martes, 12 de junio de 2018

Capítulo 299 "El nudo es el indicio"

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El que secó el desastre
Begoña me vio a través del vidrio mientras cortaba el pelo, mi cara de velorio de perro. Dentro de la tragedia me causó gracia ver que tiene una cancha bárbara, se quedó mirándome unos cuantos segundos con sus ojos grandes de "¿y ahora qué coño?" y al mismo tiempo siguió peluqueando a la señora, sin mirar lo que hacía. Necesitaba hablarle a solas y claramente estaba hasta las manos. Di media vuelta y me fui, decidida, con el nudo en la garganta. El nudo es el indicio que no hay que ningunear. Lo que más nos cuesta esconde lo más interesante, lo disruptivo, y en general nos zambullimos a ello cuando no nos queda otra. Detrás del “ni loca hago tal cosa” está la libertad, la alegría, o similar. Creo. Por las dudas no lo intenten en sus casas. O sí. Pero no porque yo lo digo que en este momento no me queda ni medio peso pa abogao. Estaba decidido. Me iba a volver porque los quilombos me obligaban; porque aprendimos de Dragún que la felicidad es querer hacer lo que uno debe, íbamos a intentarlo, a ver qué salía; me iba a volver porque era lo que más me costaba elegir, ni loca quería volverme así que me iba a volver para ver qué se disparaba de eso, o al menos de mi decisión de hacerlo. Emociones encontradas seguro y acción en consecuencia también. ¿Cuáles? Lo ignoraba. Posiblemente cuando ya no quedara tiempo para nada, cuando fuera demasiado tarde para lágrimas, ahí se iba a dejar ver el final, de una buena vez. Los finales son más histéricos que las argentinas, estoy descubriendo. Cuando ya no quede otra el tipo va a caer de madurito. Los puntos sobre las íes de una buena vez le puse.

En Álava
Pero por eso pasó lo de Ubrique, porque yo pensaba que ése era el final, ¿entendés? Bueno, y porque Él también es tan hijodeputamente guapo que no sé, no sé... O sí sé, me había tomado otra pildorita Draguniana, la de color celeste esta vez, estaba sola y angustiada, toda la playa para mi pero sin Ella, ¿para qué la quería? La Gitana seguía sin aparecer, no volvía, no me mandaba whatsapp, los periodistas beodos me tenían podrida, mi vida era un abismo sin fondo. Me dirigía derecho al final, cual Alfonsina Storni, caminaba directo a dejarme sumergir en la bella mar de Punta Umbría, no me iba a animar, obvio, me iba a tirar un ratito al sol a ver si me quedaba dormida para siempre, y ahí Él, que para mi se avivó de que esa camisa blanca con el chalequito me pueden, porque ahora se lo pone siempre, ahí Él me ve, con las llaves de la Hummer en la mano estaba, cargando un bolso negro y gigante, le suena el móvil, deja el bolso sobre la arena y atiende. Ponlo en el baúl, me ordena por lo bajo mientras se sube al auto y lo destraba. Acto seguido pone en marcha el bólido tuneado. ¡Sube!, me dice, literalmente, sin mayores explicaciones. Yo me quedé un momento y luego metí el pesadísimo bolso atrás. Lo miré a través de la ventanilla cerrada. Me entreabre la puerta. Subo a la cabina. Me subí pensando en que íbamos hasta el pueblo o a algún lugar cercano, no sé, yo estaba con lo puesto, babuchas, biquini, ojotas, lentes y mi amado bombín azul (de Ella), nunca me imaginé que este tipo... Tendría que haberlo sabido, ya sé, pero no me imaginé, no sé... Él seguía escuchando a su interlocutor, con su camisa blanca, el sombrerito negro que le hacía juego con las nike colorinches anaranjadas. O quizá se ponía lo mismo hacía días, su guapa camisa blanca, porque no estaba Ella, la fémina del hogar, que le debe cuidar hasta la ropa que se pone, ¿no? (Sigue)

Continuará...



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