miércoles, 4 de julio de 2018

Capítulo 314 "Hasta el último brioche"

CAPITULO ANTERIOR

Nos comimos hasta el último brioche, a mi me pareció la comida más rica del mundo, interestelar, psicotrópica, por el hambre que arrastraba desde la noche anterior, los bollitos de la Morocha habían logrado calmarme un poco la histeria. La temperatura seguía subiendo pero no pasaba de los veinte grados, estaba fresquito si se levantaba viento. El auto todavía estacionado frente a la panadería, a ella se le caían las miguitas sobre las piernas desnudas y terminaban sobre el tapizado del Volvo. Ni se daba cuenta, estaba en otra, chequeaba a cada ratito el teléfono, con sus manos engrasadas, y escuchaba la radio, hablaban algo de la Generalitat. Me vi tentada varias veces de mojarme el dedo con saliva y juntarlas una por una, nada sexual, eh, pasa que soy obsesiva, muy obsesiva con las miguitas. Me preguntó si quería despedirme de Begoña, lo pensé, largo. ¿Con lo divina que es Bego me iba a ir sin despedirme? ¿Así de pronto? ¿Con todo lo que me contuvo? Pero Begoña es del club, está completamente chiflada, ella se cortó las venas en serio, es la única que se sienta a charlar tendido con el Poeta de Brazatortas, me va a saber entender. Mirá, no… si vuelvo y la veo a Begoña no me voy más, porque no me quiero ir, me estoy yendo porque debo, porque no me queda otra y-- Y me callé, me empezó a temblar la voz, parecía salida de una telenovela.

Me metí en la boca el último pedacito de factura y escapé con mis ojos por la ventanilla. La Morocha se quedó mirando adelante un momento, desconcertada, y después arrancó el motor. ¿Y si no quieres irte por qué te vas?, habrá pensado. Y yo pensé que una mujer como ella, de su estatus, con toda la plata que tiene, no puede saber lo que es hacer algo que no se quiere hacer, si ella hará lo que le viene en gana desde que nació. No debe ni imaginar que hay gente que no hace lo que quiere, que existe esa categoría humana, por eso no entiende nada cuando le hablo de feminismo, a los dos minutos me doy cuenta de que ya no me atiende, se aburre. ¿Viví pa hacer lo que no te apetece? ¿Entonces pa qué viví, huapa? Por suerte esto último no me lo dijo porque no lo hubiera resistido, no hoy. Nos pusimos los cinturones y arrancó. (Sigue)

Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario