domingo, 2 de diciembre de 2018

Capítulo 414 "Fraudulencia en la autovía"

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Por un momento tuve ganas de abrir la puerta del auto y empujarla en medio de la autovía, terminar con eso así  de golpe, porque no la soportaba más, pero no soy una asesina, lamentablemente, así que no pude, ella no paraba de agraviar, de agredir, me echaba la culpa de lo que pasaba constantemente, me remarcaba una y otra vez que yo era un desastre, una fóbica que no se animaba a vivir, que la estaba tratando mal porque la tomaba por una delincuente, una ocupa. ¡Y si no te querías ir!, pensé yo, no se lo dije porque si ya con mi silencio me lanzaba un borbotón de nunca acabar, si respondía… ¿Cómo fue que aquello, un encuentro tan ameno, se había convertido en eso? ¿Por qué carajo era que tenía que atravesarlo? ¿Cómo era que cada vez que intentaba abrirme a los demás me daba de jeta con la miseria humana, que tanto miedo me da? Preguntas que iban a tenerme en vilo durante las dos siguientes semanas, preguntas a las que no encontré respuesta, todavía.

Y luego chateaba. Y luego arremetía de nuevo con que me iba a extrañar si no nos veíamos más, que yo no podía ser así con la gente, que ella quería volverme a verme, y que fuera a visitarla a su pueblo, tienes que conocer mi lugar, guapa, lo decía apenada y sufriente. Pasaba de indignada/enojada a apenada/sufriente como yo de tercera a cuarta. Tienes que cambiar, Marina. Bueno, respondí, y empecé a tratarla como a los locos, a darle la razón en todo, a intentar desviar hacia lugares comunes. ¡Qué linda noche, no! ¡Creo que esta curva es algo peligrosa! ¡Oh, como es que la carretera está en tan mal estado! Pero ella seguía en el carril del agravio, no había manera. Entonces trataba de concentrarme en el camino, no sabía a dónde íbamos, me había pasado algunas coordenadas pero de tanto nervio se me habían olvidado, sé que era a Málaga, dos calles que no conocía, supuestamente era lo de su tía, o su prima. Ya hacía unos diez minutos que había agarrado la A-357, había muy poco auto acompañando la escena, me sentí en la boca del lobo. La miré de reojo. Chateaba, como si estuviera en otro mundo y cada tanto conectaba con este. ¿No hablarás más? ¡Insistes con eso! Y ahí miré su teléfono, sin disimulo, total no se daba cuenta de nada en el estado en que estaba. Creo. Otra vez chateaba con el móvil que supuestamente usaba fuera del país, el súperiphone, me había dicho que era muy básica, que necesitaba poco y nada para vivir, y entre esas básicas cosas tenía un súperiphone de treinta mil pesos mínimo, bastante más de lo que yo gano con un mes de trabajo. Miré la pantalla y vi que mandaba un corazón, enorme el corazón, creo que mi precario Samsung no tiene esos emoticones de alta gama. Estaba jugando conmigo. Tenía una novia y se estaban divirtiendo. Y ahí sentí el retorcijón en la panza. Me acordé lo que me contó de su amiga, la fraudulenta abogada. (Sigue)

Continuará...




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