¿Ya ha pasao?, me preguntó después de tenerme abrazada un momento entre el gentío, las luces de colores giraban a nuestro alrededor, reprimí la angustia, la calentura, la miré a los ojos lo menos que pude. Me animó a bailar un poco y después se encontró con más gente conocida, la volví a perder de vista. Claro, pensé, tiene la tranquilidad de los que saben que dominan, la seguridad del amado y a mi me tocó ser la amante, la que pisó el palito, la que cayó en la trampa de la permeabilidad. En cambio al amado no le entra una puta bala. Sufro. Y mi psicóloga estaría de lo más contenta porque estoy aflojando pero a mi no me hace ninguna gracia.
Canchero y amigas. |
La gente que sufre es la más hermosa del mundo. Los parias, los que no encajan, los que patean y siempre la tiran afuera, los que se arruinan por haber ido tras ese sueño idiota, los que inventan fórmulas que no le sirven a nadie y los más lindos, los que creyeron que la habían pegado, se burlaron de todo el mundo y después… otra vé pabajo... Camino descalza hacia la playa, pasó la Nochevieja, estoy de sidra y de anécdotas hasta la coronilla, no tengo idea de cuándo volvemos a Sevilla, todavía quedan unos cuantos invitados y yo necesito soledad para escribir. Para torturarme recordando lo que pasó con ella y que nunca más va a volver a pasar porque la cosa es así, lo maravilloso se da una vez en la vida y luego... Se esfuma. Sigo despechada. Encima hoy descubrí que me están saliendo canas. Siento que todo lo que escribo es una porquería, el relato se me fue al carajo, tengo ochenta puntas abiertas, no tengo ganas de hacer teatro nunca más, ni de escribir para la revista de Pérez Reverte. Ayer le mandé un mensaje al director pero nunca me contestó. Y ella no está. Se fue a pasar la Nochevieja a Jerez con su hijo y con su mare y todavía no volvió. Es el alcohol, Marina, ya se te va a pasar, me digo, y dejo que el mar me moje los pies. (Sigue)
Continuará...
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