sábado, 6 de enero de 2018

Capítulo 187 "A tantas cosas..."

CAPITULO ANTERIOR

Me llevó cierto tiempo darme cuenta de en dónde estaba y con quién. Hice un esfuerzo, recordé lo de la ducha, dios mío, la ducha y ella, que me había descubierto y todavía no entiendo cómo terminamos como terminamos... Supongo que necesidad de consuelo, ¿no? Me arrastró a su pieza todavía mojada. Intentamos algunos besos pero rápidamente nos quedamos dormidas. Me despertaron sus caricias, pasaba lentamente por mi panza la yema suave de sus dedos pintores. Todavía no había descubierto su refugio, su talento, su corazón alocado. La cabeza me latía como un shimé. Abrí los ojos. Por la ventana entraba la claridad de la borrasca que no amainaba, un poco me empezaba a asustar, de la tormenta, de ella, de mi. Me había dormido en una cama que no era la mía, cosa que no pasa desde que nací. ¿Y cuánto hacía que no me despertaba con alguien? Ella me exploraba hermoso, jugaba a descubrirme reacciones involuntarias, me desafiaba con el cuerpo, a ver hasta donde era capaz de aguantarme. ¿Y tú a qué le tiene miedo?, preguntó, mordiéndome la oreja con su boca.

A tantas cosas, pensé, mientras sus ojos, clavados en los míos, estaban a punto de escandalizarse porque ¡en este liado momento mira lo que etá mirando tú! Ella, que andaba sin sujetador, seguía caminando errática por el asfalto de la autovía con el móvil en la oreja. Todavía lloviznaba. El tipo de la Guardia Civil a escasos metros de nosotros. Los modistos se miraban espantados, ya enmudecidos. El muchacho de moñito asomado por la puerta de la Hummer floreada devolvía a este mundo todo lo que había tomado de más, y de menos también. La chica desacertada le sostenía con asco la cabeza de la frente, estaba por vomitar también. Pero yo no tenía la culpa. ¿O sí? De mirar justo lo que no debía en ese indebido momento. Ella era la que estaba sin corpiño, su erotizante bombín azul, las dos completamente borrachas, creo que yo un poco menos, ella ofuscada, me había ignorado durante toda la noche, bailaba con quien se le cruzara de la manera más atractiva del mundo y luego, cuando me vio charlando con la DJ, puso una cara que ni se molestó en disimular, dio media vuelta y se fue. ¡Si yo no corro tras ella me deja en LIVE abandonada para toda la vida!

¡Joe que aonde taba tú!, exclamó alterada pero bajito al teléfono, sin perder su decoro. Al fin había logrado dar con el loco, supuse, discutían en ese andalú tan guapísimo y yo no podía dejar de mirarla aunque no debiera porque ahora sí la cosa estaba jodida, el de la Guardia Civil hablaba con uno de los modistos. El que menos patinaba al pronunciar las palabras. Y yo quería besarla toda, meterme entre ellos dos, arrastrarla de la mano hasta el bosquecito de la vera de la ruta, ahí mismo sacarle la remera oscura, tirar el móvil a la mierda y sobre el pasto mojado hacerle la guerra de los roces hasta decir basta, como dos párrafos más arriba, como dos semanas atrás aquella noche de la borrasca.

¿A qué le tengo miedo? Traté de pensar, de responderle algo pero no pude, me di vuelta en la cama y la agarré de la nuca porque ella me seguía buscando, le di un beso inesperado, irreconocible, bajé por su cuerpo con una de mis manos como si supiera, al parecer sí sabía, ¿será una sabiduría ancestral? De pronto yo no era yo… Sus ojos gitanos se escondieron embriagados entre mi pelo mojado. Ole, volvió a decirme al oído. El cuerpo se le arqueó todo y olé... Y sí que hay males de ojo de los que no se vuelve, como la esperanza, son males que nos van matando de a poquito… (Sigue)

Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario