ir y-- Snetí el miedo en el cuerpo. Me paré y fui derecho hasta la puerta del apartamento, en un segundo la abrí de par en par y le alcancé la campera. Ella estaba chateando de nuevo, a cuatro manos. No se dio cuenta de que me levanté. (Sigue)

Continuará...



domingo, 11 de noviembre de 2018

Capítulo 397 "Paranoia"

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Se levantó a arreglar el sonido que salía de la Notebook, el problema estaba en el cabezal sucio, se levantó claramente excedida de coraje de vivir pero en el estado en el que estaba lo que menos podía era conectarse con lo que estábamos viviendo. Volvió a sentarse a mi lado. ¿Qué ta ocurrío, Marina?, volvió a preguntarme, sin mirar, sin dejar de teclear el puto aparatito, su teléfono, tecleaba, se reía, y me volvía a preguntar. ¿Qué ta ocurrío? No esperaba mi respuesta, preguntaba y chateaba, incoherentemente. Empecé a sentirme mal, peor que incómoda, como un malestar paranoico me agarró, entré en argentino mode, el miedo a que fuera una ladrona que quería drogarme para robarme; el miedo a que tuviera un cuchillo en su cartera; el miedo a que enloqueciera y me atacara; el miedo a que no quisiera irse, a no poder sacarla del departamento; el miedo a todo eso que es moneda corriente en las noticias de Argentina. ¿Y si era parte de una banda de trata de personas? Ahora tenía mi número, mi nombre, porque le había contado del blog y le pasé incluso el capítulo primero… Ella lo sabía todo de mí. TODO.

Guardé la guitarra en su funda, como para alejarme de ella sin levantar la perdiz, me senté en la silla al lado de la mesa, en silencio, oyendo la música sin oírla, pensando en cómo invitarla a irse sin que armara escándalo, me lo veía venir. ¿En qué lío me había metido yo? ¡Este era un lío real! ¡De vida o muerte en serio! ¡Del que realmente no sabía cómo carajo escaparme! Dejó el teléfono a un lado y me miró, seria otra vez, con el mechón de pelo negro que le tapaba un poco los ojos. Me había jurado que no era teñido cuando le pregunté, pero no le creí. A mi me están saliendo canas y tengo cuarenta y tres, ella con cuarenta y ocho mirá si no iba a tener, ese fue el primer indicio de que era mitómana. El mitómano falsea la realidad para que sea más soportable e incluso puede tener una idea distorsionada de sí mismo, generalmente con delirio de grandeza.


No temáis, me decía, vale que no puede ser que seáis así, trabaja tus fobias conmigo, Marina, insistía con cara de orate, ¡animate, guapa! ¡No puede ser que porque alguien atraviesa el metro cuadrado que te rodea te pongáis así!! Me hablaba como si me conociera de toda la vida. Y luego tecleaba y reía. Y luego dejaba a un lado el teléfono de nuevo y me miraba otra vez. Y yo tragaba saliva y respondía, lo más tranquila que podía, que no me pasaba nada, que me tenía que levantar temprano, que eso era todo, y que ya se lo había dicho. ¡Hablame! ¿Piensas que me quiero instalar aquí? ¿Que no tengo sitio a dónde ir? ¿Eso piensas? ¡Qué te ocurre! ¿Por qué no me hablas? Y ahí sonó el otro móvil, uno más chiquito con el vidrio todo roto, hecho percha estaba ese teléfono, y como estaba drogada lo sacó de la cartera adelante mío. ¿Para qué tenía dos teléfonos la piba? (Sigue)

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sábado, 10 de noviembre de 2018

Capítulo 396 "Una novata"

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Pensé que me iba a besar pero no lo hizo, por suerte, toda la atracción que sentía por ella se esfumaba, al momento en que se levantó empecé a sentirme incómoda. Estaba extrañadísima yo porque hasta hacía nada me encandilaba la chica, estaba más que a gusto, me parecía muy cariñosa, humilde, aventurera, pero cuando se levantó tambaleándose y se sacó la campera la vi lesbiana, muy lesbiana, y algo se me apagó. Me tiraba el humo en la boca y luego me miraba fracasar, morir en el intento, o sobrevivir intentando, una y otra vez, soplaba pero no salía ni medio humo de mi boca. Debes aspirarlo todo, insistía, pacientemente, bien hondo, mira, hasta el fondo, y retener luego lo más que puedas, entonces volvía a pitar y me exhalaba a un centímetro de la boca, lentamente, era como una personal trainer de drogarse. Y yo una novata. No me salía, cuando intentaba aspirar resulta que ya había aspirado, quizá por ansiedad, quizá por vulnerabilidad, quizá por eso que ella decía, el miedo a vivir, el miedo a morir, y no me entraba nada de humo, entonces lo largaba pero salía menos que nada. Y ahí el cigarrillo se me apagaba, trataba de encenderlo y hacía una cagada peor porque lo quemaba mucho y era un desastre y ella desesperaba porque la droga es cara. En un momento casi se me enciende el pelo, me lo apagó con su mano; y en otro me quemé la nariz porque el cigarro iba quedando cada vez más cortito, porque ella sí aspiraba y exhalaba lindo y profundo, en fin… un espanto de drogadicta soy, no le cuenten a Escohotado.

Y a mi madre hay que hacerle un raspado, eso decía el mensaje, al final lo miré sin tomar nada, coraje de vivir, de enfrentarse a lo que toca, no decía vuelve ya mismo, no, decía el viernes voy a tratar de conseguir cama en el hospital Fernández, harán una biopsia para ver si el pólipo es bueno o malo. Entonces, haciendo caso a las recomendaciones de la Escohotadiana, llamé a Patricia por whatsapp y me atendió. Y me confirmó, una vez más, que uno no se cruza con las personas por casualidad, te encontrás solamente con aquellas que tienen para decirte lo que necesitas que te sea dicho. (Sigue)

Continuará...