sábado, 17 de noviembre de 2018

Capítulo 402 "Cortala"

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Auto de alquiler
La puerta había quedado abierta, yo la había dejado así, a la puerta del departamento, también de eso me había olvidado. Eran alrededor de las nueve de la noche, eso suponía, entraba un vientito de tormenta, se movían las cortinas de tela de las ventanas, los papeles que habían quedado sobre la mesa, papeles en el viento. Afuera se escuchaba gente que iba y venía, era noche de sábado, de arriba un flamenco improvisado cortaba el clima tenso de la escena. Si nos hubiéramos encontrado ese condimento habría estado muy bien, tormenta y amor, flamenco y besos, pero no, el relato había agarrado para ese otro lado, el más perverso e interesante, paranoico alocado, bien que nos pese.

Tuve miedo de que alguien viera, de que escucharan los mozos, mis vecinos, ella me seguía llamando “mi amor”, medio a los gritos, porque yo no respondía a sus preguntas. ¿No me querrás ver más, Marina?, repetía una y otra vez, que yo ya me he encariñado contigo, guapa. Había vuelto a pararme, esta vez sin la excusa de la guitarra, quería que se fuera cuanto antes, se lo hice saber, amablemente, creo, se puso casi a llorar, muy angustiada, que esperara entonces, exclamó, despechada, que si yo yo yo insistía en ser así, truncadora de Universo, le iba a pedir a su prima que le encargara el Uber. ¿Otra vez con el Uber? ¡Pero yo te llevo! ¡NO!, respondió, ya algo fuera de sí.


Tuve la certeza de que no se quería ir, estaba ganando tiempo, no sé para qué. Sentí terror. Volvió a agarrarse al teléfono, a chatear y a sonreír mientras lo hacía. Me puse muy muy nerviosa. ¿Y porqué no pedís el Uber desde tu súperiphone?, le pregunté, dándome cuenta de que estaba usando el móvil de fuera del país adentro del puto país, sin darse cuenta, sin que la marijuana le permitiera darse cuenta, la marijuana o su neurosis, o quizá ya no le importaba que yo me diera cuenta, no lo sé. (Sigue)

Continuará...




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