domingo, 3 de diciembre de 2017

Capìtulo 162 "Tormenta de Troya"

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Yo tengo aún mis tormentas, me había confesado él dos años atrás mientras tomábamos café en un barcito de Triana, hablábamos de amor. Cada vé un poco má aislada, agregó al final, con su sonrisa tímida/seductora. Ese mismo señor nos mira ahora adormilado desde la penumbra, del otro lado de la puerta. Camisa tipo escocesa, echarpe blanco cubriéndole el cuello, el mismo que llevaba hasta hace un rato la que me tiene sentada sobre sus rodillas mientras observa el espectáculo de la tormenta a través del techo transparente; el techo de cristal...

Lo miro a él como hipnotizada. ¿Todavía folla?, le pregunto a ella en una suerte de trance. Me mira apenas con sus ojos vidriosos, exhaustos, casi extinguidos. Él abre la puerta de la oficina, sigiloso, noto que renguea un poco de una pierna. Nos mira a una y a otra largos segundos, finalmente reposa sus ojos sobre mí. ¿Qué hace tú aquí?, debería preguntarme él, o ¿qué é todo esto?, podría preguntarle a ella, entonces ella se sobresaltaría, volvería a su rol de asistente impoluta mientras yo en un intento de recato me acomodaría el pullover empapado, y no se me ocurre qué carajo podría responderle (ni ella ni yo)...

Pero él no dice nada y ella se ha quedado dormida, o casi, con la cabeza echada hacia atrás, apoyada contra el respaldo de pana roja. (Pausa) Y este hombre se quiere morir. Soy su caballo de Troya. Otra vez me tiene adentro de su casa sin comerla ni beberla. ¿O seré Eris, la diosa de la discordia? La loca que todo lo escribe y estoy ahora puertas adentro cuando seguro pensó que no me volvía a ver nunca má...


Dicen que la guerra de Troya fue por amor, y amor es ese desquicio que puede justificar cualquier cosa: Te asfixio por amor; impido que seas vos porque te quiero; por amor a la patria mía te mato y por amor a lo que escribo te vuelvo cuerdo y-- Hola, loco, le digo en voz bajita, para no despertar a la bella que duerme. Le tomo el brazo que todavía agarraba mi cintura y lo dejo lentamente sobre su regazo. Me levanto, camino hasta quedar parada frente a él que con un gesto me respon-- (Sigue)


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