domingo, 24 de diciembre de 2017

Capitulo 177 "Nochemala"

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Y yo ya sé que hoy es nochebuena, sé que están todos preparando las ricas cosas con las que se van a atragantar en un rato mientras discuten sobre Puigdemont, Macri, Ariana Grande o Jack el destripador, mientras observa que su marido le hace un regalo más rimbombante a su cuñada y cuando ella lo abre él la mira como ya no la mira a usted después de cuarenta años de inexplicable convivencia... Sé que soy una desubicada haciendo esto a estas horas pero es que acabo de encontrar un momento y un rincón en donde refugiarme a escribir lo ya vivido en la colina de Sevilla ¡Y NO PUEDO DESPERDICIARLO!

Estamos en Punta Umbría, tomando sol me quemé hasta partes de mi cuerpo que no sabía que existían porque acá no se usa corpiño, señora. Y si les chimento con quiénes voy a cenar esta noche primero nadie me va a creer, y segundo me di cuenta de que si cuento lo ya vivido antes de escribirlo se me desinfla la inspiración. El adelanto es que ella además de ser preciosa, dar unos besos espeluznantes, tener una mirada desquiciante y pintar como los dioses cocina mejor que la mare mía. La mare mía que hoy cuando hablamos por el skype no sólo se acordaba de todo sino que en lugar de enojarse porque estoy estirando la estadía más de lo aconsejable me felicitó por hacer lo que quiero en esta vida (la esquizofrenia es hereditaria). Solamente se quejó  porque va a tener que aguantarse sola a mi tía jodiendo con el plomero ¡y ahora se agregaron pintores, tiene el patio invadido por escaleras y latas de enduído!

Desde la cocina viene un aroma guapísimo, ella está haciendo algo que se llama vasitos de salmorejo y buñuelo de bacalao. Y yo creo que hoy me casaría... sí. ¿En España está aprobado el casamiento entre sexos iguales? ¿Usted dice que no lo haga? ¿Que estoy bajo el efecto del frenesí engañoso de los primeros tiempos? Bueno, basta, voy a volver al flashback porque se me viene la noche, tengo que ayudarla a ella a poner la mesa, tengo que bañarme y sacarme toda esta arena, vestirme no porque se nos hizo costumbre andarnos medio en pelotas aunque hoy quizá la cosa cambia porque hay invitados, ¿no?

La cuestión es que seguía lloviendo a cántaros, yo le dije de irme pero el loco insistió con que no, que cómo me iba a ir con ese clima espantoso, a esa hora de la madrugada, todo un caballero bien patriarcal, como me gustan a mi. Me condujo hasta un baño enorme, me dijo que usara la toalla que quisiera, había jabón, agua caliente, shampoo, cremas hidratantes, acción interesante para el relato, ¿qué más podía pedir yo? Hasta ahí con ella solamente nos habíamos besado un poco y bajo los efectos de la María así que yo me duchaba intentando volver en mí, tratando de convencerme de que todo había sido un desliz andalú y que de ahí en más volvíamos a los rieles, le devolvíamos el protagonismo a él, como demandan las viejas mira-sálvame, yo me olvidaba de ella, de la gitana, como debe ser, porque tampoco soy Hitchcock como para andar cambiando todo en la mitad de la película. ¡Que no tengo tanta cancha! Entonces se abrió la puerta del baño. (Sigue)

Continuará...

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