sábado, 28 de abril de 2018

Capítulo 266 "Arrope"

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Me cortó el pelo y me pintó las quemaduras
El cuerpo me temblaba por el frío, por la insolación, me había puesto Nivea pero no logré mucho. El color de mis hombros había mutado a violeta y se hincharon un poco, lo mismo mi cara y mis pantorrillas. Se levantó un viento fuerte, viento pegajoso y salado, agitaba las fogatas que lo iluminaban todo allá a lo lejos, hermosa playa de El Portil. Los trípodes que el loco hizo poner bailaban en el aire, se veía como una fiesta rave. La música seguía apagada. Había gente agrupada, parecía que rodeaban a alguien. Las mesas más lejanas ni se enteraron, seguían comiendo y discutiendo, como en el mundo nuestro, de un lado se mueren explotados por las bombas y del otro se quejan porque no van a poder bañarse con agua caliente o pagar el wihu, y facebook que me dio de baja la cuenta por no sé qué cosa... cuánta ridiculez...

Tiritaba a más no poder, sentía el fresco en la cara, el tapiz blanco bajo mis pies que Ella había puesto para decorar el piso tres días atrás, pa que se vea como nieve, anda, ¿te parece bonito?, me había preguntado entusiasmada, hacendosa, mientras consumaba la tarea. La bella Gitana se ocupa de cosas que a mi jamás se me ocurrirían, cosas de chica, que hacen al asunto más hogareño, acogedor, cálido. Y las chicas nos quejamos de tener que hacer esas tareas, nos ofusca que la calidez del hogar dependa de nosotras, como si fuera algo feo, como si estuviéramos obligadas a hacerlo, como si fuera algo que no sale naturalmente... Yo no sé pero a la Gitana eso le sale, lo hace con una delicadeza preciosa, con chispa en lo ojo divino que su mare le dio... Arropar, eso es lo que logra Ella, cuando la Gitana está lo que la rodea se siente arropado.

Intenté aguantarme en el balcón a ver si se iban y la pieza quedaba vacía y entonces podía entrar y arroparme, tomar una aspirina e irme luego a morir tranquila adentro de la cama pero no podía, me congelaba, daba saltitos sin proponérmelo. Me puse la remera, al ñudo, no me cubría ni la punta de la nariz, el corpiño de Rocío no, no me iba, ella es más menuda además pa qué... todavía con mis bragas puestas, mis bragas rojas, bragas de guerra. Me asomé a la habitación, les dije que algo pasaba allá afuera, alarmada, muerta de la vergüenza, semidesnuda, adelante de las dos cultas celebrities de la televisión. Miré a mi alrededor. ¿Y Rocío? (Sigue)

Continuará...



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