martes, 22 de enero de 2019

Capítulo 431 "Como conejo de galera"

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¿Y cuando se juntan dos cuyas vidas carecen de sentido propio, qué? ¿Se dan sinsentido mutuo? ¿O cuando se encuentran el sentido surge como conejo de galera? ¿Será que dos apatías combinadas pueden convertirse en otra cosa? Me surgió la pregunta recostada en la cama de la habitación de huéspedes, la primera noche que dormí en su piso, la noche que buscando un ansiolítico o algo di con ese aparatejo en el cajón de la mesa de luz. El despelote del pasaporte me tenía insomne. Y la Morocha también. Era enorme, el aparatejo, nunca había visto uno así, primero me dio cosa agarrarlo, no entendía de qué se trataba, parecía como de época, supuse que había sido de alguna abuela de ella, me dio un poco de impresión pero al final lo tomé entre mis manos, con una sola era imposible sostenerlo, lo miré de cerca, solté una carcajada silenciosa porque Rocío seguro dormía, aunque su cuarto estaba a unos cuantos metros del mío, a ver si la despertaba, en ese momento estaba que no quería ni verla porque me daba cuenta de que me estaba enganchando... su bonhomía, su ofrecérmelo todo tan “desinteresadamente”, además es hermosa, ya lo dijimos. Pero no, no podía engancharme con nada ni nadie más porque mi madre estaba jodida y me tenía que volver. FIN. Me lo dije en mayúsculas, FIN, para que no me quedara duda, había logrado dejar atrás a la Gitana, al Chiflado Andalú… Bueno, la Gitana me había desenganchado de prepo, la porquería que se había mandado con el Toni no me había dado opción.

Así que si no fuera por el despelote del pasaporte mañana te ibas, Marina, quedate tranquila, no te vas a enganchar, no podés, así que dormí y dejate de joder. El lunes vamos al consulado y listo, te darán un reemplazo de pasaporte o agregarán una hojita para más sellos o alguna otra cosa, cambiás el boleto y FIN. FIN. Pero no me podía dormir, a pesar de mis autoconsuelos. El clonazepam había quedado en mi mochila y ésta había quedado en el comedor, y no quería ir al comedor, tenía miedo de cruzármela, de que me escuchara y se asomara, no quería verla ni oírla, tenía el cuerpo que no daba más por el viaje desde Álava, ¡novecientos kilómetros! No me moví de la cama. Pero el sueño no venía y me puse a pensar en ella, en Rocío. Sin querer queriendo, trataba de buscar otros tópicos, en qué terminaría la enfermedad de mi madre, por ejemplo, pero eso me daba pánico, así que volvía a ella, a la buena mina, queriendo sin querer, porque en el fondo quería querer, ser la amante me había dejado herida, muy herida, andar persiguiendo todo el tiempo a una Boluda... Yo pensaba que podía soportarlo, lo de ser amante, creí que podía sostenerlo, que estaba bien que la Gitana tuviera sus cosas porque eso me daba espacio para hacer las mías bla bla bla… ¡Pero no podía! ¡Necesitaba verla! ¡Dejaron de importarme mis cosas! ¡Me pasé al club de los apáticos! ¡De pronto mi vida carecía de sentido sin Ella! ¡Porque Ella pasó a ser mi sentido y eso no está nada bien! ¡Nada bien está eso! ¿Quería decir que mi escritura no significaba nada para mi? ¿Que mi pasión por  esto de vivir/escribir era una farsa? ¿Tan fácil podía alguien enturbiarme el rumbo? ¿Era una pusilánime yo al final? Y de la Gitana volvía a la Morocha, me estaba gustando, estaba dejando que me gustara, necesitaba que alguien enmendara mi ego roto, mi corazón partido, necesitaba volver a ser la amada por un rato. Y creí en ese momento que necesitaba una mina como ella, que estaba bien lo que me había dicho en Castilfrío, tenía que pensar en mi y no en lo que esperaban los demás de mi, que se arreglaran en Argentina, ¿y si yo me moría, qué? (Sigue)

Continuará...



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