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Y volvió a mirarme desde las mantas, desde su reposo neurótico drogado, desde su paranoia bipolar a lo Cristina Fernández de Kirchner, qué te ocurre, que me estáis dando miedo, Marina, ¡me quiero ir de aquí! Entonces el celular le volvía a avisar que había entrado un nuevo mensaje. Y sonreía. Y miraba. El celular nuevo miraba, no el roto, y respondía a una velocidad psicótica. ¿Se estaba divirtiendo conmigo? ¿Estaba jugando con su novia lesbiana? ¿Con su prima lunática? ¡No la podré drogar ni robar, maja! ¡Esta tía es más dura de lo que pensaba! Igual... Que me des un rato más, ¿vale? Porque tras cada cosa que pasaba, tras cada reacción que yo tenía, ella escribía, como si le estuviera relatando a alguien lo que pasaba puertas adentro. La miraba parada a un metro de ella, con la campera en la mano, angustiada, paralizada, tratando de no reaccionar, no pudiendo creer en lo que se había convertido este encuentro que iba a ser ameno y feliz, por lo que compatibilizábamos, aparentemente.
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Jiu Jitsu Málaga. |
Empecé a tener ganas de agarrarla de los pelos y sacarla a patadas, a trompadas, y si se resistía iba a tomarla por el cuello, era flaquita, no más alta que yo, la iba a agarrar del cogote y a sacarla del departamento a la rastra, me sentía furiosa. FURIOSA. Ella había practicado Jiu-Jitsu, sí, quizá un poco de trabajo me daba, es cierto, al hermano esquizofrénico cuando le agarró el brote aquel lo había reducido ella, me lo contó la primera noche, tuvo un brote y se lastimó todo, gritaba y nadie podía controlarlo, rompía lo que tenía delante, vidrios, muebles, todo, entonces ella le hizo una llave de Jiu-Jitsu, lo tomó no sé cómo del cuello, le inmovilizó los dos brazos y logró que no se matara, ese día. Su hermano se suicidó tiempo después, y eso no era mentira mitómana, su mamá en facebook tiene la foto del chico, era más grande que ella, también poeta, como su padre. Había tomado no sé qué jarabe para la tos en combinación con alcohol y había sido un cóctel letal.
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Acá había foto de ella pero me amenazó y la hube de sacar... |
Dejó de chatear y se puso a armar otro cigarrillo de marihuana, ante mi asombro, mi ira, mi desconcierto, mi mareo incipiente, con el frasco que había traído tenía para toda la noche, para todo el mes. Me dijo que eran para mi, que ya se iba, para que me quedaran a mi. Me dio pena la chica, en ese momento sentí una lástima enorme por ella. ¿O era por mi? La miré armar el cigarrillo, toda abocada, el móvil no le volvió a sonar. Y el miedo me dejó ser de nuevo. Dejé la campera y me senté a su lado otra vez, no me registró enseguida, hasta que terminó el tercer porro, cuidadosamente cerraba el extremo, humedecía el papelito con saliva, entonces me miró con dulzura y me lo dio, como un obsequio, pero yo no lo agarré. Y ahí me abrazó, me estrechó fuerte entre sus brazos fibrosos, un largo minuto, o más.
(Sigue)
Continuará...
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