jueves, 28 de mayo de 2015

Capítulo 57 "Sin escapatoria"

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Director de equipo de guión

Llegué a casa, apoyé la computadora en la mesa y me dejé caer en el futón con un vaso de cerveza vieja, sin gas, pero todavía conservaba el saborcito; algo era algo. De nuevo me estaba boicoteando porque tenía sólo tres días para leer quinientas mil páginas de capítulos para ponerme al día, tenía que empezar ya, por eso me habían dejado ir de la productora, pero... Sin querer queriendo estaba tomando alcohol, con lo que me tumbaba esa sustancia alucinógena, legal por conveniencia. Pedí un calzone hawaiano con mucha ananá, y como iban a tardar una hora me di una ducha. Peor. El agua caliente me relajó y estaba ya para irme a la cama, aunque eran las seis de la tarde. Hubiera dormido hasta el año siguiente, y que me contaran entonces cómo le había ido a Entre caníbales si mi. Seguro que bárbaro.

Intenté dormitar hasta el arribo de calzone pero no pude. Los nervios no me abandonaban un segundo, ni siquiera en mi casa, lejos del mundanal mundo de la cocina de la tele. Porque ya estaba metida. Ya estaba hasta el caracú. Esto que decía de las decisiones, cuando uno las toma, esto fue apersonarme en la productora, dar la prueba, después hay que hacerse cargo de las consecuencias. Era parte del equipo de guión. Ya tenía un contrato firmado. No había escapatoria, además, si escapaba ¿qué imagen dejaría a mi maestro? Se había acordado de mi. Pidió que me hicieran una prueba. ¡Quedé! ¿Lo iba a dejar plantado? Seguramente tenía guionistas para tirar manteca al techo pero no era esa la cuestión sino más bien la otra, la del comportamiento ético. (Temblé). ¿Y si me agarraba un ataque de pánico? ¿Y si se me nublaba todo y no podía escribir una sola palabra? ¿Y si se me cortaba la luz y me quedaba sin poder leer algo? 

Tocaron el timbre. Por suerte. Puso fin a mi Mode catástrofe incipiente. El chico de la pizzería, que bajara con cambio porque se lo había olvidado. Trajeron uno napolitano pero ni se me ocurrió protestar. Sonó mi teléfono. Mi amiga valenciana, agente 99 que me ayudaba a hacer avanzar la otra historia, la de Jesús Quintero. Que había llamado al loco andalú para preguntarle porqué no había respondido más (por lo de mi obra de teatro/excusa para disparar sucederes) pero no la atendió. ¡Y escucha esto, Filoc!, relataba entusiasmada por mensaje de voz. El tío me ha devuelto el llamao al juzgao. ¡Que me ha llamado Jesús Quintero al juzgao y todo el mundo se ha enterao porque atendió un empleado y se puso a los gritos qué porqué me llamaba a mi Jesús Quintero! ¡Se ha enterao hasta el juez, oiga! Se reía, incrédula. Llámame y te cuento qué ha dicho de la obra y de tu estreno en su teatro de la calle Cuna, hala, ¡no te arrepentirás!

Y otra vez la sensación encontrada. Por un lado estaba trabajando con Juan José Campanella (Jota Jota), o eso intentaba, cosa que me propuse el año 2011, una mañana alocada inusitada. Por el otro los putos guardianes de la puerta habían logrado lo que vaticinó mi amigo Miguel: con la tentación disfrazada de Jota Jota me habían desviado del camino, no iba a viajar en junio a Sevilla En busca de Jesús Quintero, y por un tiempo no iba a poder modificar yo la fibra del Universo con tal de obtener de él nuevo material, nuevas situaciones para escribir acá. Era claro: no podía jugar con Jesús Quintero ahora, no tenía tiempo, aunque me intrigaba mucho lo que habría respondido sobre mi obra no contaba con energía ni para preguntar a MJ qué había respondido nuestro chiflado Jesús. ¡Tenía que leer treinta capítulos! 
Dejé el teléfono a un lado y comí sin ganas un cuarto del calzone, y parecía mentira, esa misma mañana había cambiado la fecha del pasaje a España, esa misma mañana había sido mi primer encuentro con Juan, pero parecía haber pasado una eternidad... 

Continuará...

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