Rocío intuía lo nuestro. Ya había intentado (en vano) sonsacarme algo. La que irradia sensualidad intuía, claro que intuía, porque las minas sabemos hasta lo que no sabemos que sabemos. Incluso sabemos cómo salir del entuerto patriarcal de manera mucho menos troglodita que el enojo neurótico. No lo ponemos en práctica por la misma causa por la que creamos junto al hombre un sistema que nos subordina y lo soportamos 3500 larguísimos años. Así que a Rocío le bastó observar un segundo y medio cómo le miraba yo la Gitana al Loco cuando salimos a comer al restaurante ese los caracoles inmundos que casi me indigesto por la impresión. Un segundo y medio y se dio cuenta de lo que nos pasaba, de que entre nosotras había ya pasado de todo. Yo me la agantaba estoicamente, eh, no dejaba traslucir angustia alguna cuando veía que Ella era más atenta con Él que conmigo, o cuando él le apoyaba la mano en algún lado para pedirle que le pasara el pan, no dejaba traslucir nada, o al menos eso intentaba.
Guadalcacín, el pueblo que vio nacer a la bella Gitana |
¿Te apetece a ti o no, argentina?, preguntó ahora ella con cara de ganas, molesta porque la estaba dejando afuera de la conversación. Y yo me amedrenté, claro que sí, le dije que faltaba solamente una hora para la medianoche y que me parecía medio loco subir ahora just-- Y que a ti te importa musho la Noshevieha, anda que…, me interrumpió ya morfándome con los ojos negros esos que tiene. Parece que así es la cosa por acá, al pan pan y al vino vino. Él se levantó sin preguntar más. Sabemos que no gusta de vueltas este muchacho, enfiló para la puerta de la casa como podía, la llevaba bastante bien. Ella terminó su trago, quedaban dos gotas, se levantó, recobró la estabilidad y lo siguió. Se dio vuelta para mirarme una vez y desapareció atrás de Él. Solita quedé. Solita con mis desconciertos. Perpleja. Miré a mi alrededor, los periodistas charlaban y comían, todos elegantes. Y más de un minuto me llevó reaccionar, faltaban cuarenta y cinco para entrar en el 2018. Pensé en Ella. En que se había ido sin avisarme. Pensé en lo que me había hecho en LIVe y en que esta oportunidad loca no se me volvía a dar en la puta vida. Me levanté y acomodé las cuatro sillas, ahora vacías. (Sigue)
Continuará...
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