Salí del hostal casi llorando, sin tener todavía solución a este entuerto. En realidad no la tengo para ninguno de ellos, ya se habrá usted dado cuenta: no sé por qué la Gitana me invitó a ir con ellos a El Portil, no sé por qué me dejan escribir el blog, no sé si saben que lo estoy escribiendo, no sé si él sabe que yo estuve con Ella ni si Ella sabe que él está con dos (o más) y menos sé por qué no me atiende el puto teléfono desde hace días. ¡QUE SÉ NADA ES LO ÚNICO QUE SÉ! Empecé a caminar, a respirar abajo para volver a tener el control al menos de mi cuerpo, de mi mente ya sé que es en vano, bueno, y de mi cuerpo también: viré sin querer queriendo hacia su casa por la calle Placentines, se suponía iba en busca de mis amigos pero viré. Necesitaba abrazarla, no me importaba si era o no cierto esto que confirmé en Málaga, en lo de la Chana, además tampoco era tan terrible. ¿O sí? ¿Es que podía no imaginar semejante cosa? ¿Con todo lo que había pasado en El Porti y que todavía no pude (o no quise) bajar acá? No me aguantaba no verla, como no me aguanté aquella noche en El portil:
Me levanté atrás de Ella, seguía respirando el aire helado del mar frente a la ventana, su precioso vestidito cada tanto se le levantaba con el viento y asomaban sus piernas, el nacimiento de sus caderas. Hacía un frío de cagarse pero yo sólo verla me derretía al espiedo. Ella idealizaba a Jesús, sí, pero por alguna razón después de cinco días de ausencia se había acostado en mi cama, a mi lado, hecha una bolita y ahí se había quedado dormida.
Me le paré atrás, la odiaba porque se había ido, la odiaba mucho porque ni me había llamado pero estaba hermosa y triste... Se dio vuelta y me miró dos segundos a los ojos, ojos trágicos de deseo, y me besó, como dios manda, como Alá ordena, como Perón decretaría, con esa pasión bien andaluza y no me soltaba, no me dejaba respirar y es que nos veníamos aguantando desde que llegamos acá. Habíamos disimulado desde antes de la navidad, no sé porqué, pero lo hicimos. Me despeinó toda, me llevó de la mano hasta el baño, abrió la ducha y se empezó a desvestir. Y como yo no reaccionaba del todo siguió con la mía, con mi ropa, me la sacó toda, su pantaloncito a cuadros, su remera negra escohotada, mi bombacha beige, corpiño ya no tenía. Yo la miraba muerta, muerta de amor, de desconcierto, la dejaba hacer, me arrastró con ella a la insania más hermosa del mundo. (Sigue)
Continuará...
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