Del miedo a que me invadan al temor a que no me quieran por mi miedo a que me invadan. Porque al final tanto miedo, mira, que me busco a otra y vete con tu desconfianza al cuerno, tía. Eso sentí al otro día, la certeza de que la imperfecta era yo, no ella, la seguridad de que no iba a llamarme nunca más porque era una pérdida de tiempo, cuando me levanté lo sentí, me levanté y encontré la puerta abierta. Marina la desconfiada no había recordado cerrar la puerta luego de dejar a la caótica muchacha en el taxi. Me quedé perpleja. ¿Cómo no me había acordado de cerrar la puerta al entrar? Yo, que soy tan meticulosa con eso. Primero pensé que había vuelto, ella, que había entrado a la casa mientras yo dormía pero no, claramente me había olvidado de cerrarla. Recorrí el departamento con la mirada, la ventana también había quedado abierta de par en par, la cortina se movía con el viento. Eran alrededor de las nueve de la mañana, tenía que conectarme al whatsapp porque mi madre iba a hacerse el análisis y había prometido estar, aunque sea vía telefónica. Sentí el cuerpo como si hubiera luchado a capa y espada contra un batallón de comunistas sulfurados porque privados de su propiedad privada. Entonces la loca fui yo, pensé. La maría también me había hecho efecto a mi y la pobre chica se había asustado de eso, de mi cambio de comportamiento tan abrupto, porque si había dejado la puerta abierta quiere decir que yo no estaba del todo en mi. ¿O si?
Fui hasta ella y la cerré, después de mirar a un lado y al otro por el pasillo, completamente consciente de que el blog se estaba convirtiendo en una suerte de thriller pabloescobariano. No me disgustaba del todo. Fui al teléfono que había quedado conectado al enchufe, cargándose la batería. Escuché las conversaciones que había tenido luego de dejar a la chica, una con mi Amiga Milagrosa, otra con un amigo periodista, justo me había escrito un mensaje por otra cosa y yo, alterada como estaba, le conté todo. Y no, la verdad es que no parecía fuera de mi, le conté la película entera con lujo de detalles, a mi amiga también, ella incluso me preguntó si no estaría yo algo boleada, tanto que exageraba la cosa. ¿Te parezco algo boleda?, respondí, de lo más lúcida. Así que no, no había sido yo la descolocada, claramente había actuado con sentido común frente a semejante situación
Sin embargo me sentía en falta, sentía que no me había animado a vivir, como ella me había repetido y repetido toda la noche. Y me sentí mal por no poder ser lo que ella esperaba de mi, que vaya a saber qué era. Eso siento siempre, que no me van a querer cuando descubran lo miedosa que soy, lo melindrosa, lo vueltera, porque claramente asustarse de alguien a quien no conocés en absoluto que viene a tu casa y se pone chiflada con la marihuana es ser una vueltera. Me recordé recordando lo de la abogada, porque si no lo recuerdo el capítulo anterior queda inconcluso, recordé lo de su amiga, la abogada fraudulenta, mientras manejaba, me lo había contado cuando nos fuimos a cenar después de la conferencia de Escohotado. Me angustié mientras me recordaba recordándolo porque { (Sigue)
To be continued... (i hope)