viernes, 1 de febrero de 2019

Capítulo 436 "Cariño abrumador"

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la posibilidad de que le hubiera pasado algo, no sé por qué pude pensar de esa manera extraordinaria, ponerla a Ella antes que a mi, no egoísta-mente, o sí, en realidad si lo pensamos bien, si observamos detenidamente la tortilla, con objetivos lentes, era egoísta, porque pensar que le había pasado algo me era menos tortuoso que pensar que no me llamaba porque no me llamaba, simplemente; me convenía, me aliviaba imaginar que por un "asunto de fuerza mayor” Ella no había podido abocarse a mi. Y así somos los humanos de siniestros, preferimos que, si el otro no nos atiende, sea porque está jodido y no porque no le importamos… ¿Te pasó algo que no llamás, Gitanita hermosa? ¡Cómo que no! ¡Y yo pensando por vos como una boluda! ¡Turra! ¡Eso sos! ¡Una desamorada! ¡Tanto que me preocupo y vos sana y lo más campante!

En fin… Dies nos libre de los humanes en cuanto se acuerde de elle. Así que pensé de esa manera extraordinaria, sentada abajo del quincho. Ella se había ido a pasar con su mamá el día de Nochevieja. Súbitamente se fue, sin decirme nada, creo que ya lo dije, y lo repito porque no daba crédito, no podía creer que me hubiera rescatado del chiringuito y luego... Levanté mi vista. No había nadie a esa hora, todos dormían la siesta. Me dio nostalgia, lo vivido que no volvería nunca más. El día anterior, en ese mismo lugar, los periodistas más singulares de España observaban cómo el Loco decoraba esa suerte de deck que habían armado en la playa para la cena, un lujo verlo en su salsa, ido por completo, abocado a la tarea de la iluminación y el sonido como si fuera para un programa de la tele, objetos estrambóticos colgando, unas luces estrelladas giraban sobre los venideros comensales, todo bien pantagruélico. Poco a poco iban llegando más. Él se daba abrazos fraternos con todo el mundo. Me pregunté porqué habría causado en el público eso que había causado, ser el primero en audiencia durante no sé cuántos años no es poca cosa.

El viento arremolinaba sus móviles colgantes y Él se desencajaba de la desesperación, Loco divino, Tirano y Creador. Si hubiera pensado en lo que iba a pasar pocas horas después con Él y con Rocío... me habría llamado a mi misma loca de mierda y mire usted al final cómo terminamos, Él casi finiquitado de un infarto y ella, la Morocha de Ibiza, enamorada para siempre de la que vive/escribe la historia.

La cosa es que la Rubia se fue, me había rescatado de mi huida de madrugá, me encontró, nunca supe cómo, en el chiringuito recóndito, cerca de El Rompido, miramos el mar en silencio durante varios minutos, me puso el sombrerito y me llevó de vuelta en su Saxo. Luego me mandó a bañar como si fuera mi mare. Me untó todo el cuerpo con crema, con un cariño abrumador, con una delicadeza… Y después se fue, sin más. Supe de su espantosa ausencia a poco de que se hicieran las ocho de la noche.

El mar delante, sentada a la sombra de los arbolitos, las carcajadas lejanas de los pocos periodistas cantarines que todavía quedaban despiertos en la colina. Entonces el despecho dio lugar a lo otro, con el corazón en la boca pensé en la posibilidad de que le hubiera pasado algo. (Sigue)

Continuará...



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