jueves, 7 de mayo de 2015

CAPÍTULO 49 "FIDEOS RASPOSOS, CULPA DE CAMPANELLA"

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No estaba tan mal. Para mi asombro la mayor parte de lo escrito era potable. Tiene mucho ritmo, escribió en color rojo, y es muy divertido. Quitaba, sí, la mayor parte de las reflexiones filosóficas pero ni dijo que los personajes hablaban todos igual, ni dijo que era todo una porquería, como mi amigo enemigo el día anterior. Me volvió el aire a las venas, la sangre al cerebelo, el entusiasmo al cuerpo. Ahí nomas empecé a escribir. Sobre las mismas notas que Ariel me hacía en colorado. En dos horas y media lo tuve terminado y ya no lo mandé a nadie más. Cerré el archivo. Solté el aire impregnado de adrenalina. ¿Quién me había mandado a mi a meterme en esto? ¿Quien me mandó a escribir a Campanella ya ni recuerdo qué cuestión por lo cual se acordó de mi y me hizo convocar por la chica de los mails? Preguntas que la ciencia aún no ha sido capaz de responder. 

El loco y Santiago en Sevilla

No me animaba a mandarlo porque ¿y si no estaba bien? Pero tampoco podía leerlo de corrido para sentir, una vez más, cómo sonaba el texto. Si fluía, si los personajes portaban vida... Ya tenía seco el sentido común, no daba más. Sonó el teléfono de línea al cual ya sólo llamaban mi mamá y mi tía. Era la segunda con un problema del plomero. ¿A esta hora? Miré el reloj. Eran casi las dos de la mañana pero mi tía era mayor y se le habían ya hace tiempo tergiversado los horarios. Miré el mail De Santiago, el hombre de radio perteneciente a este mundo, al del blog. Que Jesús no le había respondido pero... Si yo lograba convencerlo había lugar para él en su radio, con gusto. Y me contaba que él se había ido a buscarlo a Sevilla, como yo estaba a punto de hacer aunque él no sabía, y se lo trajo a hacer radio allá por la década de los noventas. Quién sabe podía yo repetir la historia, ¿no? Una nueva zanahoria de burro adelante: tenía que convencer al loco de que se viniera a trabajar a la Argentina, a ver si podía rescatar al periodismo de la muerte lenta en la que se había sumido hacía décadas. ¡Nuevo material escrituril para seguir escribiendo! (Continuaba modificando la fibra del Universo sin saber sus consecuencias...).

Puse el agua a calentar para hacerme unos fideos rasposos. Me había quedado sin manteca, tanto Ariana, tanto Caníbales, tanto Campanella, ¡ni siquiera tenía un poco de queso rallado con moho en mi heladera! Los colaterales efectos de ser solo en la vida, nadie hay detrás enderezando el cuello de la camisa de una... Verificando que haya comido bien y todo eso y es que hay que encontrar a esa persona, guardiana del amor. Galeano la había encontrado. Contaba que se pasaba entre 14 y 16 horas escribiendo. Hasta que su perro Morgan salía de bajo el escritorio y lo rascaba con la pata para que aflojara un poco y salieran a caminar a la playa. No la nombraba pero detrás de ese hombre había una mujer que respetaba su necesidad de aislamiento con sus textos, y posiblemente lo esperara con un queso sin moho en los fideos cuando terminaba.

Fui a la computadora y mandé el archivo. El sonidito del mail volando invisible hacia destino. Adiós capítulo. Ya no era solamente mio. Iban a leerlo los dos directores del equipo de guión, uno de ellos de larga trayectoria en televisión. Gustavo había escrito Vulnerables, serie que no me perdía ni cuerda. El otro era un pibe joven que yo no conocía, y por encima de ellos estaba Campanella revisando todo. Y por encima TELEFE Yankelevich. Dios santo. Dios mío. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? El agua hervía pero no me daba cuenta. 

Continuará... 

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