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Lo hacía adrede una vez más. Reía en voz baja pero lo suficientemente alta como para perturbarme. Me iba a dar vuelta y ella no me participaría de lo que la estaba haciendo reír, seguramente estaría mirando su móvil, se reía cómplice con alguien más, alguien con onda, con gracia, alguien que la valoraba y comprendía. Y en eso nos parecíamos, ella acopiaba reacciones de mierda ajenas para sentirse viva, para sentirse amada, para llenar su estómago insaciable de amor neurótico, y yo… yo hacía (estaba haciendo en ese mismo momento) lo mismo pero con la excusa intelectualoide de la escritura, ese toque sutil usaba para justificar mi enfermedad, porque el arte dignifica, el fin justifica los medios, el arte sana y salva entonces yo sí era digna de perdón, de comprensión, incluso era digna de admiración porque el artista es el artista y cuanto más original mejor, aunque sea un tremendo hijo de puta.
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Mercadona marzo y desesperes |
Me vino la iluminación de cuanto nos parecíamos mientras nos anoticiaban por la tele que al parecer pasamos de fase, avanzamos en la desescalada en Málaga, se viene la fase tres, permitirán la movilidad interprovincial, no sé si eso significa que voy a poder llegar a Madrid trotando, quizá en monopatín, a caballo, finalmente, para poder decir que ahora estoy varada en Madrid, creo que ahí siguen todavía en fase dos, sino uno. Los restaurantes habilitarán sus mesitas afuera, ahora que me acostumbré a estar adentro como una ostra, a (no) escribir en la mesa de porquería del cuarto que me alquilaron de lástima, ahora se va a poder salir y sentarse a (no) escribir tomando sol y una caña. También habrá bodas y velatorios. Lo interesante es que el coronavirus afecta el arte pero no en el sentido económico, no, o sí, porque no pueden abrir los cines o los teatro, pero también lo afecta en el sentido artístico en sí mismo, afecta la cabeza, claramente. Estoy hace semanas ya algo más equilibrada de ánimos sin embargo no puedo escribir una letra, ni una. Leo lo anterior, releo lo anterior, muero de risa leyendo lo anterior, siento que la inspiración me vuelve pero cuando me siento frente al aparato… Se va. Entonces no insisto, me pongo a “trabajar desde casa”. Antes no hacía eso, no abandonaba, no me resignaba, no tiraba la toalla pero ahora.... Dejo y me pongo a trabajar desde casa.
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Pa comprar papel higiénico... |
En un intento de no ahogarme en el mismo compro desde lejos lo que vendía en mi vieja y porteña vida y las entregas las hace mi amiga milagrosa que se quedó sin trabajo apenas comenzó la pandemia. Trabajaba en producción de cine y publicidades, valga la redundancia. Le pedí un permiso de circulación y por la actividad que hago se lo dieron. De paso me ayuda con la Vieja que sigue chiflada como de costumbre, me atemoriza cada día contándome las catástrofes, que se levantó por la noche, se mareó y se cayó, que peleó con sus compañeras de mesa y se la tuvieron que llevar de la misma. Que no sabía porqué estaba la policía en la puerta del hogar. Un día de estos te echan, mamá, y no sé qué hacemos entonces. Entonces se ríe, o me tacha de exagerada, o se victimiza con que no me puede contar nada que yo ya hago el escándalo, cualquier similitud con Rocío (no) es mera coincidencia. Así que mi amiga milagrosa se va a Capital desde la casa en tren y luego bicicletea que da calambre, busca las recetas en la clínica, compra los remedios para la Vieja, los lleva al Hogar, saca el dinero del banco y paga, hace las entregas en las veterinarias, de paso le hace favores pagos a otra gente que no tiene el permiso ni el coraje de salir sin él, y así se gana unos mangos. Se llevó a mi gato y a mi perro a su casa Hurlinghense, mi gato no murió de un infarto de milagro, ella tiene tres perros más, incluida a la madre del mío, Cristina, que lo corre como si no fuera su primogénito, dios mío. Y acabo de romper la maldición del virus, después de más de dos meses de catatonia de pluma, puedo decir que he vencido a la covid-19, a la puta catatonia que trajo con ella, si alguien me pide que me haga creyente en este momento lo hago, se lo juro por dios, que no existe.
(Sigue)
Continuará...
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