viernes, 12 de enero de 2018

Capítulo 192 "El poeta"

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Caminábamos por el centro de Sevilla hacia el Teatro Quintero, habíamos estado hablando los tres de hacer mi obra ahí y ella me lo quería mostrar. Yo le contaba que cuando Campanella se dio cuenta de que lo había vuelto personaje de este blog me dejó de responder los mails, dos años después a ella le iba a decir lo mismo frente a la puerta de la colina. ¿Cómo omitirte? ¿Cómo dejar pasar un punto de giro tan interesante? Por gracia de Campa es que cambio la fecha de mi primer viaje y por gracia del cambio logro ver a Gala y a Quintero juntos… Cambié abruptamente de tema, sí, me fui de la autovía y no pienso volver por ahora. Estoy encerrada enfermamente en mi nueva pensión en Sevilla, bien lejos del barrio Santa Cruz, son las doce del mediodía, tengo el termo de mate a mi lado pero estoy dando cuenta de una Cruzcampo y un sánguche que compré en El corte inglés.

Me fui de la colina infernal, no daba para más la cosa. Ya les contaré cómo y porqué cuando pueda y si no puedo... Ye veré. Lo importante es mi salud mental, me lo vengo repitiendo y repitiendo desde que pude al fin despegarme de ellos. No enciendo mi móvil desde hace dos días. A mi mamá tuve que llamarla desde locutorio y así estamos...  Estoy a dos de mi Guadalquivir, en la otra punta de Sevilla, bien lejos de aquello. Tengo un McDonald a una cuadra, wifi a borbotones y creo que pude dejar de pensar en ella. Esribir no es pensar, creo. Tengo la mente embarullada. Perdón el abrupto giro pero que no daba má, la gitana es… la gitana... y eso, ya volveremos a ella cuando se me reponga el alma.

Ahora no hago más que discutir por facebook con un nuevo persona/je creo que definitorio en esta historieta. Hice borrón y cuenta nueva, definitivamente. Y no hay vuelta atrás. Igual que Campanella, igual que Ella, el hombre se resiste a ser punto de giro pero al mismo tiempo, sabiendo lo que yo hago, se me pone delante de la manera más tentadora. Estuvo solamente un día en El Portil, un sesenton que no dejaba de mirarme y no tomaba alcohol. El poeta. No me deja poner su nombre verdadero. Fue guionista de Jesús durante treinta años. Su Cyrano, digamos. El dueño de la mayoría de los monólogos. El verdadero loco, lo digo, sí, porque tengo la cabeza hecha un quilombo, si no supongo que me reprimiría para no quedar mal con dios. Volví a verlo ayer en una librería, otra, en donde presentaba el libro de una amiga. Me invitó y me llegué. Al finalizar el evento nos fuimos todos a un bar a tomar algo de parados. No paraba de proponerme finales para este blog, que sigue desde el comienzo, confesó, finales desopilantes. Me contó cosas sobre ella y él, cosas muy muy íntimas que yo ignoraba por completo. ¡Y ahora pretende quedar fuera del asunto! (Alguien me toca la puerta, dios mío, tiemblo cada vez que alguien me toca la puerta) (Sigue)



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