miércoles, 8 de noviembre de 2017

Capitulo 142 "Cante jondo"

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Desmoralizada. Completamente. ¿Y para qué voy a insistir con esto si estoy condenada al fracaso? Como a la pantera rosa, la nubecita me sigue y llueve sólo sobre mi. La sala está llena, ha venido algún periodista, vino él, vino ella y la Parrala en coche ¿y qué hace mi miedo al éxito? Responde con un ataque de pánico y es que para algunos inconscientes brillar es promesa de sufrir, de psicología le hablo, vieja cuadrada. ¿O usted cree que no se destaca aunque lo intenta hace años porque no le sale el número en la quiniela? ¿Y piensa que Julio Iglesias lo hace porque es talentoso? Reiría de usted pero me siento espantosa además reírse del ignorante demuestra lo ignorantes que somos.

Sigo encerrada en el bar de enfrente, imposibilitada de salir a enfrentar el evento del que soy protagonista. ¿Marina?, vuelve a llamarme la voz de mujer. Respiro jondo. Entreabro la puerta del baño con el corazón en la mano (limpia) y ahí está ella, tras dos años de ausencia. Ella, mi flamante protagonista; ella, la mujer de él; la cuerda del altozano. Cartera en mano, campera negra mojada por la tormenta. Nos miramos. Ninguna dice nada. Está mucho más guapa que entonces, me parece. ¿O es que ya me la había olvidado? Está bronceada, lleva el pelo más oscuro y un poco más largo, eso resalta sus ojos, aún conserva su mirada aguerrida a lo Uma Thurman. Es algo más alta que yo y está un poco más delgada. Me han dicho que estaba aquí, me dice, como si la hubiera visto ayer.  ¿Te encuentra bien?


Abro la puerta del todo. Me da la sensación de que me está mirando igual ella a mí y acá asoma un giro inesperado. ¿Será que en esta historia sobra Quintero? Sí, ya estoy mejor, respondo. ¿Me irá a retorcer el pescuezo? Hago una pausa. Hola, le digo, sonriendo tímidamente. No sé si disculparme, no tiene cara de enojada. Me bajó la presión, un ataque de pánico, creo… Ya, responde comprensiva. Intenta estarse seria pero creo que está reprimiendo una sonrisa, como aquella que se le escapaba cuando por primera vez me abrió las puertas del templo sagrado. A él le daban también, ya sabe, los pánico ante de alguna entrevista… ¿Sí? ¿A él? Asiente. Anda, ven, me dice, y me agarra de la mano, la rubia ya no tan rubia me saca del bar. (Sigue)

Continuará…

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