miércoles, 20 de junio de 2018

Capítulo 304 "C’eravamo tanto amati"

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Había llegado a Jerez por la mañana, estaba empezando a hacer calor, mediados de mayo, creo, ya con tanto flashback y saltos temporales no sé ni en qué situación vivo, así que ni me pregunte, vieja catastrófica, vaya mejor a mirar la tele que parece que Urdangarín y Puidgemont son pederastas, vaya, vaya, y déjeme de joder. A veinte kilómetros de llegar empecé a ponerme nerviosa, la valentía en el ojete quería meterme, como siempre. Pero a mis cuarenta y dos estoy aprendiendo a lidiar conmigo, y a ganarme, supongo que de eso se trata. Arranco en el momento del coraje inconsciente y cuando me agarra el amedrente ya es demasiado tarde, o casi. Todavía podía no ir a buscarla, no le había avisado a nadie que venía, podía esperar el siguiente micro y pegar la vuelta, ir a visitar a mi amigo de Jerez, quedarme en Cádiz, tirarme abajo del tren, pero me conozco, sé que ya estando ahí voy a seguir palante porque todas esas otras posibilidades no me motivan. Begoña me estaba esperando en Sevilla para irnos a Álava, no podía irme sin hablar con la Gitana.

Bajé del micro y me fui derecho a alquilar una bicicleta, era martes, once de la mañana, la Gitana, si los planes no fallaban, estaba en su clase de yoga, a unos cuántos kilómetros de la terminal de Renfe. Me parecía mejor verla ahí, sin hijo ni mare mediantes, y si quería pegarme que me pegara, me lo merecía con creces, además no quería volver a su casa, a dónde habíamos sido tan felices, a dónde nos habíamos amado tanto. Bueno, felices lo que se dice felices súper súper felices no, porque Él siempre en el medio, Él y el denso del pare de su hijo, pero sí que fueron los días más intensos, no digo de mi vida porque no quiero darle tanta importancia a Ella, pero de esta aventura y hasta ese momento seguro.

Habitación Ubrique, ¡una para los dos!
No sabía nada de Ella hacía más de un mes, de Él un poco menos, nos vimos, a solas, en su colina, aclaramos dos cosas, y creo que oscureció, pero no viene al caso ahora. Terminé caminando como cinco kilómetros hasta que encontré una bicicletería abierta, otra vez al rayo del sol y sin sombrerito, las de Sevilla me las conozco todas pero en Jeré los pocos días que había estado la pasamos casi todo el tiempo invernando en su estudio, Ella encima mío, pintándome como una loca, una loca bellísima y enajenada… Y si salíamos era con su Citröen. ¿Quién habló de una vieja? ¿Yo? ¿Yo hablé de una vieja cuándo, gordo? ¿Qué vieja? Yo no veo ninguna vieja y vos sabés lo que te va a pasar si seguís comiendo de esa manera, ¿no? Te vas a morir del hígado, escuchame, tenés marcada la arruga de la frente, eso es insuficiencia hepática, tenés que dejar de darle al chupi y comer limón, mucho limón. Y dejá de hacerte malasangre, querido. Sabés que siento un escalofrío de golpe, como que me estoy congelando, no sé si es por recordarla a Ella, por mis cuarenta de fiebre o porque Él acaba de clavarme la mirada, creo, tiene lentes pero creo que me acaba de clavar la mirada, abrazame, gordo, me la paso fracasando y sufriendo sabés así que quereme mucho, este ratito aunque sea, por favor... (Sigue)

Continuará...




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