domingo, 27 de agosto de 2017

Capítulo 125 "Dos peces de hielo"

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Lo bueno dura, ya lo dijo el Coronel, lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks así que por esto y no por otra cosa el emocionante (y largo) día en La Carbonería va camino del epílogo y ya séééé, ya sé que el mundo se desmorona, los atentados abundan, la estupidez insiste y la gente está cada vez mas psicótica (usted) pero yo presumo de escritora así que es mi deber entretenerla con cuentos y novelitas que poco tienen que ver con la realidad circundante. Voy a relatarles entonces, y no perdamos más tiempo, lo que pasó entre el loco y yo (o viceversa) cuando sanseacababa la orgía flamenca en La Carbonería.

Lo voy a hacer, claro está, para que se distraiga y no se deprima por lo que está pasando en Europa gracias a usted. ¡¿Gracias a mi?! Sí, gracias a usted que acusa a los musulmanes de irracionales y la verdad, qué quiere que le diga (nada), yo veo irracionales en todos lados. Irracionales que caen como chorlos día a día en la trampa de los medios y sus noticias. El perrito apaleado, el bebito abandonado, el tironcito en el muslo de Di María, el SI, el NO, el TAL VEZ… Cualquiera de ellas sirve para que usted se enoje y salga a insultar a su vecino, y así pasan los días, los años, los vecinos y de pronto el planeta es de los fanáticos religiosos ¡Oh! ¿Cómo es que pasó esto? Pues ya lo dijo John Lennon, pasó mientras usted y yo estábamos ocupadas opinando en facebook… Y ojo, eh… no me vaya a venir con la perorata de que el asunto es más complicadito porque no tengo tiempo para profundizar y mucho menos para informarme; lo importante no deja tiempo para lo urgente:


Tras despedirnos de todo el mundo caminamos por una estrecha callecita que no me importa cómo se llama. Tímidamente está empezando a gotear de nuevo. Los dos vamos en silencio, silencio raro, silencio de final de obra. Abre el enorme paraguas marrón. Nos metemos abajo. En algunos barcitos hay gente tomando algo. Deben ser como las siete de la tarde. Jesús camina mirando el piso, ensimismado, ceño fruncido. ¿Por dónde andará de viaje esa cabeza chiflada? La de él no tengo idea pero la mía quiere que el tiempo se pare acá porque en una semana tengo pasaje para Buenos Aires, tengo que volver al trabajo, pagar mi alquiler, buscar a mi perro a la guardería, a mi gata a lo de mi mamá… Ya ni novio me quedó en aquella ciudad ajena y desvencijada... Porque los novios te dejan si te vas a buscar a otro al otro lado del planeta. No sé por qué, pero es así.


En eso el loco da un respingo ¡No fui al baño!, me dice preocupado. Y sin tiempo a que le diga algo me encaja el paraguas, se da vuelta, se arrima a la pared y alivia sus humanas necesidades. Es lo que se llama un loco pragmático (con todas las letras y sus correspondientes acentos). Y no sé a usted pero a mi los pragmáticos me pueden. Se cierra los pantalones. Me quiero casar con vos, loco andalú, le digo. Me mira. Agarra el paraguas. Lo vuelve a abrir. (Capitulo siguiente)

Continuará...

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