sábado, 28 de julio de 2018

Capítulo 331 "Desbarajuste sensorial"

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Se lo iba a decir. Estaba envalentonada tras la clase de yoga. La mala noticia se convertía en buena noticia, iba a ir a su casa y a decirle todo a la Gitana, todo lo que me pasaba con Ella, lo otro todavía no me sentía preparada, además no entendía qué era lo que me había pasado en Ubrique, otro día te lo cuento porque le doy vueltas al asunto y no logro desmenuzarlo, además no sé qué vas a pensar de mi cuando te enteres. Primero le eché la culpa a la pastillita draguniana, la verde agua me había tomado esta vez. ¿Vos tomaste también pastilla esa tarde que por la noche estabas tan desinhibida, che? Antes de irse para Soria me dejó un lindo arsenal el Místico, pero no, es una salida muy simplista esa, echarle la culpa a la inconsciencia, al desbarajuste sensorial, a la pastilla, no, no fue eso, quiero creer que fue otra cosa, es más interesante, más telenovela, quiero creer que fue algo espiritual, como que nuestras almas tenían que unirse de una vez por todas, algo así, aunque espiritual... la palabra me da risa porque soy abstemia pero fue algo muy fuerte, te lo juro, lo que viví en Ubrique me atravesó la frontera, ¿mentendés? Lo que viví con Él ese día no cierra con mi teoría racional y me da una bronca bárbara tener que resetearme el disco duro, bronca o fiaca; posiblemente las dos cosas.

Agarré mi bolso negro y salí al calor de Andalucía, desaté la bicicleta y me lancé a pedalear hacia su casa, a por una noticia mejor, a por su Redención. ¿Cómo no iba a perdonarme la Gitana siendo que en un día con mil grados y el sol que partía la tierra me llegaba hasta su casa? Le había comprado un chocolatito y todo. No podía no perdonarme, no escuchar al menos lo que tenia para decirle.

Las calles estaban vacías, hacía un calor impertinente, me puse a modo de sombrero la camperita que me había traído por si las moscas, parecía musulmana pero no quería volver a pasar por lo de Nochevieja, y no lo digo por vos, eh, lo dig-- Si, vos me entendés, no sos tarada, ya sé, y sabés que siempre tengo esa sensación, en la pluma y en el resto, que no soy clara al explicarme, que el otro no me va a poder seguir, que tengo que aclarar un poco más, y siempre un poco más, y un poco más…, y ahí es que peco de rococó, de kitsch, de saturada, de pesada, de burda, insoportable, sobre-explicativa…, dejá de agredirte, diría mi psicóloga, y no puedo, me agredo, me ataco, me desvalorizo, siempre la culpa la tengo yo, hay algo que me arrastra hacia ahí, y quizá lo hago adrede, lo de explicar de más, para que los lectores no se enganchen, se aburran y se vayan, que ya sabemos, cuando los fieles nos suben al altar, como a Risita, perdemos el poco juicio que teníamos.

Llegué a ojo hasta la casa, después de mucha peripecia, no tenía datos ni wifi así que no pude pedirle ayuda al mapa de mi teléfono, mejor, más complicadita la cosa, sobre todo gracias a mi poco instinto de la ubicación. Pasó que en el medio del camino, eran como cuarenta cuadras que tenía que hacer, en auto son diez minutos pero en la bicicleta y a rayo del sol…, bueno, serán quince, a pedaleo rápido, pero yo estaba exhausta por tanto nervio que había pasado en la clase así que al llegar a una rotonda vi un restaurante abierto y paré, decidí darme un respiro, me estaba muriendo de hambre y justo el cartel decía tapas y no sé qué más, me tenté, y tenía que cargar el teléfono, estaba por morir la batería. No, no la iba a llamar ni nada, lo tenía decidido, más que decidido, pero vos viste que una decide algo y después, depende de las circunstancias, cambia de opinión, como me pasó en Ubrique, como me pasó en Plaza España. ¿Querés que te lo cuente, Morocha? ¿Querés que te cuente lo que pasó en Ubrique con Él? (Sigue)

Continuará...



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