miércoles, 26 de abril de 2017

Capítulo 112 "Cartón pintado"

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¡Ridículo! ¡Inconcebible! ¡Con lo seguros que estábamos todos de estar en lo cierto! ¡Con lo tranquilos que nos habíamos quedado! Resulta que ahora la cosa no era como pensábamos ¡Creíamos que era rojo y al final era amarillo patito! ¡Creíamos que era A pero en verdad era lo contrario! ¡Creíamos que eran los chechenos y había sido Putin! ¿Pero de qué cuernos está hablando Marina, siempre tan vueltera? (No se pregunta usted al borde de la catatonia). Pues da igual, vieja rasposa, porque todas las verdades tarde o temprano han sido desmentidas INCLUSO LAS FALSAS así que si cree que acertó, está equivocada. Además entre nosotras ¿de qué me sirve estar en lo cierto si sigo siendo una infeliz? ¿Y POR QUÉ ES MARINA UNA INFELIZ? (Tampoco se pregunta usted al borde del aneurisma). Pues porque nos acercamos a la crónica del final tan anunciado:

Antonio, Aguilar, Vigorra y el castillo en la cima.
Viene cayendo ya la tarde en Almodovar del Río. Sigo a Jesús escaleras abajo, vamos abandonando el lugar de la comilona atenea junto a Vigorra y a otros que no sé ni quiénes son. Al andar con la celebrity, vengo descubriendo, se vive rodeado de gente, de la famosa y de la otra, es bastante entretenida la cosa (al menos por ahora). Antonio Gala hizo mutis por el foro y no ha dejado ni rastros salvo la sensación en mi de no haber charlado con él lo suficiente. Mis pensamientos se han aquietado. Por primera vez en todo el viaje no estoy intentando adivinar qué es lo que sigue. ¿Será que al fin aprendí a vivir el presente? ¿O es el cansancio por tantas putas emociones? Un grupo de chicas lo para al loco y le pide fotos. Jesús accede. Todos sonríen. Yo sigo camino abajo, digamos que deprimida.

Chicas Almodovar
Llegando al final de la escalera abro la puerta del lugar y la verdad es que sí, estoy abrumada. ¡Demasiado sueño cumplido para un solo día! Acá afuera el silencio es abrumador, no hay un alma en la angosta callecita. Y dice Galeano que el miedo es una cárcel muy aburrida, ya lo sé, pero yo en este momento siento eso, qué le voy a hacer... Miedo de que se termine todo esto; miedo de irme con Jesús a su casa si se da; miedo de no ir, de no animarme y arrepentirme después toda la vida; miedo a terminar en el hostal sin poder frenar mi cabeza; de engancharme con él alocadamente ¿y después qué? El grupo abre la puerta, Jesús viene charlando con una chica de la organización, ella lo cubre con un paraguas. Tú te viene con nosotros, me dice él y sigue charlando (ay...). Ella lo escucha atenta mientras él, seductor, le habla por lo bajo. Ambos se ríen.


Y sí, el día se acaba y tanto joder encontré a mis musos; este personaje ha logrado al fin el objetivo. Vigorra nos llama, que lo sigamos, nos apura mientras camina hacia el Mercedes con sus llaves en la mano. Y allá vamos los dos tras despedirnos de todos esos extraños. Extraños que compartieron conmigo el día que no voy a olvidarme, el día que me demostré que si uno se lo propone llega hasta dónde se le da la gana. Lo demás, cartón pintado. (Capítulo siguiente pinche acá)

Continuará...

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