domingo, 1 de abril de 2018

Capítulo 249 "Contagio entre dos aguas"

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Y no me daba cuenta pero estaba empezando a contagiarme, eso tienen en común la intensidad y la locura, las dos se llevan por delante al miedo, a las cabezas como la mía que tanto se detienen a pensar, que viven de la conjetura, que se resisten a dejarse llevar. Le quité la musculosa y la dejé con su corpiño negro, ella se lo iba a sacar pero la frené, me gustaba mucho como le quedaba, además no quería ir tan tan rápido, la cosa se estaba poniendo interesante, lo que me pasaba se ponía interesante. Vente paquí, Rocío, volvió a pedir Él en un tono un poco más alto porque no le dábamos vela en el entierro. Pero ella estaba muy excitada viendo como me sacaba yo los pantalones, creo que no lo escuchó. Venga, quítamelo tú, guapa, suplicó ella pero yo no se lo quité y eso le encantó, era de las que gustan de la desobediencia, por eso le gusta Él, imagino yo, loco, insurgente y a veces hasta un poco tirano y tierno. Me la llevé a la cama, sorprendida de cómo empezaba a dominar la situación. La fiebre parecía haberse olvidado de mi y claro que yo también podía jugar, ya lo había hecho en mi vida varias veces, había jugado de la manera tradicional, sí, con muchachos y nunca más de uno por vez, sin sentir intensidad que ahora estaba apareciendo, porque había jugado a medias, desde afuera, poniendo el cuerpo pero sin estar ahí.

Ella se sentó a los pies de la cama, estábamos a un centímetro de Él que seguía apoyado contra los almohadones del respaldo, se sentó con sus piernas abiertas, invitándome. Me tomé tiempo para mirarla toda, me encantaba su desfachatez, su sin tapujos ni titubeos. Anda, que me lo quite, volvió a pedirme. Di un paso hacia ella, me agarró de las caderas y me besó la panza, un beso de los de ella, de labios húmedos, lenguaraz. Pude escuchar la música que venía desde las mesas de la playa, pude sentir el torbellino que me pasaba en el cuerpo.

Si levantaba mi vista estaba Él observándolo todo, con esa cara impoluta, gesto adusto y seductor, pero no podía mirarlo porque Él era de Ella, era el hombre de la Gitana y yo la estaba por traicionar, aunque Ella lo había traicionado conmigo, pensándolo bien, y a su vez Él la había traicionado con la Sensual de Ibiza, no tenemos certezas pero casi, así que la que faltaba pecar de deconstruida era yo. ¿O no? ¿A sus setenta y siete sentirá el mismo deseo en el cuerpo? ¿La misma excitación? ¿Será que siente una impotencia enorme de ya no poder hacer lo que solía? ¿O está eligiendo quedarse ahí, contemplándonos? La moralina mental volvía a arrancarme de la escena. Afuera sonaba Entre dos aguas. Ella empezó a bajarme la tanga con la boca, eso me trajo de vuelta. (Sigue)

Continuará...


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