martes, 16 de junio de 2015

Capítulo 63 "Hasta siempre"

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Me desperté a las 11. Por supuesto había tomado pastilla para conciliar el sueño si no, no hubiera podido pegar el ojo, porque por un lado sabía que no había nada que reescribir, pero por el otro sentía el deber de hacerlo. ¿Cómo iba a dejar pasar así a la oportunidad de mi vida? ¡Lo que siempre había querido hacer! Escribir con el maestro que amablemente, conociendo a quien sabe cuantos guionistas, se acordó de mi, vino al blog, sacó mi mail de acá y se lo pasó a la productora para que me convocaran. ¡Lo iba a dejar así como así! Si lo hacía iba a tener que olvidarme de volver a siquiera saludarlo, con lo que me había costado llamarle la atención en las clases, insistiendo con las consignas que daba a los casi quinientos que éramos. 

Recuerdo aquella clase, en la que me esperó en la puerta del enorme cine en el que veíamos las películas que después analizábamos con lujo de detalles. La clase anterior había dado como consigna resolver cierta escena de la película de una manera distinta a la que estaba en el guión original. Lo hice. Lo mandé por mail. Y al parecer estaba bien ¡porque me estaba esperando a mi! Hola Marina, me dijo. Yo dura de que supiera que yo era yo, de que supiera mi nombre el maestro, entre tantos que éramos. ¿Cómo me había localizado? ¿Cómo sabía que mi cuerpo y cara eran de la alumna Marina? No lo sé, pero me dijo que estaba muy bien y que me discutía una línea. Especificó cuál y porqué. Intercambiamos ideas acerca del entuerto y al final nos pusimos de acuerdo. Anonadada. Así quedé ese día. Casi sintiendo que confiaba en lo que era capaz de escribir. Que al fin y al cabo no era tan malo y hasta quizá era bueno y todo. Ese día vimos una película de Billy Wilder, uno de sus referentes, pero pude prestar poca y nada de atención, distraída con lo que me había pasado. 

Y yo pensaba que al sumarme al equipo de Entre caníbales iba a poder trabajar de esa manera con él, pero no. Dejó en su lugar a dos personas que no tenían su sensibilidad, su manera de trabajar, su entusiasmo, su coherencia. Estos dos muchachos, Caca blanda y Madre jodida, hacían lo que podían en medio del despelote en que se encontraban. Y a vuelo de pájaro más bien estaban pudiendo bastante poco. 

Salí de la cama. No me sentía bien. No daba más. La sola idea de ponerme a reescribir el capítulo me provocaba dolor de cabeza, nauseas, no iba a poder, y si no podía me iba a atrasar, y si me atrasaba me iban echar. Fui directo a la computadora. Abrí el borrador del mail que había escrito al equipo de guión entero la noche anterior. Lo releí despacio pero nerviosa. No me pareció tan violento ni irrespetuoso como sentí al momento de escribirlo. Era más bien irónico, irónico y algo despreciador, sí. Negué con la cabeza, porque estaba de acuerdo con todo lo que había escrito pero sabía que era el final, si lo mandaba era el final para siempre en cuanto a Campanella se refería. Evalué la idea de ir de cuerpo y alma a la productora y tratar de hablar ahí con él, si era que estaba, que no se había ido a USA, pero no encontré fuerza ni entusiasmo ni nada de nada. Tenía pánico, esa era la verdad. 

Leí una vez más el mail. Recordé las caras de los dos jefes de guión pidiéndome la reescritura entera del capítulo. Uno de mis compañeros había respondido a otro mail por mi enviado. Explicaba que esto era así, que todos estaban igual de confusos pero que había que sacarlo adelante. JA. Que lo saquen ellos, si pueden. A mi no me ven más el pelo. Sin pensarlo más mandé el mail a todo el mundo, que era horroroso pero me iba a dar cuenta mucho después, lamentablemente. Apagué la computadora y volví a mi viejo trabajo, a mis queridos clientes que tanto extrañaba, a mi vida mundana de persona normal, de persona que mira la tele y no que la escribe ni que la hace. Esa es la peor de las torturas, había descubierto yo hacía pocas semanas. Hasta siempre, industria de locos. Hasta siempre. Y me largué a llorar.

Continuará....

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