Me cortó el pelo y me pintó las quemaduras |
Tiritaba a más no poder, sentía el fresco en la cara, el tapiz blanco bajo mis pies que Ella había puesto para decorar el piso tres días atrás, pa que se vea como nieve, anda, ¿te parece bonito?, me había preguntado entusiasmada, hacendosa, mientras consumaba la tarea. La bella Gitana se ocupa de cosas que a mi jamás se me ocurrirían, cosas de chica, que hacen al asunto más hogareño, acogedor, cálido. Y las chicas nos quejamos de tener que hacer esas tareas, nos ofusca que la calidez del hogar dependa de nosotras, como si fuera algo feo, como si estuviéramos obligadas a hacerlo, como si fuera algo que no sale naturalmente... Yo no sé pero a la Gitana eso le sale, lo hace con una delicadeza preciosa, con chispa en lo ojo divino que su mare le dio... Arropar, eso es lo que logra Ella, cuando la Gitana está lo que la rodea se siente arropado.
Intenté aguantarme en el balcón a ver si se iban y la pieza quedaba vacía y entonces podía entrar y arroparme, tomar una aspirina e irme luego a morir tranquila adentro de la cama pero no podía, me congelaba, daba saltitos sin proponérmelo. Me puse la remera, al ñudo, no me cubría ni la punta de la nariz, el corpiño de Rocío no, no me iba, ella es más menuda además pa qué... todavía con mis bragas puestas, mis bragas rojas, bragas de guerra. Me asomé a la habitación, les dije que algo pasaba allá afuera, alarmada, muerta de la vergüenza, semidesnuda, adelante de las dos cultas celebrities de la televisión. Miré a mi alrededor. ¿Y Rocío? (Sigue)
Continuará...
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