jueves, 29 de junio de 2017

Capítulo 117 "Causalidad"


Vogirra, Quintero y Gala
Y la casualidad no existe dice un fulano, y yo puedo afirmarseló porque voy a contarles algo que pasó ayer en Almodovar del Río y ahora sé que el encuentro con José Antonio Sierra iba a tener sus consecuencias. Y es curioso, sabiendo el futuro de la historia el presente se comprende diferente, es como espiar una hoja venidera de la novela, ver una película por segunda vez o volver con el ex marido. En general es contraproducente, claro. Por ejemplo si usted supiera o supiese que Iglesias, Rivera o Macri van a ser más de lo mismo el presente sería nefasto pero como aún no lo sabe la vida se soporta, todavía. Y yo la envidio, ya se lo dije, porque sé que hasta que no dejemos de preferir el orden a la justicia la cosa no cambiará. Por suerte están los diarios que me hacen olvidar de lo importante. En fin...
 
Esperando a Gala
Resulta que José Antonio es corresponsal de Andalucía y por causalidad estaba apostado a mi lado mientras esperábamos la llegada de Antonio Gala. Conversamos un poco y al escuchar mi acento me pregunta de dónde vengo. ¿Escribes para algún medio en Buenos Aires? No, señor, respondo, lo que escribo no encaja en medio alguno, no tiene pies ni cabeza… Salvo Quintero y yo no creo que alguien más se divierta con esta novela que venimos escribiendo, ahora a dúo. La cuerda de la Argentina y el loco de la colina. Reímos y ahí es que me propone escribir una crónica sobre lo que estaba viviendo, que se la mande que él podía publicarla. ¿Salir en el diario? ¿Yo? ¿Usted dice que me echo a perder, vieja?

Escucho un ladrido, vuelvo al presente, la lluvia amainó un poco, nos da una tregua. Abro la puerta de La Carboneria y entro; soy una catarata del Niágara. Un par de perritos vienen a saludarme. Perritos andaluces. Cierro intentando no levantar la perdiz. Está muy oscuro ahí dentro. En alguna parte se escucha un bebé. Alguien me hace una seña. Camino hasta el fondo (lo que yo creía era el fondo porque este lugar es enorme) y ahí está el de la colina sentado a la mesa con otros dos.


Me lo quedo mirando. A veces siento que todo esto no está pasando, que en algún momento me voy a despertar y estaré en mi cama, en mi casa... Porque no tiene sentido ¿Por qué este hombre me trajo a trabajar con él tan reservado que es? ¿Será que, contra todos mis pronósticos, Quintero la pasa bien conmigo? Lapicera en mano, rulos mojados, se lo ve de lo más compenetrado. Lleva anteojos de leer y si no querías que peque por qué pusiste en mi tanta pulsión, dijo San Agustín. Y a este loco andalú en mi camino (puede tirarme con tomates tras la cursilería, para eso la hube de colocar, el tomate está carísimo en Argentina). ¡Ven, Marina!, me llama y yo me derrito al espiedo, me acerco a ellos tímidamente mientras me acuerdo de una frase de almanaque: La vida es la suma de todas tus decisiones. (Capítulo siguiente piche acá y va derecho viejo)

Continuará...

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