sábado, 1 de septiembre de 2018

Capítulo 358 "Como una oda"

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Así que no pude no pensar en eso, cuando vi que pasó desnuda para la escalera del living, como una oda, con el pelo húmedo y planchado, la luz amarilla de la pileta, siempre encendida, me permitió ver ese detalle. Yo estaba desvelada, desvelada y sola, inquieta, con la existencia hecha un embrollo, pensando en la crema y sus piernas, en Buenos Aires, en lo que ella no me había dicho en el flamante y rimbombante Volvo, pero casi: ¿Viví pa hacer lo que no te apetece? ¿Entonces pa qué viví, huapa? Al final a la Morocha le importaba más mi felicidad que a mi, más que a mi, más que a mi mare, más que a mi tía... Esa gente que en definitiva lo que quiere es que estés bien y cerca para cuando te necesiten. Y más que a la Innombrable para siempre, obvio, esta última en realidad me odia, me aborrece, porque para haberme hecho todo lo que me hizo...

Ahora sí que cambié el chip, el de mi teléfono y el de mi cabeza, ahora sí que sanseacabó. Antes, cuando me fui para Álava, no se me había ocurrido comprar uno nuevo, pensé que no podía quedarme sin teléfono porque mi mare, sus problemas, etc, tenía que tener alguna forma de contactarme, por eso caí de nuevo en la trampa Gitana, por eso y por culpa de Rocío, ya lo voy a contar a eso, pero ahora lo cambié y le di ese nuevo número a mi mare y a mi amiga milagrosa entonces pueden hablarme por el whatsapp. porque dos tropezones está bien, me lo perdono, pero tres no. NO. Que les garúe finito, a Él, a Ella, a esa Sonia, a su Toni y a la putísima mare que los reparió. Puedo escribir sin ellos, ¡¡claro que puedo!! Bueno, yo también le hice a Ella cosas horribles pero en los momentos de enojo uno ni lo recuerda, el daño que hace.

La cuestión es que el pelo le caía pesado por sobre los hombros hacia adelante, se le veía el tatuaje de la espalda, subía los escalones con los pies descalzos, tranquila, magnánima, Morocha Osada. Y no pude no pensar en que posiblemente sí la había lastimado en el Volvo con lo todo lo que le conté de la Gitana, sí le dolía a la Morocha que yo quisiera a la Otra, sí se había venido hasta Álava por mi pero se encontró con la Andaluza acaparándome la voluntad, cegándome la razón, cagándome bien la vida... ¿Qué podía hacer salvo llevarme a Barajas y dejarme ir? Tampoco era que se había ENAMORADO. ¿O sí? Me había ofrecido todo para que no me fuera, su piso, trabajo, contención, y yo, embalada con lo de volverme, eufórica por haber podido tomar una puta decisión al fin no le había dicho que sí, no le había dicho nada, le había hablado de la Gitana durante todo el viaje, por momentos hasta con la voz temblorosa y todo. Me levanté, compungida y excitada cerré la puerta de mi habitación y encendí la luz de la mesita. Todavía no me imaginaba lo que iba a encontrar en ese cajón. (Sigue)

Continuará...



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