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Todo era un paraíso terrenal, las dos en la cama sopapeadas, sin horarios que respetar porque su trabajo era bastante permisivo, Rocío es su jefe, y el mío casi que no existía, un paciente cada tanto, así que cuando lográbamos el encuentro nos pasábamos todo el día así; una adicción ya era eso, el efímero encuentro cada tanto y en medio borbotones de lo otro, de tires y aflojes, de irritarse mucho pero disimularlo y hacer que acá no ha pasado nada, que me hayas dejado esperando dos horas en la puta esquina del cine porque tuviste que trabajar está ok, mi amor. Pero en el fondo la hubiera asado al espiedo. Y ella lo mismo, que no me respondas los veintidós mil mensajes que te mandé por whatsapp sino hasta tres horas y media después no es problema, corazón, pero seguramente me hubiera remandado bien a la mierda de seguir el impulso de su Ello. Y ello fue provocando la bola de nieve que terminó en lo que terminó:
Estábamos en la cama sopapeadas y ahí fue que lo vi, mi ipad, sobre una de las sillas, algo tapado por unas ropas de ella. Se me agarrotó la garganta. Hacía una semana y media que se lo había dado y todavía estaba ahí tirado. ¿Cuándo carajo pensaba dárselo a su amigo para que me lo arregle? No es nada, me dije, y traté de olvidarme porque total si me prestaba su notebook qué me importaba que el ipad etc. Pero no pude. No pude olvidarme y, todavía abrazada a ella, que ya miraba su mierda móvil porque no sabe hacer más que eso, empecé a llenarme la cabeza. ¿Ese que está ahí es mi ipad?, pregunté, como quien no quiere la cosa. Ella me ignoraba, leía y contestaba mensajes por el teléfono, con lo que a mi eso me irrita y era claro, un nuevo encuentro había llegado a su fin. No. Con lo que nos cuesta congeniar, dejate de joder, Marina, qué importa el ipad, no importa, dejate llevar por este momento y por el eros y--
Miró hacia la silla estirando un poco el cuello. Volvió a sonarle la mierda móvil y sin responderme retomó su adictiva actividad whatsapil, la odié mucho. NO. Marina. Mirá, mirá su bello cuerpo, su pelo, metele los dedos entre el pelo, traela de nuevo a este momento, no te enojes por favor, tiene un problema de adicción con el teléfono, no puede controlarlo. Me inventé la teoría de que a las dos nos costaba sostener los encuentros porque nos gustábamos tanto que nos daba miedo, yo trataba de boicotearlo con lo de mi ipad y ella con su mierda móvil, si sabía que me rompía la paciencia, ¡¿para qué carajo lo hacía?! Me di cuenta en ese momento que ser amante o amada era lo mismo, sufrís, punto. Punto y carajo. Todo. (Sigue)
Continuará...
Un día quise dar con este periodista, empecé a buscarlo, la búsqueda se puso interesante, me senté a escribirla, en el capítulo 5 conseguí su teléfono, en el 14 me animé a llamarlo, en el 30 saqué pasaje (tenía que hacer avanzar la historia), en el 45 le llegó a Campanella justo cuando tenía que viajar, terminé trabajando con él. En el 76 arribé a Sevilla, en el 83 lo puse contra las cuerdas y la aventura continúa... (Vivir para escribirlo luego porque la realidad supera la ficción).
sábado, 2 de marzo de 2019
Capítulo 448 "Tires y aflojes"
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