Problemas |
El mantra se me había ido al carajo, ya ni me acordaba de él, a gatas si podía pensar en no pensar. No había nadie en el estudio, a través del vidrio miré las pinturas en las que trabajaba, a ver si le descubría algún estado de ánimo revelador, a ver si me quería a mi o no. No escuchaba volar una mosca pero en algún lugar estarían, supongo, porque los autos estaban ahí. ¿Me habría visto y se había escondido? ¡Callate!, me dije. Di toda la vuelta a la casa mirando el piso, aterrada y deseosa, deseada y aterrante, dejé la bici parada en su patita y me quedé ahí, estaqueada a la entrada. La casa de la Gitana no tiene timbre, la gente cuando llega palmea o entra directamente, es un pueblo chiquito y todo el mundo se conoce, incluso el padre de su bello niño, Toni, él también entra como pancho por su casa, tanto que al final me sacó de quicio, me aguanté bastante, ojo, pero el tipo venía todos los días y entraba, sin golpear, me cago en él, yo supe aguantarme, demasiado me lo aguanté. ¡Felix! ¡Ese era el nombre de la borrasca! Supe aguantarme, pude no decirle que me rompía soberanamente las pelotas que el flaco se metiera así en su estudio que se había convertido en nuestro nido de amor, pero Ella y su puto instinto se dan cuenta de todo, no por nada es la mina de Él, que se da cuenta de casi todo. Y al carajo, me dije, y me mandé para el interior de la casa, como si fuera el Toni. (Sigue)
Continuará...
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