sábado, 4 de noviembre de 2017

Capitulo 139 "Garrafal"

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Los dos sentados frente a la librería esperamos a que se haga la hora. Llueve torrencialmente en Sevilla, así estuvo toda la tarde. No va a venir nadie, pienso mientras bebo de mi caña fría. Dice Javier Salvago que contar las cosas como son, mostrarse tal cual, desnudo, sin careta, es un error, y estoy de acuerdo con él, pero yo soy del club de Macedonio, no puedo dejar de ser todo lo que soy en todo lo que escribo; lo otro me desinfla. ¿Qué perdería si le confieso a usted que no vino nadie a mi charla? ¿El orgullo? Miro para la puerta del lugar, llegan dos o tres personas, todavía falta un rato. ¿Perdería una treintena de megusteos que entienden que sacarse una foto a las apuradas con Chespirito o con María Kodama es un logro? ¿Perdería diez felicitaciones que suponen que trabajar en televisión, un antro de psicóticos, es haber llegado?

Mi amigo me explica que cuando en Sevilla llueve la gente no sale, la ciudad durante el día colapsa porque todos sacan el auto o toman el colectivo y en cuanto pueden se refugian en sus casas. Han caído hoy más de 300 rayos sobre el Guadalquivir. Pero yo prefiero pensar que no es el tiempo, que si no viene nadie es porque esto le importa a nadie, porque yo le importo a nadie. Me es más productivo, me angustia, me acojona y ahí es que me gusta revolver. Una de las tres personas que había entrado a la librería sale con un libro en su mano, no venía a mi charla. Escucho unas voces raras, unas campanadas, miro para enfrente. Y si le contara a usted que no vino nadie también se iría al carajo el mito que estoy creando de mí misma, la aventurera escribiente que se cruza el Atlántico y triunfa en el viejo mundo de la mano de su tenacidad etc. ¡Decepcionante, Marta, poné operación triunfo!


Ya es hora, terminamos nuestros tragos, paga mi amigo por enésima vez y entonces la veo. Alta, ya no tan rubia, con una campera negra, justo en la puerta de la librería. Cierra su paraguas con cierto trabajo. ¿Es ella? ¿Es Miss Quintero? Le digo a mi amigo que también la conoce, la mira pero la lluvia sigue arreciando y no podemos verla bien. Y si viene ella ¿será que también viene el loco? Siento un retorcijón en la panza. (Capitulo siguiente)

Continuará…

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