martes, 21 de julio de 2015

Capitulo 64 "Amarga despedida"

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Por supuesto el jefe respondió enseguida. Y no recuerdo qué porque pasó hace varios largos larguísimos días y ni loca voy a ir a mirar el mail, me amargaría de nuevo. De mi amarga vida. De mi fracaso. De mi imposibilidad de trabajar con otra gente, y de aguantarme a un jefe, o a a varios, que supervisen y me digan qué hacer y qué no. Nunca pude. Jamás. Sobre todo porque en general los jefes no son jefes por mérito sino porque ahí los ponen, porque son amigos del jefe más jefe, o porque son los dueños del lugar que nos da empleo. Acá el jefe más jefe sí ameritaba serlo pero no estaba del todo al mando. Al mando estaban los otros dos, de los cuales uno tenía larga y brillante trayectoria, pero sin indicaciones claras estaba tan perdido como yo: reescribí el capítulo entero, había dicho, pero cuando lo emitieron por la televisión no le habían cambiado nada. ¡Lo pasaron tal cual lo había reescribo yo! ¿Entonces? Entonces estaba en lo cierto, o me estaban pelutudiando, me pedían que escribiera para ver qué ideas me afloraban o, como no sabían qué carajo cambiar, estaban más mareados que yo. 

Algo como que lo lamentaba, decía la respuesta de Juan José Jefe (la triple jota) pero que él no veía que la cosa estuviera tan pero tan mal y que las personas con las que elegía trabajar era con las que, a pesar de los vientos en contra, se quedaban en el barco. Al mal tiempo buena cara, de esa frase me acuerdo, sí, porque me quedó atragantada. ¿Cómo iba a poner buena cara si hacía semanas que no dormía, nadie me decía bien qué hacer y cuando hacía me decían que estaba mal? Le escribí a los pocos días para pedirle disculpas y le revelé lo que el subjefe caca blanda nos hacía, lo mal que nos trataba a veces, que nos había llamado descartables, pero nunca me respondió. De verdad no podía entender cómo él se llevaba bien con alguien como Caca Blanda. Será que son parecidos, respondió la vez que se lo comenté a la guionista del ojo mocho. Me dejó pensando. ¿Mi maestro? ¿Mi ídolo parecido al maltratador gordo jefe de guión?

Escribo esto con un esfuerzo descomunal, esfuerzos burgueses, claro, que afloran de melodramas de la misma clase. He quedado con la pluma renga, amputada, sin vida. Intento levantarme el ánimo recordando que todavía tengo lo otro, a mi muso esperando en España, que en octubre hay vuelo y posiblemente sea esta mi senda, mi norte: vivirescribir, que otra cosa bien no me sale, salvo sacar a pasear al perro y engancharme con tarados imposibles, soberbios, egocéntricos. De esos que preguntan por tus cosas pero en realidad lo que menos quieren es que respondas, que les cuentes, porque no se trata de ellos, de sus cosas tan geniales, únicas y brillantes. O, sacando el resentimiento de en medio, no quieren que respondan porque les interesa mucho lo que hacen, a lo que se dedican, les apasiona y una no está a la altura. La adrenalina de un amor no puede competir con la de una pasión de la vida. Una profesión, un oficio. Campanella es uno de estos. Sí. A qué negarlo. Me enganché con él pero sólo tiene ojos para él y sus cosas. Y su señora esposa, claro, y su hijo. Y cómo no si lo que hace es vivir en la boca de un volcán, teniendo que resolver en el aire, con miles de espectadores esperando y la adrenalina y la dopamina a borbotones. Y USA, y Buenos Aires... En fin... De Guatemala a Guateelhorror. Y descendiendo voy.

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