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A la Morocha le importaba más mi felicidad que a mi, más que a mi madre, más que a la Innombrable para Siempre, más que al Cuerdo de Andalucía… Yo necesito alguien como ella, ella es la horma de mi zapato, me dije, segurísima en ese momento, mientras la pensaba estremeciéndome toda, aparatejo en mano, mientras la besaba como loca y ella me pedía que no parara, que le hiciera como le hacía a la Otra, mientras mi mano, todavía inexperta, aprendía maneras diferentes de correr braguitas diminutas, mientras descubría distintos caminos para verle la cara a dios. Y no sé si todes les persones tendrán esta capacidad de masturbarse y filosofar y reflexionar al unísono, en fin, dotes ancestrales que trae una consigo aunque, debo confesarlo, por un segundo imaginarla me perdió la cabeza, acabó con mi intelectualoide mode full time, por un segundo o dos.
La cosa es que terminé el ritual autosexista convencida de que la Morocha Osada me quería en serio, no como la Otra, que aparecía y desaparecía, que me apagaba el teléfono días enteros, o se quedaba sin wifi, o fuera de cobertura, o trabajando con la pianista japonesa quien sabe donde, o atendiendo las insoportabilidades de Él, que no eran pocas, no lo sé, no sé a dónde se metía, lo que sí sé es que no se ocupaba de MI, ni se preocupaba por si yo estaba viva o muerta, ni medio mensajito me mandaba, eso no es querer a alguien, eso es odiar, la Gitana me odiaba en cambio Rocío no, Rocío quería algo coherente, algo con continuidad, por eso me había llevado de prepo a Barajas, porque me amaba de verdad.
Acá no agregaré, porque no suma a la dirección victimosa del relato en este momento, que ni se me ocurría que Ella, la Gitana, no se comunicaba porque tenía problemas con su trabajo, o con su ex que no le pasaba ni media moneda, o con el TDAH de Bello Niño, no, solamente me daba por pensar en mi. Y eso que yo no suelo ser víctima, creo que las víctimas deberían desaparecer de la faz de la tierra, pero con la Gitana… Con Ella se me daba por eso, por hacerme la víctima, y no me quejo, vivo festejando las incoherencias a la vida. Una sola vez consideré esa opción, que Ella no me escribía porque le había pasado algo, no recuerdo porqué pero pensé en Ella y no en mi, fue en El Portil, el primero de año, el mismo día que Ana de Catalunia, tras un trabajo arduo, logró destapar el inodoro de mi habitación, las heces de Risita no son cosa de poca importancia, sobre todo después de haber desayunado pecaíto frito a roletes.
Por la tarde, antes de que me sorprendiera Jesús con su invitación súbita a Ubrique, estaba sentada en una silla de mimbre, en un lugarcito alejado de la colina, una suerte de quincho, me refugié ahí con mi dolor, la extrañaba horrores, me sentía espantosa por lo que había hecho con Rocío la noche anterior, Vila-Matas, mi amigo/coherente, ya se había ido y todavía no había hecho migas con Dragún, sola, insolada y con resaca consideré (Sigue)
Un día quise dar con este periodista, empecé a buscarlo, la búsqueda se puso interesante, me senté a escribirla, en el capítulo 5 conseguí su teléfono, en el 14 me animé a llamarlo, en el 30 saqué pasaje (tenía que hacer avanzar la historia), en el 45 le llegó a Campanella justo cuando tenía que viajar, terminé trabajando con él. En el 76 arribé a Sevilla, en el 83 lo puse contra las cuerdas y la aventura continúa... (Vivir para escribirlo luego porque la realidad supera la ficción).
jueves, 31 de enero de 2019
Capítulo 435 "La cara de Dies"
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