domingo, 10 de mayo de 2015

Capítulo 50 "Vete"

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Llegó mail de la productora a los cuatro días. ¡Cuatro días! Yo enloqueciendo para entregar a tiempo y esta gente respondía cuando se le daba la gana. Y sí, así es el mundo de la tele, igual que el de los médicos. Te citan a tal hora, una se toma el taxi, se hace la malasangre del mundo, tropieza, se quiebra un tobillo por lo cual tendrá luego que ir a visitar a otro especialista, para llegar a horario y estar luego esperando en la puta sala repleta de gente con sus tobillos también quebrados porque, al igual que una, cagaron aceite para llegar a tiempo y tropezaron... ¿Y? ¡Dos horas de espera en la sala! Pues la tele al parecer era igual. El rating vendría a ser el dios doctor, los directores del equipo sus secretarios y nosotros los pelotudos pacientes... Lo que no sé es qué lugar ocuparía el espectador tarúpido demandante de telebasura que abunda por todas partes. ¿Vendría a ser el cáncer? ¿Un cuadro de debilidad mental? O tal vez la lucidez más execrable, mirar telebasura para olvidar el resto...

¿Y qué decía el mail de marras? Lo que ve en la foto, señora, que siempre anda usted preguntando cuestiones bien utilitarias. Que estaban atrasados. Que el estreno se les había venido encima y no habían podido darnos bola a nosotros, los esperantes de los tobillos rotos. Que les perdonáramos y les tuviéramos paciencia. Así era la cosa. Absolutamente sin experiencia en escribir televisión y había llegado encima en el momento más inoportuno y caótico: el del estreno, que era a la semana siguiente. Se suponía tenían que tener, antes de ese evento, un stock de capítulos ya escritos, y al parecer no los tenían, o algo por el estilo. 

La cosa es que en ese mail pude ver que no era yo la única aspiranta a trabajar con Campanella. En el apuro, o no, la chica de la productora, asistente de los asistentes del dios rating, no había ocultado a los destinatarios del mail. Había otros cinco más siendo evaluados como yo. Me dediqué, que por el momento me sobraba tiempo, a googlear a cada uno de ellos. Acto seguido me hundí en la depresión absoluta. Porque todos tenían experiencia en guiones. TODOS. Una había trabajado en Televisa, el otro en no sé donde, la otra cine con el directo tal, en lugares y con gente que sonaban a prestigio, a a este hay que tenerle respeto, considerarlo porque mirá en donde y con quien ha trabajado. ¿Y yo? Vergüenza daba. Algunas obras de teatro off no comercial con actores para nada conocidos. Fin. FIN.

Me reí de mi misma por haber sentido en algún momento que tenía posibilidades. Hablé con una conocida del twitter que había estado en el equipo de guionistas pero ya no estaba más. Cuando le conté que había dado la prueba se interesó en mi. Salimos a cenar y charlamos toda la noche de eso, de Campanella, de la productora, de cómo trabajaban, de los directores del equipo. Ella quería volver y me pidió si de alguna manera podía hablarle a Campanella, como si tuviera yo alguna posibilidad de hacer eso. En realidad la tenía pero ¿qué le iba a decir? Ella tenía largos diálogos con él por el twitter que yo no. Ella estaba más contactada con él que yo...

Saqué bandera blanca a este asunto. Di por perdida la batalla, a pesar de Almafuerte, y me coloqué en modo Sevilla. Tenia que decidirlo porque se me venía la fecha encima. ¿Qué hacía? ¿Intentaba cambiar el pasaje? ¿O desterraba esta ilusa ilusión de entrar al mundo del "pertenecer" y cruzaba el charco como tenía previsto, en dos semanas, En busca de Jesús Quintero? La desilusión me tiraba de la pollera para el lado de la península: Vete, vete a por el gallego que a aquí no perteneces, maja... 

Continuará...

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