¿No era que estabas enamorada del tío?, preguntó mi amigo indignado. Shhhhhh…. Silencio que se puso al aparato el señor de los silencios: ¿Hola, Jesús? (…) Habla María José Murillo (…) MARÍA JOSÉ MURILLO, he venido desde Valencia, ¿cómo estas tú? (………...) Vale, mira, que estoy por aquí en Sevilla unos días y pues... me preguntaba si podíamos vernos, estoy escribiendo algo sobre ti… Yo puse mis ojos grandes ante la destreza improvisatoria de mi amiga. Mi amigo escuchaba sin dar crédito y sin emitir sonido, como sabe observarse el deshielo del Perito Moreno todos los eneros. Podía ver en él las ganas de liberarse, de salirse del cascarón acartonado, de animarse a jugar un poco con nosotras. Mi amiga quedó en verse con el loco al rato en el bar de la esquina, viejo y peludo.

De pronto todos contra mí, ahora Marina además de loca era mala... Esta no es la vida que me habían prometido en el taller literario y claramente transitábamos el último punto de giro, en el que la protagonista se encuentra bien bien lejos de su objetivo. Suspiré. Y así, del poco dormir y del mucho vivirescribir se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio... ¿Y si estamos locas? Los dos me miraron con sus ensaladas en la boca. ¿Y si sí estamos locas qué? ¿Estoy matando a alguien? ¿Estoy lucrando con algo que daña? ¿O dañan más los perejiles que producen cine basura para entretener desgraciados consumistas de oxígeno al ñudo? ¡Los guiones en los que se gastan millones! ¡Malísimos! Y el de María José es genial pero no se lo produce nadie. ¡Soy parte de un engranaje psicótico, SÍ! ¡Soy el chivo expiatorio! ¡Y eso me exime de toda culpa! ¡DE TODA CULPA! De pronto miré para los costados, estaba gritando y la gente nos veía. En la tele daban un partido del Betis. Me acomodé en la silla, perdón, les pedí, y le puse sal a mi ensalada. (SIGUE)
Continuará...
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