domingo, 8 de enero de 2017

Capítulo 102 "Sin retorno"

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A partir de cierto punto no hay retorno, dice Kafka (en quince se va mi tren), ese es el punto que hay que alcanzar. Y por momentos siento que ese punto ya lo alcancé hace rato, al momento de dejar mi trabajo, cuando me quedé sin un peso para sacar el pasaje que me trajo hasta España, cuando decidí subir al avión, A PESAR DE MI FOBIA... Pero luego el puto karma con el que vine de fabrica me dice que no, que ese punto está todavía un poco más allá, que lo parió... Así que acá me tiene caminando rapidito hacia la Santa Justa y distrayéndome en pensar estas taradeces a ver si logro perder el único tren que me acerca hasta el pueblito este en donde van a estar Gala y Quintero y del cual posiblemente NO HAYA RETORNO, a menos que encuentre ahí al loco, me reconozca, le caiga en gracia verme de nuevo y me traiga de vuelta hasta Sevilla (si le queda lugar en el auto…).

Llueve a cántaros y yo en ojotas. Estoy todavía como a diez cuadras de la estación y ahora sí que me enfrento a una encrucijada de tono no menor: ¿Era por Florida? ¿O sigo por Menéndez Pelayo? Titubeo. Me agarran los nervios. Esperá. No pierdas la calma, Marina (en los momentos jodidos se me da por tutearme). ¡Acordate cuando fuimos para Cadi! ¡Era por Florida! (Pausa confusa) ¿O por Menéndez Pelayo? Voy a llorar. ¡¡¡Porque si pierdo este tren se me caga el final del relato con los dos musos a mi lado etc!!! Saco el teléfono. ¡El mapa! ¡El GPS, quiero decir! ¡Poné el GPS! Me cobijo bajo un techito mientras espero que el aparato se resuelva a encontrar mi ubicación. Carga, carga, carga pero no aparece el mapita… Me río sola… no lo puedo creer… Aprovecho y filmo un poco la lluvia ¡Sí, en este momento de apuro! Porque insisto en boicotearme la aventura, dijo el refrán, y porque los que no queremos ser felices somos más tenaces que la imbecilidad.



En doce se me va el tren, el retorno, el punto de Kafka y Melchor en cuatrimotor. Cruzo la calle. La peor opción es tener que decidir entre más de una opción. Dudo. Sigo por Pelayo. Encima no hay un alma caminando como para preguntar, soy la única chiflada bajo la lluvia y-- ¡Conecta al fin el puto telefono! (Acá tiene su milagro de reyes). Me dice que gire por Florida. Montoto hasta Cavestany… ¡Sí! Veo la estación a lo lejos, sólo tres cuadras. Apuro el paso, no quiero ni mirar la hora porque siempre mejor la incertidumbre, aprendimos en el 45. Cruzo volando el Mac Donalds ¡y ni se le ocurra tentarse con una hamburguesa, vieja nefasta! Corro por el hall principal, el reloj dice que son las 8:45 y mi tren sale… miro el boleto... a las 8:45… ¡Busco el cartel con los horarios de salida! ¿Qué andén! ¡QUÉ ANDÉN! ¡LPTQLPR! Vuelo hasta los andenes, paro a una mujer de Renfe. ¡El tren a Posadas? ¡EL TREN A POSADAS! (Me mira algo espantada) Allá, señala, el que se está yendo. (Capitulo siguiente pinche acá si se le da la gana)

Continuará…

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