miércoles, 27 de diciembre de 2017

Capítulo 180 "Mientras agonizo"

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Gitana agreste
Y acá hablan de las elecciones, de Puigdemont, de comunicación, al parecer España no estaría teniendo destino y cada uno de ellos lo había vaticinado. Hoy está medio nublado, igual la playa por la mañana estuvo preciosa porque no hace frío. La panza no me da má, creo que tengo las ojeras por el piso, no me veo en un espejo hace dos días. ¿O tres? ¿Hoy qué día é? ¿Cuánto hace de la navidá? ¿Ya llega el año nuevo? ¿La puacua? ¿El thanksgiving? Ella. Ella. Ella mimetizó a amazona fatale, la asistente impoluta ha quedado en Sevilla y no sé cómo hace pero se las arregla para estar siempre muy linda. ¿O será que me ciega el hechizo de la lujuria? Ahora mismo sentado a la mesa él cuenta una anécdota divertida, todos ríen y enseguida otro toma la posta y la palabra. Y ella no deja de mirarlo, intensamente, lo mira como me miraba a mi el otro día en la colina, la otra noche, para ser más específicas, esa que todavía no pude terminar de escribir. ¿¿Por qué lo mira así a él?? (Pausa jodida) ¿Y por qué me importa tanto? ¿Me estoy por empezar a angustiar? ¿Me estoy poniendo celosa? (Warning...)

Fernando Dragón todavía sobrio
Así que el que vive no escribe, ya lo dijo el muso Gala y tenía razón. Desde el lunes que no puedo agarrar el ipad porque en la Nochebuena hubo de todo pero en navidad peor. De acción y de morfi le hablo, que es lo mismo. La Nochebuena fue más íntima, comimos adentro y había sólo unos pocos peces gordos en cambio el lunes se llenó la casa de gente importante. Se han ido relevando desde entonces, algunos se van, otros llegan, y otros están acá casi sin dormir ¡¡ya hace cuatro días!! Yo hube de pulular de corro en corro, guardé algunas conversaciones de oro para mi blog. Lo único es que la salud se va resintiendo porque entre un tal Fernando Dragón (o algo así) que está borracho hace tres días y no para de contarme por qué le gustan las jovencitas (a una cuarentona no se le cuenta eso a menos que quieras tu propio masculinicidio); entre los gritos ininterrumpidos, porque se pisan unos a otros para dar la primicia, sea cual sea, los periodistas son insoportables, peor que los actores; entre las piruetas playeras con la gitana agreste y su bello niño; el alcohol, la fumata y la acción que se me va acumulando ¡estoy que agonizo, señora! Y mientras agonizo:

La luz cada tanto parpadeaba. Ella que me abrazaba, con sus manos pintoras me tenía firmemente de la nuca y puede haber cosas más lindas, pero pocas. Su cabeza reposada en mi hombro ya no tan tenso. La lluvia caliente, la borrasca Ana, un trueno cada tanto hacía retumbar el baño en la colina. Mi cuerpo no reaccionaba. El shampoo se me metía en los ojos, los cerré. Y empecé a subir la mano, la del jabón, lentamente por su espalda. Sentí como toda ella se estremecía, me abrazó con más fuerza, me llevó contra ella toda. No sabía si estaba animándome a jugar o yendo con mi mano a agarrarla de su brazo, a frenarla, a pedirle recato, a sacármela de encima, a esquivar el bulto, a escaparme de lo que intuyo me va a mover el piso, como hice siempre. Llegué con el jabón hasta su nuca y volví a bajar, bien despacito. Su respiración entrecortada, su cuerpo dejándose ir. Y no, no pude sacármela de encima. Recorrió mi hombro con su boca, subió por mi cuello y así nos quedamos. Hazlo otra vé, suplicó bajito. Y volví a hacerlo. Mil veces. (Sigue)

Continuará...

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