domingo, 12 de agosto de 2018

Capítulo 342 "Sin llamar"

CAPITULO ANTERIOR

Problemas
Mirando hacia adentro del estudio de Ella entre el deseo y el terror. Y a mi psicóloga la mandaría bien a la mierda porque claro, ella tiene ese librito, creo que lacaniano, de ir por el deseo, pero eso es para la gente normal, para aquella a la que no se le mezclan los ingredientes estos constantemente. Y creo que nunca pude sentir que quería algo sin el miedo a no poder conseguirlo en el medio, sin el terror al fracaso. Querer para mi es sufrir, al igual que la espalda es algo que incluye contracturas. Y otra vez podía percibir la sensación de desmayo inminente, la respiración atrancada en la traquea. Hacía mucho calor ese día, eso tenía que ver seguramente, las gotas de sudor me chorreaban por la frente, el escote, la panza, tenía toda la cintura de la babucha mojada. Cada tanto me agachaba y reflexionaba, no sabía bien qué hacer, si golpear la puerta, si entrar como Pancha por mi casa haciéndome la "aquí no ha pasado nada"... Por suerte me daba la sombra de los arbolitos. Luego, cuando las rodillas se me cansaban de estar en cuclillas, me levantaba y volvía a mirar el despelote a través del vidrio roñoso, me daba que no lo había limpiado desde la borrasca, no me acuerdo el nombre, que azotó Jerez allá lejos y hace meses.

El mantra se me había ido al carajo, ya ni me acordaba de él, a gatas si podía pensar en no pensar. No había nadie en el estudio, a través del vidrio miré las pinturas en las que trabajaba, a ver si le descubría algún estado de ánimo revelador, a ver si me quería a mi o no. No escuchaba volar una mosca pero en algún lugar estarían, supongo, porque los autos estaban ahí. ¿Me habría visto y se había escondido? ¡Callate!, me dije. Di toda la vuelta a la casa mirando el piso, aterrada y deseosa, deseada y aterrante, dejé la bici parada en su patita y me quedé ahí, estaqueada a la entrada. La casa de la Gitana no tiene timbre, la gente cuando llega palmea o entra directamente, es un pueblo chiquito y todo el mundo se conoce, incluso el padre de su bello niño, Toni, él también entra como pancho por su casa, tanto que al final me sacó de quicio, me aguanté bastante, ojo, pero el tipo venía todos los días y entraba, sin golpear, me cago en él, yo supe aguantarme, demasiado me lo aguanté. ¡Felix! ¡Ese era el nombre de la borrasca! Supe aguantarme, pude no decirle que me rompía soberanamente las pelotas que el flaco se metiera así en su estudio que se había convertido en nuestro nido de amor, pero Ella y su puto instinto se dan cuenta de todo, no por nada es la mina de Él, que se da cuenta de casi todo. Y al carajo, me dije, y me mandé para el interior de la casa, como si fuera el Toni. (Sigue)

Continuará...



No hay comentarios.:

Publicar un comentario