CAPITULO ANTERIOR
|
Ella y Él siguen juntos. |
Me dejé abrazar por ella hasta que me soltó. Se había puesto sus lentes porque yo tenía miedo de que los aplastáramos con las rodillas, los había dejado sobre las mantas, y tanto jodí con eso que al final me obedeció y se los puso, cuando todavía no se había puesto rara la cosa. Me tomó la cara con sus dos manos. Te quiero ayudar, Marina, yo te voy a ayudar, me prometía con pasión. Y mientras nos abrazábamos buscaba esa simpatía que había sentido por ella, esa casi atracción, esa empatía. ¿A dónde se había ido en el momento menos indicado? ¿Por qué se había ido? La mina me encandilaba, mucho me encandilaba, cuando nos hablábamos por teléfono, cuando por el whatsapp nos decíamos buen día, buenas tardes, o ¿estás durmiendo? ¿En qué andas? Desde el día de la conferencia no había pasado uno solo sin que conversáramos un rato, había dejado de pensar en la Gitana, el en Hinchapelotas Andalú, en Gala y sus desaconsejables consejos… Incluso me olvidaba de lo de mi madre conversando con ella, de aquél lejano mundo lleno de calamidades. El sonido del teléfono se convirtió en una buena noticia, en sensación agradable, desde hacía año y medio que no sentía eso, el teléfono era sólo augurio de malas nuevas sobre mi madre, sonaba el aparato y yo pegaba un salto de espanto: ¿y ahora qué carajo le pasó? Pero apareció esta piba y la pulsión de muerte se convirtió en otra cosa, en algo atractivo, dionisíaco.
|
Acá había otra foto de ella, caput. |
Me ofreció tirarme el humo en la boca otra vez, en realidad lo hizo, y yo la abrí. ¡Ábrela!, rogaba, y yo respondía que la tenia abierta pero ella insistía con que no. Entonces la abrí todo lo que pude y aspiré. Retuve el humo que me llegó hasta la coronilla. Antes de que me dé el ataque de tos ella agrarró su móvil, contentísima, se puso a mi lado y nos sacó una foto. Acto seguido me la mandó por whatsapp. Estaba hermosa con sus lentes puestos, sonriendo como una niña feliz. Hacía cinco minutos me gritaba como loca y ahora… Largué el humo y empecé a toser como una descosida, no sé qué significa toser como descosida pero me pasó eso. La negación a ser feliz, pensaba, mientras trataba de reponerme, por eso me pasa esto, la negación a dejarme ser y es hereditario, mi padre nunca pudo emborracharse, lo intentó miles de veces, tomaba, también como un descosido, pero nunca pudo perder la conciencia, dejarse ir. Pero a mi no me iba a ganar este miedo, le quité el cigarrito de la mano, que ya lo estaba dejando de nuevo cortito, y le di otra profunda calada, esta vez lo hice bien lento, sintiendo como el humo entraba por la laringe, luego por la traquea, cerré los ojos. Ella puso su mano sobre mi pecho, la palma abierta. Yo te deseo que salgas, que logres que te sucedan historias; que las trabajes, que las riegues con tu sangre, con tus lágrimas y con tu risa hasta que florezcan…
(Sigue)
Continuará...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario