Creía que estaba eligiendo por quien dejarme romper el corazón. En realidad creía que ella no me lo iba a romper, la Morocha Osada, no era posible, estaba muerta conmigo entonces la cosa era bien simple, me dejaba querer por quien quería quererme y listo, sanseacabó, a otra cosa mariposa, si te he visto no me acuerdo, adiós al mal de amores para siempre y bienvenida felicidad a mi vida. Es más, llegué a pensar que el mundo era simple si uno se resolvía a serlo, incluso ilusioné que estaba haciendo lo que debía y quería, recomendaciones de Dragún, sentí que iba a poder lograr que no me pesara la existencia de mi mare enferma del otro lado del Atlántico, primero porque qué culpa tenía yo del troglodita sistema que nos hemos construido, y segundo porque si algo quieren los padres (o deberían) es la felicidad de sus retoños, y la mía, claro estaba, no era volverme a Buenos Aires a cuidar a la vieja enferma sino seguir viviendo/escribiendo y quedarme con quien me quería bien: Rocío.
Por la hendija de la puerta entraba la luz amarillenta que manaba de las farolas de la pileta. Al nivel de nuestras habitaciones había una especie de patio, o balcón terraza, o algo así, y una pileta con hidromasaje, la dejaba funcionando toda la noche, el sonido era adormecedor, como el de un arroyo mendocino. Y ahí la vi pasar, salió al baño, creo, o a la cocina, era la madrugada, yo seguía sin poder pegar un ojo, ojo, no duermo con la puerta abierta, dejo apenas una rendija, si no me da sensación de falta de aire, pero el viento se ve que la abrió y en un momento la vi que subía la escalera, sin ropa, duerme sin ropa, yo también duermo sin ella, no es anormal, en medio de la noche, en su casa… (Sigue)
Continuará...
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