Los hombres gozan de poca información acerca de los móviles profundos de su conducta, decía Freud. Creemos saber porqué hacemos lo que hacemos, pero no, recién cuando la consecuencia se hace carne, cuando el resultado aflora nos damos cuenta de que hicimos lo que hicimos, en general, para cagarnos nuevamente la vida, la felicidad que al parecer nos resistimos a alojar por más de un rato. Tengo el cuerpo entumecido. Noche de reconciliación en la colina. Reconciliación irreconciliable porque distintas expectativas a más no poder. Ella quería que me quedara. ¡Después de todo lo que pasó! ¡Que me quedara! Claro, para pasármela sufriendo sobremanera, pensé pero no le dije, cuando puso cara de culo porque empecé a vestirme para tomarme el buque. ¿Anda que no te queda? ¿No te apetece ir a Granada? Eso preguntó, con cara de decepción. La miré y no respondí, seguí poniéndome la ropa, más que nerviosa, porque la idea de que no quisiera volverme a ver nunca más porque me iba me hacía temblar, pero necesitaba irme, aunque me hubiera quedado, eso quería en realidad, quedarme con Ella para toda la vida… y así me la paso sufriendo todo el tiempo entre lo que quiero y lo que creo que es lo mejor. Estresada. Así me hallo ahora. Y peor también. Porque mi padre es frontal entonces yo soy igual, salvo por la pelada, soy igual, y también digo las cosas como un cachetazo, sin el filtro para la nicotina y las personas son sensibles y se ofenden, no me interpretan, no me comprenden (ay).
Demanda, allá voy, pa que te quede claro. |
El estrés es la diferencia entre la expectativa y la realidad. La cosa no es como uno esperaba y ZA, ahí se viene el estrés, la angustia, el vericueto en el alma que se abre y no hay consuelo. El vericueto de la inseguridad, no hay quien lo pueda asegurar salvo la confianza, la confianza en uno, en el propio criterio, en poder sentir que lo que uno siente no está tan mal ¡porque es lo que uno siente! ¿O no? El precio por ser aceptado es la pérdida de la otredad, de la singularidad, de lo que nos hace diferentes. Tengo que volver a Buenos Aires, le confesé ya desde la puerta porque a buenas vistas no estaba dispuesta a compañarme hasta abajo, tan encaprichada que estaba con que me quedara a pernoctar con Ella. La chica que cuidaba a mi mare me ha iniciado una demanda, continué, y no puedo hacer más que ir a enfrentar lo que me toca, tengo que apersonarme en persona, no hay manera de que alguien lo pueda hacer por mi y si no voy… no sé qué puede pasar. Ahí se levantó, toda desnuda, la luz de la lámpara de cama que la iluminaba de costado, un espectáculo de mina, pensé que me iba a atacar, que me iba a decir cobarde o qué sé yo cuanto, me puse a la defensiva, me angustié al cuete porque en lugar de eso me abrazó fuerte y el cuerpo se le empezó a estremecer. Otra vez. (Sigue)
Continuará...
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