domingo, 15 de marzo de 2020

Capítulo 525 "Por el camino oscuro"

CAPITULO ANTERIOR

Le decía Kafka a un amigo que la creación literaria es estar sobre un suelo muy frágil, que cubre un agujero negro. Definía la creación como un conjunto de factores que impiden al inventor dejar de imaginar, pero que, al mismo tiempo, le lleva por el camino oscuro. Le hicieron una entrevista de la ostia en El Español, porque salió en un programa de la tele y volvió a ser popular. El Loco. Ahora todo el mundo habla de Él, incluso las generaciones que no lo conocían, mámamía, lo que es la tele... La leo mientras trato de recordar para qué carajo vine esta vez a Sevilla. ¿Escapando? No creo, la cosa con mi madre estaba más o menos controlada. Con mi trabajo lo mismo. Quizá demasiado controlado todo. Y Él acuerda, acuerda con el periodista que lo entrevistó en el diario, le responde que sí, que uno decide crear y luego la vida te va llevando.

Cada vez me da más miedo el avión, cada vez me da más temor gastar todo mi dinerito en esto, volver a casa con una mano atrás y otra adelante. Cada vez me da más miedo que a mi mare le pase algo en mi ausencia. Tener que volver de urgencia, cosa que ahora se ha complicado, y si escribo esto es porque ya atravesé mi momento de parálisis, ya averigüé (me averiguaron mientras yo babeaba de miedo mirando la pared del hostal sin emitir sonido alguno) y sé que tras unos cuantos papeleríos puedo hacer pie en Buenos Aires, que el puto coronavirus es un palo en la rueda pero por cuestión de urgencia consideran la causa. Por ahora. ¿Pero y si dejan de volar del todo y cierran las fronteras y asesinan con rayos láser a quienes pretendan atravesarlas?? No ocurrirá, guapa, que no ocurrirá, anda, bebe esto que te hará bien. El otro lado de la moneda es que si la Vieja estira la pata ahora alguien más tendría que hacerse cargo de toda esa horrible secuencia que es decir adiós a, si no la persona más importante de tu vida, a una de las más importantes. No hay mal que por bien no venga, podría decirse.

 No. Me daría mucha culpa que sea mi padre quien deba cargar con todo eso, aunque le vendría bien para comprometerse un poco con otras asuntas que no sean sus propias intereses y su esposa, la verdad que sí. Decía que fue kafkiano nuestro reencuentro esta vez, diferente y kafkiano. Él ya no vive en Sevilla, no, viene cada tanto al ruedo, cuando se aburre de la paz del pinar, que no es de Rocha. Yo no sabía nada, me desayuné del asunto ya arribada, una fuente non santa me pasó el dato, no quiere ser nombrada ni por tortas acá adentro, me lo hizo jurar y todo, pero si me voy por esta rama no acabo más lo de Rocío:

Consulado de Cadi
Sentí miedo de que mi tono de voz hubiera sido descortés para su gusto, que esperara otra cosa al haber ella hecho el esfuerzo, si es que le costaba algún esfuerzo cambiar olímpicamente de humor de un segundo para otro. Temía yo que por haberme ofrecido ayuda su expectativa fuera, por ejemplo, que me tirara a sus pies de agradecimiento y se los besara dedo por dedo, uña por uña, cayo por cayo. ¡Y yo no lo había hecho! Le había secamente respondido que no, que gracias. Se hizo un silencio de sepulcro. Me aboqué a las papas del revuelto. Caí en cuenta de que había puesto agua a calentar y la receta dice que se fríen en una sartén. Lo había tergiversado de los nervios. Saqué la cacerola con agua, la sequé bien y puse aceite ahí mismo. Sentí que se reía pero no quería ni mirarla. Se reía bajo pero suficientemente alto como para que yo la escuchara. No me sentía capaz de atravesar la noche entera con ella dentro de mi casa. (Sigue)



No hay comentarios.:

Publicar un comentario