martes, 6 de febrero de 2018

Capítulo 213 "Florón, flor de indigestión"

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Eran alrededor de las seis de la tarde del día de Nochevieja, todos felices menos yo que la esperaba a Ella, bah… A esa hora ya no la esperaba nada. La Gitana se había ido, luego me enteré de a dónde, por un tercero, se había ido a Jeréz con su bello niño a pasarla con su mare. Yacía yo en un rincón de la colina de El Portil insolada por la caminata despechada de la madrugada, con el alma acongojada, agujereada, hecha un trapo de piso, por lo de LIVE, porque sentía que me había abandonado, que jugaba conmigo, que me quería con locura pero después lo quería de la misma manera a él. Me sentía hecha una porquería, exactamente como ahora. Me había puesto ropa de Ella, ropa suelta porque me ardía todo. Con su ropa puesta escribo un kilo y dos pancitos porque el olor a Gitana me coloca, me enloquece, me cuece al espiedo. Le había esquivado el beso en la playa cuando me fue a rescatar, sí, y luego me quería morir. ¿Se habría ido por eso? ¿Estaría enojada conmigo? ¿Pensaría ella que la contradictoria era yo que primero la buscaba durante toda la noche en LIVE y después le esquivaba el beso? ¡Encima de que me había ido a rescatar! La colina estaba llena de periodistas interesantes, por acá y por acullá, y la verdad es que la Gitana no es nada tonta, es muy entretenida la vida al lado de este loco tipo, los días son bastante impredecibles, pero eso no me cambiaba el estado de ánimo, ni me lo cambia ahora.

Te va a comé un florón, me había dicho el modisto de pelo raro a la vera de la ruta, en medio del lío de la Guardia Civil, de la alcoholemia, del pasaporte y de mis incipientes celos que por entonces empezaban a aflorar, como quien sí quiere la cosa. Me lo dijo porque vio cómo la miraba todo el tiempo, cómo fracasaban mis intentos de ignorarla cuando volvíamos de la disco en la Hummer de su marido. Ya está, pensé, como si estuviera reviviendo aquel momento, ya estaba indigestada, ya me lo había comido al florón, ya estaba metida hasta el caracú, pero igual hice el esfuerzo de que me guste, quería que me guste algo además de Ella si no cómo iba a seguir con mi vida.

Era barcinonense, tenía unos lentes muy simpaticos, yo ya había oído hablar de él, decían que escribía como los dioses, sesentón, interesantísimo, me miraba desde que llegó pero no se me acercaba, bailaba y se hacía el payaso. Los tipos de menos de cincuenta y ocho tienen como una resistencia a ser interesantes, no sé por qué. Y los tímidos me despiertan cierta inquietud sexual/maternal. Este era tímido. Finalmente me senté a su lado, charlamos un poco y cuando se fue al baño lo busqué en google. Descubrí que no sólo escribía como los dioses, sus artículos de El país eran bestiales pero nadie los comparte y tienen como mucho cuatro comentarios, sino ninguno. Claro, es de los bestiales, los bestiales silban bajito porque dicen cosas interesantes, y eso a pocos interesa. Luego googleé florón, es como garrón, pasar un mal trago, darse la pared contra la cabeza, o viceversa.

Legendarios
Volvió del baño, conversamos largo y tendido y me estaba empezando a gustar mucho cuando se acercó nuestro Loco protagonista, yo lo miraba hacía rato conversar y compartir helado con una morocha muy linda. Los dos se sentaron con nosotros, La morocha y él. Él estaba que se tambaleaba un poco y ella lo sostenía para que no se cayera, reían y se notaba que le daba un gusto bárbaro a ella ponerle la mano encima al legendario loco de la colina. Entonces yo no sé qué dije y también le puse la mano encima, le toqué los lentes de leer que se había dejado puestos, se los acomodé. El Loco se quedó mirándome cuatro segundos con ese gesto adusto pura pose que ya le conocía, cuatro segundos fueron y luego siguió contando su anécdota. (Sigue)

Continuará...

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