Era el cóctel, el cóctel Draguniano, y todo lo que me había tomado durante la noche sumado a la insolación, más la experiencia del tubo negro bajo el efecto de la pastillita del caballo me había permitido pensar de otra manera, como desde otros zapatos, desapegarme de mi necesidad de seguridad, o algo así. Porque que pensemos primero en nosotros cuando el otro no nos pone “la suficiente atención”, o cuando nos la pone pero sentimos que no, habla de nuestra necesidad infinita de seguridad y no de afecto, como se suele creer. En realidad no pensamos, ese es el problema, reaccionamos emocionalmente, desde el terror al desamparo, al rechazo y a la mare que nos parió, si tuviéramos la facultad de pensar un momento no reaccionaríamos de esa manera tan imbécil y humana, que es lo mismo, cuando no nos responden el comentario de la red social o el mierda mensajito de whatsapp.
Vieja viva en hospital today |
Me senté nuevamente en la silla, frente al mar de Punta Ubria. Levanté el frasco de dermaglós. Recuperé la estabilidad y volví a levantarme, ahora despacio. Las marcas de la insolación, incluso hidratadas por la Gitana, parecían carreteras sobre mi cuerpo. Qué desastre, las cosas que uno llega a hacerse por inconsciencia, por despecho, por impulso, por idiota. Achinaba los ojos y sentía la piel tirante como cuerda de arpa. Y ahí lo vi que venía, Él, Loco Andalú, culpable de este remolino interminable y literante, de esta novela rara e improductiva. Llevaba sus lentes dorados, sombrero naranja que hacía juego con sus zapatillas. Sin mirarme me pidió que subiera a la Hammer, que nos íbamos, y supongo que acá ya no tengo escapatoria, el relato pide a gritos que cuente lo que pasó esa noche, o ese día y esa noche y ese otro día, fueron dos, interminables, inenarrables. Inesperados.
Puse su bolso enorme en el baúl a pedido de Él y un montón de bolsas negras en el asiento trasero, no sé qué mierda llevaba pero eran pesadas, luego me subí. Estaba sentada exactamente en donde me había sentado la noche anterior, cuando volvíamos de LIVE, pero la que iba al volante entonces era Ella, la Gitana, la Rubia desaparecida. Iba a preguntarle a Él por Ella pero me contuve, no convenía porque si se daba cuenta de lo nuestro… Qué sabía yo si el Tipo estaba o no enterado del asunto. ¿Y si le caía como el culo? Arrancó el bólido tuneado y salió marcha atrás hasta la ruta. No tenía idea de a donde íbamos pero un hambre de aventura me entusiasmaba. También la sensación de seguridad, falsa, claro, porque con un Tipo como Él no había seguridad posible, mujeriego, impredecible, impulsivo, inestable, absorbente… Lo miré. Estaba guapo, como suele, anque con ojeras producto de la noche de ritual anterior. Entonces se inclinó hacia mi, sin soltar el volante con sus manos pálidas y secas. (Sigue)
Continuará...
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