viernes, 24 de agosto de 2018

Capítulo 352 "A hurtadillas"

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LA PUERTa estaba cerrada y la llave en la cerradura del lado de afuera, extraño, ¿no? ¿Para qué tener la llave de la habitación del nene puesta en la cerradura? No sé, pero eso significaba que yo podía entrar cuando quisiera, como en una novela mala, esto ya es de novela mala, estar escuchando tras la puerta a hurtadillas, hurtadillas es palabra de novela mala, pero qué le vamos a hacer, las novelas malas están basadas en la vida, en la vida buena, en cambio mi blog reality está basado en la vida de porquería, en la autoflagelación. Porque ellos dos la estaban pasando bárbaro, mi Gitana y el troglodita de su ex, el Toni, la única pelotuda que sufría era yo y en ese momento te juro que no era para escribirlo luego, no, no me podía mover, no lo podía creer, no me lo esperaba en serio, justo de Ella, de la única persona en la que creía podía confiar... El otro día la causalidad me cruzó con un filósofo recibido en La Sorbona, le pregunté cual era el sentido de la vida, ya que lo tenía adelante, y me respondió que era el amor. ¿El amor?, me escandalicé. Eso es un cliché, y ya lo dije pero cada vez que me enamoro la vida se me vuelve un calvario, la vida y el sentido de la misma también, tras cartón.

Callate, no le vamos a dar bola al Pesao, no vamos a darle vela esta vez en el entierro, que se aguante solito con sus quilombos, con sus depresiones, todo el mundo se deprime, que no mariconée, que no se sienta especial por eso, que se tome un Prozac, y si decidió retirarse QUE SE RETIRE y no me joda más el mierda relato que el cuerpo a mi no me da má. Así que el hombre recibido en La Sorbona, shhhh, el filósofo, no me interrumpas, el tipo después de mirarme tres segundos, sentenció: uno sufre cuando quiere. La miércoles... me dejó pensando, uno sufre cuando quiere y puede ser, eh... Porque ¿quién mandó a Cristo a la cruz? Él solito fue, ¿o no? ¿Y quién me mandó a quedarme ahí escuchando a hurtadillas cómo el semental volvía loca a mi Rubia? Nadie. Yo me mandé, yo me quedé ahí, como una marmota, elegí torturarme, podría haberme ido, salir por donde había venido, agarrar mi bicicleta, disfrutar del sol hermoso a la vera del Guadalquivir, cantar algo de la Novicia Rebelde rodeada por el aroma de las florecillas, que ya se acercaba la bella primavera, pero no, me quedé ahí, sufriendo, como me dijo el de La Sorbona, y pensé en entrar, eh, cuarenta veces lo pensé, abro la puerta y les hago un escándalo bárbaro. ¿Para qué? Si es escena de novela mala. ¿Para cagar el blog? Además ¿escándalo por qué? ¿Qué les iba a decir? ¿Qué podía reclamar? ¿Quién era yo? ¡Ya ni la autora era porque los que estaban ahí sobre la cama escribiéndome esta escena eran ellos dos.

Y acá vamos a la contradicción de la que hablaba, creo que en el capítulo anterior, con el Loco tengo una contradicción, te decía que no lo podría matar, no podría dejarle la camioneta sin frenos porque también creo que lo amo, una cursilería todo, un asco, una inmundicia, la palabra amo es una inmundicia pero qué querés que le haga, si tiene ese talento padre para entrevistar y esa mirada recio/seductora y ese mariconazo que lleva en el fondo, ese solidario, ese sensiblón algo ingenuote... ¿No viste cómo le tomé la mano hoy cuando íbamos para Huelva? ¿No? La tenía helada. Estaba triste por lo del Teatro que se lo quitan. ¿Y que le apoyé mi cabeza en el hombro? ¿Tampoco? ¡Claro! Ibas mirándole las tetas a Ana de Catalunia, si sos un cerdo, gordo, Ana es la mujer temporal de Fernando. (Pausa) Pero en serio, pavote, creo que lo quiero yo a este Tipo, tirano y creador, creo que lo quiero mucho, que lo parió con toda esta mierda. (Sigue)

Continuará...



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