Bego |
Afuera seguía chispeando, en Álava cuando no llueve chispea y cuando no chispea llueve, igual que en Alaska, los rarísimos días de sol la gente sale, sonríe, se saluda, se enamora, se casa, tiene hijos, todo, por la emoción, porque no lo ven nunca, estallan de alegría y optimismo. Pobres. Begoña le contaba su vida entera, que es más que interesante, es una mina exaltada, hace teatro, canta, peluquea, y a todo le pone la vida, a todo, no por nada es una de las preferidas de Antonio, la única que entra a La Baltasara. Rocío la escuchaba, incluso le festejaba los comentarios graciosos pero en un momento acercó su mano a mi cara y me pellizcó la mejilla con su índice y su mayor, como hacía una amiga de mi mamá, Margarita, cuando venía a casa de visita. Anda, vete a dormí, guapa, que luego te veo, me dijo, tierna y maternal. Tía Begoña nos miró con intensiones de Cupida motorizada, me quiere matar esta loca, no acabo de salir de una que ya me quiere meter en otra. NO. Rocío no es mi tipo. Pedí disculpas y me fui a dormir un poco más. El olor a cigarrillo iba quedando atrás y mis pulmones adormilados lo agradecían. Subí las angostas escaleritas, me saqué toda la ropa y me metí en la cama. Me dormí pensando en el pellizco de Ibiza, en sus ojos brillantes como un cometa Halley. (Sigue)
Continuará...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario