lunes, 22 de enero de 2018

Capítulo 202 "Bendita locura la cordura"

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Esa mañana antes del lío (mi sonrisa es forzada, la extraño)
Bendita locura la cordura, escribió alguna vez Javier Salvago. Frente a la cara de culo de Amigo Tenerife  marqué el teléfono del loco ahora desde mi móvil, obligada por María José que dice que las cosas se arreglan hablando, como si los humanos tuviéramos la habilidad de Escuchar, de Comprender, de Ponernos en lugar del otro, flor de ilusión... El restaurante estaba repleto y hacía un poco de calor. ¿O eran mis nervios? El loco me atendió enseguida, me dio un vuelco el corazón, corté y solté el teléfono como si tuviera la peste. Empecé a temblar. ¿Lo ha cogido?, preguntó mi amiga valenciana. ¡¿Que lo ha cogido y has cortao?! Agarró mi móvil y miró el display. ¡Le has colgao al loco, Filoc! Yo no podía emitir palabra. Mi amigo quería YA irse de la mesa pero no se iba supongo que porque a la vez quería ver hasta dónde éramos capaces de llegar. O quizá no tenía algo más interesante que hacer o por ahí le dolían los pies porque habíamos caminado mucho esa mañana por la ciudad a la que yo ya no podía caminar sin andar mirando para todos lados perseguida.

Sonó mi teléfono sobre la mesa: Jesús Quintero llamando. Entré en pánico. Se me cortó la respiración. Empecé a hiperventilar y ahora no estaba mi bella gitana para ayudarme con lo de la respiración, eso me hacía doler el alma una eternidad. Mi amigo nos miraba entre espantado, anonadado, disgustado, admirado y yo, panicosa, intentaba explicarle que a esto había venido a Sevilla y no a papar mosca en tours por el Guadalquivir. ¡A buscar acción y puntos de giro para mi relato! ¡A eso vine y lo siento mucho, te lo juro, por tu cumpleaños!


El teléfono sonaba sobre la mesa, María José me pedía casi a los gritos que lo atienda y yo no me animaba porque qué le iba a decir después de cómo me fui de El Portil sin decir ni mu, después de todo lo que había pasado. Además me temblaba la voz, no iba a poder hablarle. ¡No puedo hacerlo, María, perdón! ¡Además mirá si la que llama es ella y no él! MAría tampoco sabía todo lo que pasó, por eso insistía con que atienda. Mi amigo miraba el teléfono, a María José, a mi, intentaba persuadirnos ya algo asustado. La locura asusta a veces porque no estamos habituados a ella, sí acostumbramos decir que estamos locos, que tal ha hecho una locura, pero lo decimos sobre cosas que ya están normalizadas como locuras, ¿me comprende? (No) Lo que estáis haciendo no está bien, dijo mi amigo. ¿Pero por qué? ¡Pues porque el tío no sabe qué estáis haciendo, coño! ¡Estáis jugando con él! ¡No habéis ido de frente! ¿De frente? ¿Qué es ir de frente?, pregunté, sulfurada. Mira, las dos estáis locas. ¡Coge el móvil, Filoc!, aullaba María José ya desesperada. Alguna que otra persona de mesa vecina nos miró de reojo. (Sigue a pesar de que no tengo mi ipad)
Continuará...



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