Las
cosas son buenas porque las queremos, las deseamos y no al revés,
dice Spinoza, así que es claro que todo lo bueno la Gitana lo tiene
porque yo deséola con fervor, fervor de Buenos Aires. Y cómo no hacerlo, le pregunto a
Baruch. Cómo no amarla si te mira con sus putísimos ojos
apasionaos y es tan femme fatale y contenedora y loca e imprevista y
hermosa y contrariada e impulsiva y buena gente... El 12 de enero me había dejado la
notita por debajo de la puerta de la Pensión Gala, con birome y todo
me la dejó, y no dejó cualquier birome, era la birome con la que
dibujábamos su bello niño y yo durante nuestra feliz estadía en El
Portil (antes del desbole, de que se fuera etc). Mientras dibujábamos Ella trabajaba a
nuestro lado y me miraba cada tanto toda intensa por sobre sus lentes de leer pero después
aparecía Él y lo miraba igual que a mi porque el hijo de puta tiene
setenta y siete pero está guapo que te la voglio dire. Me quedé mirando la birome. ¿Qué quiere
esta Mujer de mi?
Escribía enfermamente el 176, todavía no había pasado lo de
Málaga pero sí todo lo otro y ya andaba con los nervios bastante crispados, tenía mi teléfono apagado hacía dos días, intentaba
convencerme de que Ella no era taaan guapa, era linda, eso sí, interesante, y teníamos afinidad, piel, que
le dicen, mucha piel, como demasiada, pero igual trataba de hacer
encajar a Spinoza en mi sesera porque (todo pasa por algo) el vínculo con Ella me estaba haciendo mal. Hay que virar, Marina, virar. El Poeta me había escrito
por facebook, después de algunas vueltas e histeriqueos, que aceptaba ser el
final de este relato, con ciertas condiciones, claro, que me
detallaba al pie de la letra, una de ellas era no poner su nombre. ¡Eureka!, me dije, esto me viene de pelos, bebí un trago de mi Cruzcampo. Ya tenía
todo cocinado entonces, viraba la cosa hacia él que era por cierto un giro de
lo más interesante porque El Poeta además de ser El Poeta es El
Cyrano, virábamos hacia él, me alejaba de Ella para siempre y me quedaba un final de lo más poético, se los juro, estaba contenta, pero… Si queres hacer reír a dios contale tus planes:
Casi
había logrado ordenarme, me di cuenta de que El Poeta lo que no sabía
era que para ser el final de todo esto iba a tener que entregarse con el cuerpo
porque la cosa es así, primero se vive y después, depende de lo que
pase, vira el asunto para donde vira. Íbamos a intentar que virara para donde queríamos, eso le iba a decir, pero si a esta altura algo sé es que nunca se sabe. Supuse que esto no sería problema, que ya lo habría tenido en cuenta porque según él leía esto desde el comienzo. Así que estaba casi casi llegando a Roma cuando tocaron la puerta. Confieso que tardé un poco, un poco bastante, ¿quién podrá ser a esta hora?, me pregunté. Luego pensé que la única que podía ser era mi amiga Murillo. Estuve frente a mi ipad un rato más y luego me levanté. Abrí la puerta. No había nadie y en el piso: la notita. Luego el señor de la pensión me describió a la Gitana. Una xica rubia, alta, de sombrero... Ya está. Suspiré. Sentí que Roma volvía a quedarme lejísimo. Eso hizo, me la dejó y se fue. Y ahora estoy que me muero porque no me atiende, no sé dónde está ni cómo, encima con todo este despelote de mi mare, la chica, mis pánicos, mi bancarrota… Parada frente a la colina y, como hace dos años, no
me animo a tocar el timbre. (Sigue)
Continuará...
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