miércoles, 13 de diciembre de 2017

Capítulo 169 "Pasarse de la raya"

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¡Heidegger decía que el hombre es proyecto y no final! Que debe realizar ese ser que es… Y yo ya sé que me pasé de la raya, ya lo sé, ya lo sé, pero-- ¡Es que tienen que entenderme! ¡Por favor! ¡No estoy loca! Vos tenes que poder, loco, que sos El Periodista. ¿Qué es lo que persigue el artista? Se hace el silencio en la colina. Ella lo mira algo desconcertada mientras revuelve con inercia su café. El cielo se nubló de nuevo, está empezando a tronar. La cocina es enorme de verdad, mucho más amplia que la de ayer noche, luminosa, ordenada, llena de fruta y de mayólicas. La verdad es que no sé cuánts pisos tiene la colina, ni cuántos baños, ni cuántas cocinas... Yo sigo en paños menores pero ya les contaré por qué en menos de lo que canta un gallo. Verdá, creatividá, originalidá, arriesga él entre ademane majestuoso, simulando que no le cabe duda, y yo lo quiero por eso, porque el tipo en el fondo es un inseguro, un inseguro divino, duda de todo todo el tiempo y si uno duda ya ganó, dijo la propaganda de seguros. Pero volvamos al meollo:

Arréglese como pueda
Hecha un entuerto. Así había quedado solita en la pieza de ellos que sigue bien despelotada por la nocturna guerra de Troya. Ella no me había mirado más a la cara y se lo llevó al despistao de las pestañas. Tenía que encontrar mi ropa, luego mi ipad, mi cordura, mi sobriedad, mi morral; tenía que revisarles los cajones, los armarios, pegarme una ducha, cargar mi móvil, tomarme una aspirina porque la resaca de la María de anoche me tenía (me tiene) a maltraer, y luego dormir la siesta, claro. Pero ocurrió que moría de ganas de ir al baño. Moría. Literalmente. Y cuando esta necesidas es así de literal no se puede hacer más que lo que hice. Salí todavía en tanga y con remera ajena por los pasillos en busca del váter. Ignorante cual turca en la borrasca caminé por el laberinto borgiano y no borgeano. No sabía para donde coño ir. Ahí fue que escuché las voces de ellos que venían desde lo que imaginé era la cocina: Pero que eta vé la ha traído tú, se excusaba él entre sonido de tazas y cucharitas. Se me heló el cuerpo entero porque estaba casi segura de que hablaban de mi. De mi y no del todo bien que digamos. Ella respondía algo que no se entendía del todo, me parece que lo estaba cagando a pedos (regañando, en criollo bien hablado).


Entonces así, pillándome encima, que no significa agarrándome sino haciéndome pis, viré mi rumbo hacia las voces, como saben hacer los rescatistas en los terremotos, pero acá iba yo a por mi propio rescate, a por mi dignidad, mi integridad humana y, si tenía suerte, a por mi café con leche con facturas con dulce de membrillo. ¿O yo me había invitado sola a la casa? ¿O todo lo que había pasado había sido solamente culpa mía? Ahora me van a escuch-- Esperá, me dije antes de entrar, estoy en pelotas y así la cosa se pone peliaguda porque él mira, ella se ofusca más, que ya sabemos está ofuscada y… ¿Querés la guerra o la paz, Marina? Dudé un momento y luego tuve que actuar como los que manejan los piolines: ¿Lo que quiero o lo que conviene? (Las dos cosas). Me asomé a la puerta y me dejé ver frente a los desayunantes. (Sigue)

Continuará...



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