Un día quise dar con este periodista, empecé a buscarlo, la búsqueda se puso interesante, me senté a escribirla, en el capítulo 5 conseguí su teléfono, en el 14 me animé a llamarlo, en el 30 saqué pasaje (tenía que hacer avanzar la historia), en el 45 le llegó a Campanella justo cuando tenía que viajar, terminé trabajando con él. En el 76 arribé a Sevilla, en el 83 lo puse contra las cuerdas y la aventura continúa... (Vivir para escribirlo luego porque la realidad supera la ficción).
Me había puesto muy muy nerviosa. La puerta había quedado entreabierta y si alguno de los mozos se asomaba, mis ya amigos mozos... Porque la puerta estaba abierta por entero, no un poquito, si se asomaba alguien qué iba a pensar, con el olor a marihuana que había, la chica tan lesbiana y alborotada, que yo era una loca iban a pensar, una pervertida, una indigna, una inmoral, así piensa mucha gente de pueblo, por no decir la mayoría: pueblo chico, seso chico; pueblo chico, lúgubre episteme. Y sí, por una lado todavía me importa lo que los demás piensen de mi, porque si son unos cuantos, los que piensan que sos una inmoral, una machinazi, una jodida, se puede poner fulera la cosa, ahora te escrachan en la internet y andá a cantarle a Gardel, mirá lo que les pasó a Cacho Castaña, a Darín. Además no quería que me echaran del Apartamento Sardina, si la voz se corría hasta La Baltasara y se enteraban el Muso de Brazatortas, o Amalia, o José María, el sobrino de Antonio, no pisaba nunca más en la vida yo ahí adentro y, por otro lado, tenía dos noches más que había pagado con la plata de Rocío, la muy divina me había mandado por Paypal, Rocío... la que me quiere en serio, me había girado plata sin que se lo pidiera, porque leyó acá que andaba mal de dineros, y de ánimos, como para no variar… Me dio una vergüenza enorme, saber que me estaba leyendo, todo esto estaba leyendo, mi nuevo fracaso con la Gitana, mi fracaso drogadíctico... Te quiero mucho, Morocha, sabelo. Siempre.
Me pidió que le tocara el pelo, la Escohotadiana, le había vuelto la confianza, a ella, se levantó de golpe y apagó a Pedro Aznar, se puso a bailar el flamenco, me encanta bailar, me contaba, a ella le había vuelto la confianza pero a mi ni a palos, entonces volvió a pararse frente a mi, porque yo no bailaba con ella, en otro intento de “ablandarme” me preguntó si me gustaba cómo le quedaba el nuevo corte, que lo tenía demasiado finito, me contaba, y eso le traía muchas complicaciones en la vida, le había dado la loca ayer y se lo había cortado la prima, o la tía, o la novia de la hermana que era peluquera y también hacía tatuajes, o pintaba uñas, en los dos días que nos habíamos visto me había contado una infinidad de historias y en ellas había infinitos vínculos familiares, amistosos, historias trágicas o desopilantes, lugares en los que paraba cuando se podía. Y yo se lo toqué, metí mis dedos por entre su pelo suave y finito, sentí su cráneo caliente y transpirado. Aparté la mano rápidamente. Y ahí empezó, no con el telefonito, con lo otro, con lo que finalmente fue la gota que rebalsó el vaso. Sigue)
Cuídate Argentina, que escribes bonito ....
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